EXPOSICIÓN EN EL MAC

“A Santa Fe hoy le falta Juan”

natalia pandolfo

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El latiguillo que usa Raúl Cottone es “a ver”: lo repite como autómata, preámbulo de cada respuesta, como una invitación velada a abrir los ojos. La muestra “Apariciones” invita a ver: un homenaje visual al gran Juan Mannarino, fallecido en 2011.

—¿Cómo surgió la idea de esta muestra?

—La primera conversación que tuve con la directora del museo, Stella Arber, fue justamente en el velorio de Juan. Fue una promesa que nos hicimos: hacerle un homenaje. Había quedado pendiente, y en diciembre decidimos poner manos a la obra.

—¿Cómo fue el proceso de elaboración y selección de las obras que se van a exponer?

—Se trata de una muestra sobre material hecho con Juan en vida. Una parte de lo que se expone fue un trabajo en conjunto que hicimos en el Museo Municipal, que se llamó “Desvariaciones”, con fotografías y videos; y ahora tiene el agregado de instalaciones: es como una reelaboración del trabajo ya hecho.

—¿Cómo definirías a Juan?

—Es muy difícil. Ante todo, un grandísimo ser humano. Después, una mezcla de genio y de tipo raro, adorable totalmente. Cada reunión con él era algo surrealista: había que seguir lo que estaba diciendo, porque su hilado de la oración venía en un sentido pero, al terminar la frase, iba para otro lado. Era realmente un lujo sentarse a tomar un café con él: uno nunca salía del asombro y siempre tenía que estar muy atento a lo que iba diciendo. No te podías distraer un segundo, tenía un empleo excepcional de la metáfora.

—¿Cómo fue tu relación con Mannarino?

—Lo conocía de toda la vida. Nos fuimos aproximando en lugares que frecuentábamos, y a partir de ahí se fue haciendo una relación de amistad. Después empezamos a trabajar juntos, él me invitó a un Tocatango, para que lo acompañara con fotografías, y a partir de ahí generamos cosas juntos varias veces. Tengo una anécdota que lo pinta: cuando hice la muestra en el Museo Municipal, “Desvariaciones”, las fotos eran gigantes, y Juan no se lo esperaba. Lo invité al museo a ver, en el momento en que empezaba a tomar forma la muestra, y cuando descubrieron las imágenes, salió corriendo a la calle. Corriendo, como un chico. ¡La sorpresa que se pegó! Decía: ‘Esto me da pudor’. Fue inolvidable: subió las escaleras corriendo hasta la Secretaría de Cultura, buscó gente: se ve que él nunca había imaginado la dimensión del trabajo que habíamos hecho. Todavía lo recuerdo y me río.

—Un espíritu de niño...

—Creo que él nunca dejó de ser niño. Es la ventaja que tienen los genios: viven en un mundo de grandes, pero con la frescura de un chico.

—¿Qué impresiones te genera su obra?

—Una vez él estaba ensayando una obra de teatro en San Francisco, Córdoba, donde tocaba el piano y desarrollaba sus monólogos. Estuvimos trabajando un día entero, y después no nos vimos más por seis meses. Pero cuando nos volvimos a ver, los dos sentíamos que lo que habíamos hecho no tenía valor: que había que repetirlo. Y volvimos a hacer el trabajo, no en San Francisco sino en la pensión donde vivía él. Eso era Juan, eso producía: trabajo, alegría, compromiso. De pronto, se volaba pero de pronto, estaba con los pies sobre la tierra.

—¿Qué significa para vos el hecho de rendirle un homenaje?

—Más allá de esta deuda asumida, es el placer de recordar a un amigo. Cuando empecé a trabajar sobre el material, tratar de ver los videos, que estaban hechos en el viejo sistema VHS y que hubo que digitalizar, más de una vez se me apretó el pecho. Creo que a Santa Fe hoy le falta Juan.

  • Raúl Cottone expone en el Museo de Arte Contemporáneo de la UNL una muestra que evoca al multifacético y querido artista Juan Mannarino.
“A Santa Fe hoy le falta Juan”

“Siempre estuvo aquí”

  • “Los que integramos el MAC hemos querido realizar un homenaje especial a quien fuera un artista de esta casa, a quien acompañara desde su gestación a este museo y quien estaba presente en cuanta actividad se realizara en él. Juan Mannarino siempre estuvo aquí, fuimos una pequeña parte de su historia como tantos otros lugares a los que frecuentaba y quería y donde se sentía a gusto”, consignó la directora, Stella Arber.

“Realizar un homenaje a este querido artista de la escena santafesina es un gran desafío, su personalidad inabarcable, su expansión retórica y su inmensa creatividad imposibilita decodificarlo del todo. Lo que hacemos es un desciframiento expresivo del referente, desde diferentes mecanismos internos productores de sentidos y desde la natural subjetividad de quienes lo realizamos”.

“Juan Mannarino fue un artista multifacético, que podía componer e interpretar música, realizar una puesta teatral, actuar y concebir obras visuales con la misma intensidad, pasión y entrega y todos nosotros disfrutábamos de los resultados de cada una de sus obras”, expresó.

“De fuerte instinto creador, este maestro del arte en todas sus formas, siempre encontró las soluciones estéticas para que cada una de sus embrionarias figuras, puestas o escenas, que parecían en caos, alcanzaran su punto justo de estabilidad y armonía, posibilitando al otro la llegada a su obra”.

Por otra parte, sostuvo que “invitar a Raúl Cottone fue reconocer explícitamente a otro artista, con su carga expresiva ya producida en imágenes con Juan en vida y desde la cercanía de su entrañable amistad con él. Volver a ver aquellos registros realizados y generar desde ellos, un remixado de ensambles visuales entre fotografías y videos, nos generaron una verdadera tecnoescena cuando de ambientación se trata. Fotografías de gran formato completas y fragmentadas en paredes y pisos, instalación de videos en el techo y en varias pantallas y lienzos blandos con la imagen de Juan, fue la manera que elegimos para producir estas ‘apariciones’ en los espacios del MAC”.

“Creo que él nunca dejó de ser niño. Es la ventaja que tienen los genios: viven en un mundo de grandes, pero con la frescura de un chico”, lo define Raúl Cottone.

Foto: GENTILEZA UNL

análisis

por Raúl Cottone

En la esquina del tiempo

  • Con especial capricho o elección, Juan solía detenerse en las esquinas; un saco grande abría puertas a la cordura o a la imaginación y allí estaba él, pensativo o colgándole una sonrisa al saludo o a la pregunta inesperada.

Ese día apareció entre la llovizna, sacudió un poco su pelo un tanto enrulado y otro tanto descuidado. Tomamos algo; al parecer quería hablar de cosas de antes, pero luego me propuso encontrarnos con una partitura; yo llevaba un libro pero de tanto mirarlo o verle mover las manos, se me puso que el poema estaba en ese gesto de él que me quedó para siempre.

Porque la música y el aire por momentos indolente nos ponen de pie y en sintonía con la poesía, extraño a Juan cada tanto; camino itinerarios donde lo tengo presente, le convido una idea, se entusiasma, se aleja, vuelve, pregunta y tengo la certeza de que en esa esquina de tiempo sin presente nos estamos encontrando.

Coincidíamos en el silencio, en los fantasmas, a veces en alguna risa o quizá risotada, en un comentario sobre los espacios pueblerinos, en algún recuerdo, en tantos proyectos y un poco de delirio.

Los Juanes tienen rincones que los bares saben honrar, aunque los parroquianos parezcan silenciosos, chatos o mustios. Alguna charla, el delirio, un papelito con notas, lo hacen presente, que alguien como Juan Mannarino pasó por allí.

El dato

Exposición

“Apariciones” se inaugura el 10 de mayo a las 20 y estará habilitada hasta el 2 de junio. Con curaduría de Stella Arber. Se podrá visitar en el Museo de Arte Contemporáneo de la UNL, Bv. Gálvez 1578.