Ballet Estatal de San Petersburgo

Cisnes que fascinan en el hielo

Cisnes que  fascinan  en el hielo

El minucioso desempeño de los bailarines fue una de las notas sobresalientes de la presentación de la obra de Tchaikovsky. Foto: Mauricio Garin

 

Juan Ignacio Novak

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“El lago de los cisnes” es uno de los trabajos más conocidos del compositor ruso Piotr Tchaikovsky, que vivió en la segunda mitad del siglo XIX. Una versión completa de esta obra fue la que puso en escena el Ballet Estatal de San Petersburgo sobre Hielo en la Sala Mayor del Teatro Municipal 1º de Mayo, durante dos funciones que se realizaron el fin de semana.

Los inmortales acordes del también creador de “El cascanueces” cobraron vida en los estilizados y gráciles cuerpos de los numerosos bailarines-patinadores, en un espectáculo de casi dos horas de duración que obligó a transformar el escenario en una auténtica pista de hielo. Igual que ocurrió el año pasado, cuando se presentó en el mismo espacio el Ballet de Moscú.

El despliegue escénico que realizan los jóvenes artistas es digno de admiración, sobre todo por el rigor y la armoniosa exactitud con la que confluyen los elementos que forman parte de la aclamada puesta. Todas las coreografías, algunas de ellas de mucha complejidad en su concepción, están resueltas con una coordinación impecable.

Estos méritos denotan no únicamente el profesionalismo, sino que también permiten inferir que hay un arduo trabajo de ensayo. Un aspecto que queda patente en la naturalidad con se movilizan los bailarines en el escenario, al que aprovechan en todo su potencial. Y en la prolijidad con la que emprenden cada uno de sus estudiados movimientos.

En efecto, casi la totalidad de los integrantes del ballet tiene sus instantes de lucimiento personal. Pero es especialmente destacable la labor que desarrollan tres de los protagonistas, quienes interpretan los personajes del príncipe Sigfrido, Odette y el Bufón. Este último, es uno de los que más aplausos cosechó entre el público durante sus afortunadas intervenciones, en las que demuestra gran agilidad y dominio corporal.

El vestuario es otro componente sobresaliente de la presentación del ballet. No sólo resalta por su amplio abanico de tonalidades, sino también por su diversidad. A la vez, es correcto el diseño de las escenografías (que, en rigor, son dos que varían durante los cuatro actos) y la iluminación, que se podría haber aprovechado inclusive un poco más en algunos segmentos.

Tal vez haya que marcar la presencia de algunas pequeñas imperfecciones en la superficie de la pista de hielo. Y también apuntar que una mayor dimensión de la misma hubiera ofrecido a los patinadores mayores posibilidades de expresión. Pero estas salvedades no alcanzan, bajo ningún concepto, a deslucir un trabajo que en su conjunto funciona a la perfección y está a la altura de las expectativas de los espectadores.