editorial

La ciudad frente a la crecida

  • Cuando el río descienda, tal sea el momento de comenzar a pensar en la reubicación de familias que habitan zonas bajas y fuera del anillo defensivo.

Los imprevistos existen. De hecho, los primeros sorprendidos fueron los técnicos del Instituto Nacional del Agua durante aquel fin de semana en el que las lluvias en el sur de Brasil y Paraguay desataron el alerta de crecida de los ríos que confluyen en la cuenca del Paraná.

Pero, aun en este contexto, es justo reconocer que en la ciudad de Santa Fe se están tomando desde entonces todas las previsiones del caso.

Seguramente no es casualidad. La lección de la crecida del río Salado durante aquel trágico 2003 dejó huellas profundas en una ciudad que no aceptaría ser tomada nuevamente por sorpresa. En 2007, lluvias extraordinarias trajeron a la memoria de los vecinos los peores momentos vividos pocos años antes.

Ahora, ante el alerta planteada por la crecida del Paraná, la ciudad se puso inmediatamente en movimiento. En estos momentos, terminan de construirse los refugios para alojar a las familias que serán evacuadas de La Vuelta del Paraguayo y de un sector específico de Colastiné Sur. Cuadrillas municipales recorren y custodian las defensas, mientras operarios y maquinarias del gobierno provincial continúan reparando el anillo defensivo, desobstruyendo canales y desagües.

Las bombas extractoras están preparadas para comenzar a operar frente a la posibilidad de lluvias locales. En Rincón, repararon cárcavas en el terraplén de la estación de bombeo Los Espinillos.

El sector conocido como El Garello, junto a la toma de agua del río Colastiné, es uno de los puntos críticos. Es que allí el poder de erosión del río Colastiné —y del agua que viene del Ubajay— es muy importante. Por eso, en 2011 el Ministerio de Aguas de la provincia realizó una obra de protección del terraplén. Pero en sólo dos años ya se produjeron algunos socavones. Durante los últimos días, operarios de una empresa contratista trabajaron en la colocación de tierra-cemento y compactaron el material.

Nada garantiza que los problemas no se produzcan o que las estimaciones sobre el pico de la crecida no se modifiquen con el correr de los días. La naturaleza se encarga de demostrar, cada vez con mayor frecuencia, que puede tornarse impredecible e incontrolable.

Sin embargo, no es lo mismo enfrentar una situación crítica con todas las previsiones del caso, que afrontarla de manera improvisada, como sucediera en un pasado no muy lejano en Santa Fe.

La ciudad cuenta hoy con protocolos de actuación que se activan ante la primera señal de alerta. Y esto va más allá de quiénes sean los gobernantes de turno. Seguramente, ya no habrá marcha atrás en este sentido. En el futuro, frente a potenciales riesgos, la ciudadanía sabrá qué exigir de sus autoridades. Nadie podrá hacerse el distraído.

Cuando la actual emergencia sea superada, llegará el momento del balance. Quizá sea ésta una buena oportunidad para repensar algunas cosas como, por ejemplo, el hecho de que se permita la instalación de viviendas en lugares bajos y fuera de los anillos defensivos.

Nada de lo que se está haciendo es gratuito. La ciudad y la provincia enfrentan en estos momentos enormes gastos para salvaguardar las vidas de estas pocas familias.

Tal vez sea el momento de evaluar cómo y dónde pueden ser reubicadas una vez que el río baje. Tomar este tipo de decisiones será, seguramente, lo más saludable para todos.

Es justo reconocer que en la ciudad de Santa Fe se están tomando desde entonces todas las previsiones del caso.