Damas antiguas, paraguas y otras mazamorras

Vistos a la distancia, mediados ahora por tus hijos, convertido uno mismo muchas veces en sólo un espectador, veo los actos escolares con un dejo (porque uno los ha dejado; y ellos nos han dejado a nosotros...) de nostalgia. ¿Qué cosa es una mazamorra?

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO. [email protected]. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI. [email protected].

Damas antiguas, paraguas  y otras mazamorras
 

El acto del 25 de mayo era y aún es un gran espectáculo, una puesta en escena, una representación que requiere ensayo, vestuario, coreografía y coordinación; más el previsto toque imprevisto de un micrófono que no anda, un sombrero que se vuela, una peineta que se quiebra; mientras se te descompone de última el vendedor de velas o de plumeros. Jodido quedarte sin velas ni plumeros en pleno acto del 25 de mayo, con una semi revolución en marcha.

Ahora todo parece más fácil y con un poco menos de magia: los disfraces se alquilan y la pulseada pasa, nomás, por asegurarte para tu hija el disputado puesto de dama antigua. Pero hace cuarenta años, en un pueblo del interior, con el negocio de alquiler de disfraces más cercano a cien kilómetros, había que arreglarse con lo que había en tu casa, de tu vecina o de tu tía.

Pueblo de gringos -en mi caso-, además, con lo que generar vendedoras de empanadas calientes para las viejas sin dientes o aguateros negros, demandaba cantidades industriales de corcho quemado. Todavía tengo en mi memoria ese olor a corcho chamuscado que ya no volví a oler nuca más...

Y luego estaban todos esos disfraces -vestuario- que se improvisaban con el endeble papel crepe: dos movimientos en el candombe y ya estabas con medio traje para el resto de la coreografía.

Ahora los trajes se consiguen en un negocio y a lo sumo hay que cuidar los detalles, porque por ejemplo, el pregonero luce impecable con su cara negra y su camisa blanca, si no fuera por la remera de Power Ranger que se entrevé con claridad debajo y que el pregonero no se saca ni para dormir. Y la dama antigua está bellísima y compuesta, en situación y en personaje, pero tiene unos zapatitos de Barbie que quedan siglo y medio -y un hemisferio y una cultura entera- anacrónicos.

Luego, los actos marchaban y marchan aún sobre una lógica de ficción: un cuentito impuesto por el Billiken. ¿Ya se hizo la investigación periodística sobre quién es el dibujante que agregó paraguas a la plaza donde el pueblo quería saber? Ahora van con cubiertas para quemar, bombas, cohetes y otros elementos que a lo mejor aparecen en actos futuros, qué sé yo, el 25 de mayo de 2050.

¿Está demostrada la lluvia por esos días de mayo? Recuerdo todavía un versito escolar que hablaba de “una fina llovizna que calaba hasta los huesos” (huesos, dije, manga de mal pensados). Jodido andar con los huesos calados para romper las cadenas que nos hacían súbditos de España. A los efectos revolucionarios y semánticos, siempre es mejor un buen día soleado.

Y nos vamos yendo: el acto del 25 de mayo fue hermoso. Pero aviso que mi hija ya lleva tres años seguidos de vendedora de empanadas (y odia la parte de “para las viejas sin dientes”: tuve que readaptarle la rima y más o menos acepta mascullando “para las señoras sonrientes”). Si el año próximo no es dama antigua, se pudre todo.