El río Mekong y Ho Chi Min

El río Mekong y Ho Chi Min
 

Vietnam existe mucho más allá de la guerra con Estados Unidos. Es más, atravesó más conflictos que aquel que fue el más retratado por el cine y la literatura, y recibió influencias de otros países. En esta nota, un recorrido por una región en la que el río es presencia absoluta.

TEXTOS Y FOTOS. REGINA CANDEL.

¿Qué se viene a la cabeza cuando escuchamos o leemos la palabra Vietnam? De seguro pensamos en la palabra “guerra”. Pareciera que este país sólo existiera porque lo vimos en fotos y películas de la Guerra de Vietnam, nombre impuesto por los Estados Unidos. Pero si nos ponemos a pensar bien, en realidad esta guerra fue sólo una de los tantos enfrentamientos que los vietnamitas tuvieron con otras potencias. Por este motivo es que prefieren llamarla la Guerra Americana, ya que ellos también tuvieron su guerra con los franceses, con los camboyanos, con los japoneses y con los chinos. Tantas guerras marcaron a esta tierra y a su gente, destruyendo ecosistemas enteros y cambiando los sistemas sociales.

Llegar a Vietnam fue fácil. Unos meses antes, cuando habíamos decidido viajar y nos pusimos de acuerdo en el recorrido, habíamos hecho el trámite para sacar la visa e ingresar al país sin problemas. Nosotros la hicimos por medio de una empresa de turismo de Santa Fe, a quien le pagamos $100 de más por visa para ir a Buenos Aires y presentar todos los papeles en el consulado. La visa también se puede obtener en Internet, pero sale un poquito más caro.

Nuestro cruce de frontera fue desde Phnom Phen, en Camboya. Pensamos en varias opciones, pero la que más nos convenció -para evitar varios medios de transporte para cambiar de país- fue tomarnos un bote rápido por 23 dólares cada uno, que nos llevó por el río hasta el puesto fronterizo. Allí bajamos e hicimos sellar los pasaportes. Y seguimos sin problemas hasta el primer pueblo vietnamita sobre el río Mekong: Chau Doc.

Ya desde el bote vimos varios asentamientos de casas al lado del río o directamente sobre el agua, lo que ellos llaman casas o barrios flotantes. En esta parte del mundo, el Mekong es la guía, el eje, la columna vertebral de las vidas humanas. Del río comen, sobre el río viven, por el río se transportan en canoas, barcos y botes. Los niños se bañan en el río y esperan que pasen las embarcaciones para saludarlas desde la orilla. Este primer pantallazo nos hizo acordar mucho al viaje que realizamos en el año 2010 por el Amazonas, en Brasil. Allí también vimos casas flotantes, escuelas, comedores, pueblos enteros sobre el río. Las necesidades de la gente también se parecen. Las casas son muy humildes y los niños salen acelerados en sus canoas a pedir que la gente sobre los barcos les tire comida o dinero. La mayor diferencia entre los dos ríos está en la cantidad de población que vive en sus orillas. En Vietnam hay una población de 90 millones en una superficie que se equipara a poner tres veces la provincia de Santa Fe. ¡Es demasiada gente y se nota! Todo está colapsado y el río lo sufre. La contaminación es alta ya que todo lo que sale de las casas termina en las aguas cada vez más marrones. En cambio, en el Amazonas la densidad de población en mucho menor, por lo que el río no siente tanto la presencia humana.

EL TRÁNSITO, UN VERDADERO CAOS

Desde Chau Doc nos movimos a My Tho en bus para pasar sólo una noche y luego seguir hasta Ho Chi Min, ex Saigón. Nuestros primeros viajes en colectivo ya nos dieron una pauta del caos que es el tráfico en Vietnam. La cantidad de motos es un tercio al número de la población del país. ¿Se imaginan? Son casi 30 millones de motos haciendo ruido y tocando bocina cons-tan-te-men-te. Y si, la verdad es que llega a saturar bastante. Los viajes en colectivo son casi imposibles de soportar. Casi no se ve campo abierto cuando uno va por la ruta, hay población viviendo a todo lo largo de las carreteras, por lo que el colectivo va tocando bocina casi sin parar a las motos, bicicletas, niños, perros y búfalos de agua que se le cruzan por el camino. Ni pensar de viajar de noche, ya que aunque la población, perros y búfalos están durmiendo, la tendencia de tocar bocina continúa, como si fuera una moda. Sucede que cuando se logra conciliar mínimamente el sueño, los bocinazos te despiertan durante toda la noche. Optamos entonces por los viajes en tren que, aunque cuesta un poco más caro, nos permitió aprovechar para viajar de noche y dormir en los camarotes.

Este mismo caos se vive en las ciudades, pero empeora ya que ahora uno es un peatón. Caminar por las veredas y cruzar las calles puede volverse complicado. Prácticamente todas las veredas están siempre ocupadas por motos estacionadas o por puestos de comida que sacan sus mesas y sillas a la calle. Esto implica tener que bajarse del cordón, y caminar por donde están pasando miles de motos y bicicletas. Mientras que pasaban los días en Vietnam aprendimos que puede llevar más tiempo de lo esperado caminar unos cientos de metros en las grandes ciudades. Fueron en total 18 días, un poco más de lo esperado y creo también más de lo deseado. El caos constante en las calles llega a cansar. No es un desorden que vibra y dan ganas de conocer cosas nuevas o de meterse en los rincones, como me pasó en Marruecos, por ejemplo. Es más un desorden del cual dan ganas de salir corriendo.

COSTUMBRES, SABORES Y AÑORANZAS

La llegada a Ho Chi Min la hicimos con dos alemanes, padre e hijo, que estaban viajando 20 días por Vietnam. Con ellos charlamos durante todo el viaje en bus y como la estación de buses queda lejos del centro y no hay un buen servicio de colectivos locales para moverse en las ciudades, decidimos tomar un taxi entre los cuatro. Se recomienda, antes de subirse al vehículo, decirle al chofer que ponga el taxímetro, así uno puede tener un control de lo que le van a cobrar. Puede suceder que no lo pongan a propósito y después cobren un precio desorbitado sin que uno ni siquiera se de cuenta. En las guías de viaje siempre recomiendan algunas empresas de taxis de absoluta confianza. Nosotros tuvimos que tomar varios y nunca tuvimos problema. No fue así con las moto-taxi que cobran un precio muy alto si no se llega a un acuerdo previo.

La llegada fue sencilla, el problema fue salir. Habíamos leído que por el TET o Año Nuevo Vietnamita el país se colapsa de gente viajando y que todo es mucho más caro, pero no pensamos que iba a ser tan al pie de la letra. Quisimos sacar tickets de tren o de bus hacia Dalat, una ciudad en la montaña con un clima más fresco que en HCM, pero no había pasajes hasta después de 15 días. Luego de varias idas y vueltas terminamos sacando sin demasiado entusiasmo un ticket para movernos a Nha Trang tres días más tarde. Por este motivo estuvimos cinco días en HCM; así pudimos caminar sus calles, perdernos un poco en sus escondites, ir a los museos y conocer a Vu y su novio italiano.

Los conocimos por medio del grupo de Couchsurfing.org y nos invitaron a comer a un restaurante de comida tradicional. Una de las preguntas que teníamos para hacerles fue el motivo de unos sobres rojos que la gente colgaba de los árboles de flores amarillas y que se estaban vendiendo en todos lados. Al hacer esta pregunta, sacan de sus bolsillos dos sobres rojos, uno para mí y uno para mi esposo como forma de hacernos parte de su TET. La idea es poner un billete aunque sea de muy poco valor dentro del sobre y regalárselo a las personas que uno quiere. Es la forma de desear buena fortuna, buenos deseos y un buen año. Me emocionó muchísimo el gesto ya que apenas nos conocían y ellos le dan gran importancia a cada una de las costumbres.

Algo que nos hizo reír mucho fue entender cómo los sabores que uno considera ricos o feos cuando hablamos de comida están totalmente a merced de las costumbres que se traen de casa. Lo que para nosotros es incomible por lo picante, en Vietnam (que aunque menos que en China y en Tailandia, la comida siempre tiene un dejo de picante o al menos tienen siempre al lado del plato otro con condimentos rojos que arden de solo mirarlos) es normal y así la comida tiene sabor verdadero.

Vu nos contaba que cuando estuvo en Argentina hace unos años todo le parecía soso y desabrido, y que cuando pidió algo de condimento picante le trajeron... ¡chimichurri! Nos reímos mucho con esta anécdota que nos hizo entender que, al fin y al cabo, aunque viajar para muchos de nosotros es el mayor objetivo en la vida, no hay nada como volver a casa y disfrutar de lo que estamos acostumbrados.

No hablo sólo en relación con la comida. Se extrañan olores, costumbres, el saludo de la gente en la calle y hasta los ladridos de los perros que no te dejan dormir de noche. En un viaje que hice hace unos años, extrañaba el olor a las tostadas de la mañana mientras me tomaba un mate. Uno extraña las cosas más ridículas a veces.

LAS HUELLAS DE LA GUERRA

En HCM fuimos al “War Remnants Museum”, que muestra las consecuencias de la guerra en el país. Es impactante el sufrimiento por el que la población vietnamita tuvo que pasar para poder sobrevivir y finalmente lograr la unificación. Allí muestran fotografías de las actividades de los niños durante la guerra, haciendo sombreros y atravesando los túneles para ir a la escuela. También se cuenta de la oposición a la guerra que hubo en todas partes del mundo, las manifestaciones muy populosas en los Estados Unidos, Europa, y gran parte de Sudamérica. Se ven, también, fotos de las consecuencias de lo que se llamó el “Agente Naranja”. Este es un químico herbicida y defoliante que fue utilizado por el ejército norteamericano para destruir la vegetación en Vietnam y de esa manera impedir que los soldados vietnamitas se movieran por un medio que solo ellos conocían. Es que la selva era su medio y sabían cómo y por dónde moverse. Como consecuencia directa del uso de este químico (sumado a los bombardeos contantes) se destruyó casi la totalidad de la vegetación natural del país con pocas probabilidades de que vuelva a crecer, ya que el suelo quedó totalmente contaminado. Esta misma contaminación se transmite al agua de los ríos y por lo tanto a las plantaciones. Esa comida fue consumida por la población y el resultado fue un alto porcentaje de personas con deformaciones y retrasos. Es notable, principalmente en el sur, la cantidad de personas con malformaciones que están pidiendo dinero o comida en la calle. Hay algunas organizaciones ayudando a las personas que hoy en día siguen siendo afectadas por esto, pero nadie se hace cargo realmente, ni siquiera los Estados Unidos.

También visitamos el Palacio de Reunificación, un edificio muy moderno que nos recordó a las obras de Niemeyer en Brasil. Este lugar fue testigo de la llegada de los comunistas a Saigón en el año 1975. Vietnam del sur aún estaba bajo mando de un gobierno títere, controlado por los Estados Unidos. Llegaron los comunistas en sus tanques y tiraron abajo la reja de entrada. Cuando encontraron al General Minh que se estaba haciendo cargo del gobierno del sur, le dijo al oficial comunista: “Estaba esperándolos desde esta mañana temprano para transferirles el poder”, a lo que el oficial comunista contestó, sin pelos en la lengua: “No se puede dar lo que no se tiene”.

Lo más impresionante del Palacio de Reunificación es el bunker que se construyó en el sótano con la idea de poder dirigir cualquier problema de Estado desde allí y sobrevivir a cualquier bombardeo. Se aprendió esto del pasado, ya que antes del palacio actual había otro -de estilo francés- que fue destruido en el año 1962 por los bombardeos contra el presidente que tomó el poder luego de que los franceses abandonaran el territorio.

La historia de Vietnam no es fácil de comprender, pero lo importante es tener en claro que la guerra con los Estados Unidos fue sólo una más. Los franceses ocuparon Vietnam y el resto de lo que se conoció como Indochina (Tailandia y Camboya) a mitades del siglo XIX y cambiaron costumbres y arquitectura del país.

Tanto en Ho Chi Min como en Hanoi, al norte del país, esto es notable en las edificaciones afrancesadas. Y claro está, por donde pasaron los franceses dejaron la pasión por la baguette, que se consigue en todos lados. Dejamos atrás Ho Chi Min, luego de varios días de aventura, para dirigirnos a Nha Trang. Nuevos relatos sobre Vietnam esperan.

PALACIO DE REUNIFICACION.JPG

El Palacio de Reunificación, ubicado en Ho Chi Min, fue testigo de la llegada de los comunistas a Saigón en el año 1975.

CANOA 2.JPG

Canoas, barcos y botes surcan el río Mekong.

BARRIOS FLOTANTES.JPG

El Mekong es el eje de la población vietnamita. Sobre el río se vive en verdaderos barrios flotantes.

FLORES.JPG

Los vendedores de flores recorren las calles en época de conmemoración del Año Nuevo Vietnamita.

UNA FIESTA DE 14 DÍAS

Chau Doc es un típico pueblo (y cuando digo pueblo hablo de 120.000 habitantes) sobre estas aguas dulces, con miles de dueños de botes vendiendo a los turistas un paseo de una hora, dos o las que sean necesarias para conocer la zona. Cuando llegamos, caminamos hasta el hotel que habíamos reservado. La habitación tenía un balconcito que daba hacia el mercado central del pueblo. Quisimos salir a tomar unos mates al balcón, pero era tan abrasador el calor que decidimos quedarnos adentro, bajo la protección del aire acondicionado.

Caminando por el pueblo nos empezamos a dar cuenta de que algo estaba pasando; había un espíritu de alegría en las calles, cientos de vendedores de flores amarillas y rojas. Era claro: el TET o Año Nuevo Vietnamita estaba empezando. Esta es la celebración más importante de Vietnam y los chinos la llaman Chinese Lunar Year. Es una fiesta que dura aproximadamente 14 días. Durante esas dos semanas los vietnamitas tienen vacaciones y el país entero se está moviendo de una ciudad a otra para visitar a sus familiares. Hay muchas tradiciones durante estos días.

Antes de comenzar el año la gente limpia a fondo sus casas, pide perdón si es necesario, paga las deudas, hace todo lo posible para arrancar el año sin manchas, limpiando todo tanto física como espiritualmente. Pasan el tiempo en familia y se hacen regalos. El día en que terminó el año y comenzó el nuevo estábamos en Ho Chi Min y se celebró con un festival de música, muchas flores decorando largas calles, luces por todos lados y un show de fuegos artificiales como nunca ví. El hombre que estaba a nuestro lado con su hijo en brazos festejaba cada uno de las explosiones como si fuera, él también, un niño.

EN LA CALLE.JPG

Las veredas están, casi siempre, ocupadas por motos estacionadas o puestos de comida que sacan sus mesas y sillas a la calle.