Moco

Moco
 

Hay gente que perdió los frenos inhibitorios (bueno, tranquilos: hay gente que no tiene ni idea de lo que es eso) y se saca los mocos más o menos pública e impúdicamente. Acá vamos a describir situaciones nomás. No se trata de escarbar porque sí en un tema tan espinoso (gelatinoso, en realidad). Voy a hurgar un poquito nada más...

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO. [email protected]. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI. [email protected].

Un sagaz periodista de Policiales observó y tabuló (esta gente lleva estadísticas de finados y robos: hay que creerle) que cuatro de cada diez conductores se saca los mocos de la nariz. A las verdades hay que decirlas así, de una sola profunda, certera, cruel vez. Y ya. Al menos cuatro tipos y tipas que conducen autos, en las esquinas o en los semáforos aprovechan y se hurguetean (porque eso que hacen, dice mi amigo periodista, no es hurgar, sino hurguetear, que incluye la idea de juego, diversión: estamos entrando en terrenos policiales) la nariz y se sacan determinado producto y luego siguen su marcha.

Como buen periodista de policiales, mi amigo ya intuye una trama delictiva detrás; él ve algo más. No se atreve a hablar sin más de una asociación ilícita, una suerte de organización delictiva, porque todavía no entiende o no ha descubierto, mi amigo, la etapa de comercialización del producto, sus usuarios, y quienes se benefician con la ganancia. Tampoco ha llegado, mi amigo, a hablar de una especie de internacional mocosa, porque a lo mejor allí se entra en terrenos de la política. Y esa no es su área de trabajo, aunque muchas veces (policiales y política) se rozan, presuponen y superponen.

Mi amigo por ahora está en la etapa de crónica, de registro, de recabar datos aquí y allá y eso solo le alcanza para entrever que hay algo más profundo que escarbar en este tema, disculpen que se los diga así.

Le espeto que en su investigación tiene groseros faltantes: el motivo, el cuerpo del delito, entre otros. Tengo claro el mecanismo y el arma, me dice suspicaz, mi amigo.

Lo cierto es que todos los días un montón de gente (sólo hay que trasladar la escala del muestreo, si es que se puede mostrar algo tan horripilante y a la vez común como un moco) en autos, colectivos, ascensores, en el laburo, ¡delante de ti!, ¡en tus narices, aunque sean las de él!, se sacan prolija y meticulosamente los mocos.

Allí dejamos de mirar, porque sentimos pudores varios que el cretino (que en algún momento también somos nosotros mismos) ni percibe. Pero el señor debe hacer algo con eso que saca.

Está bien, entramos en terrenos escatológicos y desagradables, pero el periodismo debe decir o intentar decir la verdad: esa gente saca de la nariz moco y luego lo depone, se descarta de él, como quien tira un cadáver dice mi amigo, el de Policiales- y a otra cosa.

Algunos, disculpen, disculpen, hacen pelotitas con el obtenido del hurgueteo. Rogamos en esos casos que se trate de una horneada dura y no blanda. Si es dura permite la elaboración de una bolita diminuta, casi inofensiva, que igual es una basura, como el resto de una uña o la cera de la oreja o una pelusa de ombligo. Lo siento, lo siento: describimos la realidad, apenas la analizamos...

Y luego esa bolita es arrojadiza, ni dios lo permita. Cuando el señor está en solitario en su auto o en el ascensor o en el baño, pues, la bolita en cuestión impacta en algún lado y luego queda pegada a alguna superficie de la que saldrá algún día, esperamos, con la acción de una aspiradora o un trapo limpiador.

Pero después están los productos blanduzcos, gelatinosos. Y, discúlpenme que se los diga, eso va a parar debajo de los asientos, los escritorios, los troncos de árboles, los azulejos...

Y me voy, nomás, como quien se revuelve. Ya puedo ver su cínica e hipócrita carita de asco: ah claro, el señor no se saca jamás los mocos, la pulcra señora y la elegante señorita, no se sacan los mocos. Mi amigo de Policiales bien podría detectar otras cosas de la realidad, más sospechosas. Y yo debo dejar de escucharlo y de retransmitir lo que dice, de inmediato. Tengo miedo de mandarme un moco.