Huir hacia adelante

Lejos de solucionar el déficit de la balanza comercial fomentando la exportación de agroalimentos, el gobierno decidió financiarse con un blanqueo de capitales. ¿Alcanzará?

Federico Aguer

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La vertiginosa realidad política argentina confirma la idea que luego de más de una década en el poder, cada gestión deja de analizar la realidad para enfocarse sólo en su ombligo.

En cualquier lugar del mundo, las denuncias periodísticas y políticas realizadas por corrupción y blanqueo de dinero “negro”, habrían provocado una crisis de difícil retorno. No en la Argentina de hoy.

La respuesta, paradójicamente, fue anunciada por el equipo económico, y apunta al blanqueo de capitales provenientes del mercado ilegal, con la cual se ilusionan en recaudar unos 3 mil millones de dólares.

Esta semana, en el marco del seminario “A Todo Trigo”, se dijo que “El estado de confusión, desconocimiento, prejuicios y dogmatismo ideológico que reina en círculos de dirigentes políticos, profesionales, intelectuales, trabajadores, sectores urbanos, etc. sobre el campo y la agroindustria es muy grande”. Y redoblan la apuesta con una autocrítica constructiva: “Los dirigentes agropecuarios deben comprender que quienes asumen responsabilidades políticas no tienen claras convicciones acerca de la importancia de contar con un sector agropecuario que se constituya en el motor de una agroindustria solvente y competitiva” dijeron.

La excusa de la ley de medios sirvió para acaparar el 80 % de los medios de comunicación, y ahora van por la mayoría accionaria de papel prensa. La “democratización” de la justicia, para terminar de manipularla.

La respuesta a las denuncias de corrupción y al clamor de la clase media expresada en las últimas manifestaciones de mayor transparencia, justicia y seguridad, el kirchnerismo responde con una medida que apoya la ilegalidad y cuyo alcance es de dudosa eficacia. Fiel a su estilo, a todo o nada.

La ausencia de la política real, para que el Estado asuma su rol de dar la cara, implica una permanente huida hacia adelante, en la que el discurso reemplazó a la gestión. Mal augurio.