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Darwin en clave matemática

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Gregory Chaitin (Estados Unidos, 1947), hijo de padres argentinos, es un renombrado matemático, conocido sobre todo por su descubrimiento del número Omega (o constante de Chaitin). En Demostrando a Darwin se propone exponer la estructura matemática que subyace en lo más hondo de la biología, para señalar así “las ocultas entrañas matemáticas de la vida”, una teoría que el autor llama metabiología (que llama así por considerar que esta nueva disciplina constituye una versión muy simplificada de la biología real).

Se habla del ADN como un programa informático. “En eso consiste toda la idea: en convertir esa metáfora en una teoría matemática de la evolución. De hecho, resulta que las herramientas matemáticas para lograrlo ya existían en la década de 1970. Concretando aún más, trataremos la evolución como un paseo aleatorio por el espacio del software”.

La biología, sostiene el autor, trata sobre información, y especifica sobre información algorítmica. Nos recuerda que la noción de que el mundo está hecho de matemáticas no empieza con Kepler, Newton y Laplace, sino con Pitágoras, y “la metabiología es una especie de biología pitagórica. La física teórica moderna sigue a Pitágoras. Para Platón, el mundo de las ideas (matemáticas) es más real que el mundo real. El mundo de las ideas es estático, eterno, perfecto; el mundo real, el mundo aparente, es efímero. Pero la vida es plástica, ¡creativa! ¿Cómo se puede crear a partir de unas matemáticas estáticas, eternas, perfectas?”. Las matemáticas posmodernas pueden servir para responder a tal pregunta. Y la respuesta es que la vida es software creativo, plástico y la física, hardware rígido, mecánico.

A través de los teóricos clásicos de la computación (Von Neuman, Turing, Gödel), Chaitin estudia uno de los principios básicos de la teoría de la evolución de Darwin, el de la selección natural de las especies a través de las mutaciones azarosas. Publicó Tusquets.