En Familia

Violencia masculina

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ilustración lucas cejas

Rubén Panotto (*)

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Nos estamos acostumbrado a definir a la violencia intrafamiliar como violencia de género, asumiendo que todo el mundo entiende de qué se trata. El uso de los “ismos” es un fenómeno cultural y social que surge entre los siglos XIX y XX, para definir tendencias y sistemas de cambios culturales, como en el arte, la filosofía, y sociales, a través de nuevas teorías del pensamiento y comportamiento humanos. De esta manera, hemos asimilado dos términos: feminismo y machismo, que tampoco conocemos popularmente lo suficiente como para que estemos en acuerdo de que hablamos de lo mismo. Hasta aquí no estamos proponiendo ninguna negación ni consentimiento total a los términos mencionados, pero creemos necesario establecer algunas diferencias y opiniones, sin pudor de ser considerados ignorantes o retrógrados, con lo cual entraríamos en el ámbito de la discriminación. Partiendo de la base de que la violencia contra las mujeres es primordialmente ejercida por varones, es correcto que se ponga el acento prioritario en las actuaciones preventivo-asistenciales hacia las víctimas, que son las mujeres de todas las edades. Ahora bien, para lograr la dignificación, el empoderamiento y la autonomía de las mujeres, para que puedan vivir en paz, justicia e igualdad, no alcanza con judicializar al varón golpeador si esto no se acompaña con un enérgico plan de educación y prevención en toda la comunidad masculina, desde su primera infancia. El problema es mucho más profundo que un enfrentamiento machismo-feminismo, tampoco es solamente cultural, porque afecta a la estructura bio-psico-social-espiritual de las personas, tanto de varones como de mujeres. Vemos con angustia que no obstante los esfuerzos institucionales que se hacen para frenar una de las más horrorosas consecuencias de la violencia, no se estén obteniendo los logros esperados. ¿No será acertado pensar que faltan otras acciones para detener este holocausto? Consideremos si las medidas que se practican no están generando, sin percibirlo, algún efecto secundario en contra de los objetivos. El énfasis en proteger a las víctimas y castigar al victimario puede generar la idea de que este problema es “de” las mujeres y no “para” las mujeres, ya que la realidad muestra que es un serio problema “de” los varones. Es por esto que, como expresa el psicoterapeuta especialista en varones Luis Bonino Méndez, director del Centro de Estudios de la Condición Masculina de Madrid (España), “es importante que en cualquier estrategia de prevención de la violencia contra mujeres, no sólo se ocupe de la víctima sino además señalar sin temor que los varones son los principales ejecutores de esta violencia, para incluirlos en las estrategias combatiendo judicialmente sus comportamientos... pero considerar también la violencia masculina como objeto de investigación y prevención, detección precoz, asistencia y reeducación”.

La advertencia bíblica rechaza y castiga la violencia y enaltece la paz en el mundo. La profecía de Ezequiel anticipa: “Prepara las cadenas porque el país se ha llenado de sangre y la ciudad está llena de violencia... pondré fin a la soberbia de los poderosos, y sus santuarios serán profanados”.

(*) Orientador Familiar.

Dato útil: Centro de Asistencia a la Víctima y al Testigo, Eva Perón 2726. Tels. 4573904/3374.