Conectar vidas, compartir culturas

Conectar vidas, compartir culturas
 

AFS es una ONG de base voluntaria, cuya misión es lograr el entendimiento entre los pueblos y la paz mundial. Lo hace a través de Programas de Intercambio Cultural, en los que participan adolescentes que quieran conocer una cultura, un idioma, tener otras costumbres. Busca nuevas familias “anfitrionas” para los chicos que llegan a mediados de agosto.

TEXTOS. REVISTA NOSOTROS. FOTOS. GUILLERMO DI SALVATORE Y GENTILEZA AFS Y FAMILIA TACCA.

Un sábado por la mañana, y después de varios intentos, conseguimos reunir a los Tacca, una familia de nuestra ciudad que desde agosto del año pasado hospeda a Blanche, una estudiante francesa de 18 años que participa de un programa de intercambio cultural de AFS (American Field Services), una organización no-gubernamental sin fines de lucro y de base voluntaria, cuya misión es lograr el entendimiento entre los pueblos y la paz en el mundo, a través de esos programas.

Esta familia de Guadalupe Oeste y su huésped tienen muchas ocupaciones durante la semana (escuela, trabajo, actividades recreativas, entre otras) y fue imposible poder reunirlos para que contaran cómo viven esta experiencia. Sin embargo, un sábado por la mañana tuvimos la posibilidad. Pero la charla tampoco podía ser muy temprano, porque los chicos (entre 15 y 21 años) habían salido la noche anterior, ni más cerca del mediodía, ya que éstos participan del grupo de scouts de la parroquia San Pablo. No obstante, finalmente concretamos la entrevista.

“Somos una familia común, de barrio, no tenemos grandes ingresos ni una casa grande. Mi primera preocupación era si había que reunir ciertos requisitos (por ejemplo, la situación económica) para poder recibir a un chico de intercambio”, reconoció Patricia, la mamá huésped.

Eduardo es su esposo y ambos tienen cuatro hijos: Marcos, de 23 años (quien estudia Ingeniería Nuclear en el Instituto Balseiro de Bariloche); Esteban, 21; Lucía, 18; y Agustín Eduardo, de 15. Tomaron la decisión de alojar a una estudiante pero sólo con la condición de que fuera “un compromiso familiar”, en el que todos participaran.

También les preocupaban los gastos que tendrían que afrontar durante la estadía del joven. “La familia anfitriona tiene que considerar al estudiante como a un hijo más respecto a los gastos de la casa: vivienda y comida, que debemos cubrir. Y otras actividades extraescolares que quiera hacer (como guitarra, adonde va Blanche) van por su cuenta, al igual que sus viajes. También la invitamos a otros viajes que hizo toda la familia, que ella aceptó, aunque no tiene la obligación de hacerlo”.

Agustín fue quien, el año pasado, había propuesto a su familia la idea de alojar a un estudiante de intercambio. “En mi escuela, el Industrial, había una chica de intercambio de Finlandia, y yo la agregué al Facebook. Una vez compartió algo de la organización, entré y vi que llegaban chicos de todas partes del mundo. Era marzo o abril, bastante próximo a agosto que llegaban. Lo propuse, lo charlamos en familia y así surgió la idea”, recordó.

Pero los Tacca admitieron que “al principio no le dimos mucha importancia al tema, no estábamos muy convencidos, pero después le dijimos a Agustín que avisara que nuestra familia estaría dispuesta a recibir a un estudiante de otro país. A los tres días nos llamaron para conversar, lo que demuestra que había dificultades para conseguir familias”. (Ver Buscan familias anfitrionas)

LA PREVIA

A partir de allí, los papás tuvieron varias entrevistas con gente de la organización para interiorizarse sobre el sistema, las reglas que tenían tanto ellos como familia huésped como los estudiantes de intercambio, entre otras cuestiones. Les aclararon que “no se tiene en cuenta si uno tiene grandes comodidades sino que lo importante es brindarle contención afectiva al chico que viene, proponerle hacer actividades juntos, y acompañarlo en su adaptación”, explicaron.

El idioma no fue una barrera para recibir a su huésped: como la familia no sabe francés advirtió que el inglés los podría ayudar a comunicarse, a pesar de que “los franceses pronuncian distinto las erres y el inglés se complica”, comentaron. Sólo en los primeros días desde el arribo de Blanche a nuestra ciudad tuvieron algunos inconvenientes en este sentido. Después, ella aprendió muy bien el castellano.

Los Tacca, además, tuvieron la posibilidad de “elegir al candidato ideal”, viendo varios perfiles o legajos de los chicos que iban a llegar. “Buscábamos una persona que le gustara la naturaleza y ese tipo de cosas. El estudiante tiene que compartir las actividades que realiza la familia, sobre todo para no quedar ‘colgado’ durante su estadía. De todas maneras, tiene que hacer su propia vida; no significa que el estudiante tenga que hacer todo lo que hace la familia. Elegir entre los perfiles fue otra oportunidad que tuvimos, a pesar de que faltaba poco tiempo para el arribo de los chicos. Nos mandaron seis candidatos y ¡mirá lo que elegimos!”, bromearon.

En este punto, relataron una situación que se dio a fin de año: “Mandamos a Blanche a una escuela (el Industrial, donde van nuestros chicos) que después no le resultó por los inconvenientes que tenía con las materias técnicas. Juntos analizamos y resolvimos el cambio al Verna porque ella lo pidió. Además, ella tiene sus propias amigas y se reúne con las chicas de su curso. Generalmente hacen muchas actividades compartidas con Lucía y Esteban, por el grupo de scout y de los amigos. Pero también tiene las propias: va a guitarra (igual que Esteban); Lucía hace voley pero Blanche no, va a la pileta. No tiene que estar pegada al resto de los chicos para no perder su identidad, sus gustos”.

NUEVAS COSTUMBRES

Blanche festejó sus 18 años con su familia santafesina. Vive en el norte de Francia, cerca de Bélgica, con sus padres y dos hermanas más grandes. El hecho de haber alojado en su casa a una chica de Suecia, durante un año, le dio ganas de experimentar esa vivencia en otro país.

“Elegí Argentina porque quería aprender español y por su cultura, sus costumbres y paisajes. Al momento de decidir irme de intercambio durante un año estaba muy entusiasmada; pensaba que iba a ser genial, pero el día antes de partir decía ‘¿Qué hice?’”, recordó bromeando.

Ocurre que “extrañar a tu familia es lo más difícil”, según admitió. “Durante este año no volví a mi casa pero estoy en contacto a través de Skype. Extraño a mi familia, sobre todo durante el primer mes de estar acá, pero después cada vez menos. Me faltan unos días para irme. No tengo muchas ganas de volver porque va a ser difícil la adaptación de nuevo a la vida de allá”.

Sin embargo, la contención que recibió en su familia anfitriona le permitió adaptarse a su nueva vida sin problemas. “Me gusta mucho esta familia porque hay muchos chicos y puedo hacer cosas con ellos. Siempre hay gente en la casa, a diferencia de otros estudiantes que están siempre solos. Además, como tengo hermanas no estoy acostumbrada a estar sola, sola. También tenemos los mismos gustos: la naturaleza, los viajes, el scout. Esto está bueno y los siento mucho más como mi familia”.

Tras estos meses de vivir con los Tacca, Blanche habla muy bien el idioma y agregó a su menú de comidas el asado, el pollo, el dulce de leche y las empanadas porque le encantaron. Al igual que el mate, pero siempre que no esté muy caliente, según aclaró.

También incorporó otra costumbre muy nuestra: dormir la siesta y ahora “desaparece hasta las 5 de la tarde”, rieron los Ta- cca, y ella marcó una diferencia: “En mi país -por ejemplo- iba a la escuela de 8 a 17, así que siesta no había (se ríe). Allá hacía deportes, salía con amigos o escuchaba música”.

Y aprovechó su estadía para conocer los paisajes argentinos, como Ushuaia, Bariloche y las Cataratas del Iguazú. En este punto, aclaró que “en AFS nos permiten viajar, aunque habitualmente no deberíamos viajar tanto pero como el país es tan grande quería aprovechar el tiempo para poder hacerlo. Para eso, me dieron una autorización especial, y también lo tuvieron que hacer mis padres de allá”.

SATISFACCIÓN MUTUA

Los padres aseguraron que “Blanche se integró muy bien con nuestros amigos y familiares y nunca tuvimos problemas. Es muy comedida y siempre está ofreciéndose para ayudar a alguien. Además, el primer día que entró a nuestra casa le mostramos una grilla que tenemos de quién lava los platos cada día de la semana y también la incluimos a ella”.

“Eso es mejor, porque así te sentís realmente de la familia; no tenés que tener alguien que te haga todo”, dijo Blanche. Y Lucía agregó: “Eso fue una de las cosas que nos dijeron desde AFS: que desde el primer momento la tratemos como a una integrante más de la familia, porque ocurre que algunos los tratan como si fuera un invitado de la casa, y cuando el estudiante quiere hacer el cambio le cuesta mucho más. Blanche, el día que llegó, ya lavó los platos y se hizo la cama”, bromeó.

Y Patricia contó otra infidencia casera: “Además, aprendió que en esta casa el primero que llega cocina porque todos tenemos horarios diferentes, y llegamos tarde. También le pedimos que se ordene la habitación y se haga la cama, hábitos que ella ya tenía de su casa”.

De esta manera, remarcaron la intención de AFS de que las familias anfitrionas deben seguir con sus actividades cotidianas, sin modificarlas por la presencia de los chicos de intercambio, quienes deben adaptarse a ellas.

“Ella se ha adaptado muy bien; no hemos tenido que repetirle reglas. De entrada, entendió la dinámica de la familia y nosotros no tuvimos que cambiar nada por ella, algo muy importante. Nosotros seguimos haciendo nuestra vida normal, sin ningún cambio porque está Blanche en casa. Esto es muy positivo y demuestra que nadie está actuando, que todos somos verdaderamente auténticos con ella”, plantearon.

Además, destacaron que “no hemos tenido inconvenientes en ningún momento por lo que no tuvimos que llamar a la consejera de AFS, que tienen los estudiantes de intercambio. Los chicos tienen reglas básicas de comportamiento y si -por ejemplo- se droga, toma o pasa por otro tipo de situaciones extremas hay que avisar a AFS y deben volver a sus casas. Durante estos casi doce meses que pasamos juntos hubo lindos y difíciles momentos, pero los pasamos juntos y salimos adelante, entre todos; ella fue parte de la familia, una más”.

Por último, Blanche evaluó su estadía en la casa de los Tacca diciendo que “aprendí mucho de Argentina, tanto las buenas como las malas costumbres. Pero todo es aprendizaje. El 17 de julio viajo de vuelta a Francia y después espero que ellos me vengan a visitar, pero también me gustaría que mi familia viniera acá”.

“Lo importante es brindarle contención afectiva al chico que viene, proponerle hacer actividades juntos, y acompañarlo en su adaptación”

¿Qué es AFS?

AFS Programas Interculturales es una institución creada tras la Segunda Guerra Mundial, cuyo objetivo primordial es promover oportunidades de aprendizaje intercultural para ayudar a sus participantes a que desarrollen las habilidades y la comprensión que se necesitan de manera de poder crear un mundo más justo y en paz.

Tiene presencia en más de 80 países en todos los continentes y en nuestro país cuenta con una oficina nacional ubicada en Buenos Aires y más de 50 representaciones en todas las provincias argentinas y en Uruguay, con una estructura de más de 500 voluntarios.

En nuestra provincia, la organización hoy se encuentra acompañando en el proceso de intercambio a 9 chicos de distintas nacionalidades que comparten la experiencia intercultural con familias, escuelas y la comunidad en sí, entre agosto de 2012 y julio de 2013.

Un tesoro para toda la vida

TEXTOS Y FOTOS. IVANA BATLLE CASAS, VOLUNTARIA DE AFS.

Tengo 31 años, soy Licenciada en Publicidad, Fotógrafa y Corredora Inmobiliaria. Actualmente, tengo una oficina inmobiliaria en nuestra ciudad, luego de haber vivido en diferentes lugares del país y del mundo.

Mis andanzas comenzaron cuando conocí AFS (American Field Services). Allá por 1998 tenía 16 años y cursaba mi cuarto año del colegio secundario. Un día escuché hablar sobre AFS en la escuela y volví a casa con la idea de “irme de intercambio a otro país”.

Y fue así cómo gracias a la vida -que me ha dado tanto, diría Mercedes Sosa, yo agrego y sobre todo unos padres extraordinarios que siempre apoyaron mis proyectos- en aquel momento empecé la que iría a ser una de las experiencias más intensas e importantes de mi vida, que -además- me marcaría para siempre.

En enero del año siguiente, con 17 años y totalmente convencida de mis ganas de conocer el mundo, partí a Dallas, Texas, Estados Unidos para vivir 6 meses con una familia estadounidense y asistir un semestre al High School (escuela secundaria).

Mi host-family (familia anfitriona) estaba compuesta por Richard Turner, papá anfitrión de 34 años; Deborah, de 33 años, mi mamá; y dos hermanos: Justin y Lauren, de 8 y 4 años. Parte de mi familia americana también era Delisa (27 años en aquel momento), íntima amiga de la familia, quien vivió con nosotros varios meses compartiendo habitación conmigo y era para mí una hermana más.

Hoy, 14 años después, sigo recordando a mi host-family y a mis amigos del intercambio a diario. Con muchos de ellos sigo en contacto frecuente. Eran chicos de mi misma edad, de diferentes países, que también habían ido a Estados Unidos a vivir un intercambio cultural con AFS.

A través de ellos conocí muchos países, aprendí a compartir, a enseñar, a entender y disfrutar de las diferencias. Sin duda, ellos son parte de mí. Nos une, además de miles de anécdotas, el amor por la diversidad en nuestro mundo. Ellos son, por nombrar algunos: Carey, de Nueva Zelanda; Juro, de Eslovaquia; Ricardo y Neto, de Brasil; Aysegul, Irmak, Derya y Alp, de Turquía; Ludmila y Daniel, de Chile; Ronny, de Alemania; Li, de Suecia.

LAZOS GENUINOS

Algo muy particular de las relaciones que uno establece viviendo lejos del país de origen es que son lazos genuinos y profundos, como si se lograra aprovechar cada día al máximo, disfrutar de cada instante como si no se fuera a repetir jamás, porque -de hecho- no sabés si vas a volver allí y más importante aún, no sabés si vas a volver a ver a esas personas alguna vez.

El intercambio transformó mi vida porque me transformó a mí. Puedo asegurar que no es sólo una experiencia de ese momento sino un tesoro para toda la vida, que no termina cuando volvés a tu país de origen sino que perdura para siempre.

Fue mágico meterme en un mundo que -de repente- parecía de película: tomar el “school bus” amarillo y darme cuenta de que existe tal cual lo muestran en el cine; pasear por los pasillos del colegio llenos de lockers; cruzarme con las porristas y los jugadores de fútbol americano y que te inviten a ir con ellos al baile de fin de año. Se trata de conocer una cultura, un idioma, es aprender a respetar las diferencias, entender que se puede pensar de otro modo y tener otras costumbres y que éstas no son peores ni mejores a las propias, simplemente, diferentes.

El intercambio cultural colabora así con el desarrollo y crecimiento personal, nos obliga a afrontar nuevas situaciones, a valernos por nosotros mismos, a ampliar habilidades sociales, a través de la integración con los demás, ayuda a nuestra madurez, seguridad, responsabilidad, independencia.

En definitiva, la mente se abre y, con esto, el corazón. Yo tengo amigos -y lo cuento con mucho orgullo- por todo el mundo y a partir de ahí la cabeza de uno cambia, se van los prejuicios vacíos de fundamento para dar lugar a la tolerancia y el entendimiento. Ésa es la misión de AFS: el entendimiento entre los pueblos, la tolerancia ante las diferencias para alcanzar la paz en el mundo.

Al regresar del intercambio me hice voluntaria de AFS porque me dieron ganas de seguir en contacto con el mundo, con los idiomas, las culturas y con otros ex-estudiantes para intercambiar experiencias. Además, uno quiere transmitir lo vivido y aprendido, motivar a otros a que se animen a hacerlo y ayudar a que lo hagan realidad. Lo que viví fue tan importante e inolvidable para mí que sentí el deseo de aportar lo que me fuera posible desde el voluntariado, para que AFS continúe convirtiendo la vida de miles y miles de personas más alrededor del mundo, así como convirtió la mía.

IMG832.JPG
IMG833.JPG
IMG831.JPG

Buscan familias anfitrionas

Comenzando con un nuevo ciclo en la Estructura Voluntaria, AFS emprendió una nueva búsqueda de familias anfitrionas para los estudiantes que llegarán el 23 de agosto próximo y que estarán compartiendo esta experiencia durante cinco meses (Programa Semestral) u once meses (Programa Anual).

Ellos vienen de diversos países del mundo y tienen entre 16 y 18 años. Son Úrsula (mujer de 16 años), de Austria, programa anual; Hanne (mujer, de 17 años), de Bélgica Flamenca, anual; Karston (hombre de 18 años) de Canadá, anual; Niels (hombre de 18 años) de Dinamarca, anual; Katharina (mujer de 16 años) de Alemania, programa semestral; Marie (mujer de 17 años) de Alemania, anual; Massimo (hombre de 17 años) de Italia, anual; Sofía (mujer de 17 años) de Italia, semestral; Gabriela (mujer de 17 años) de Estados Unidos, semestral; Mary (mujer de 17 años) de Estados Unidos, anual; Benedetta (mujer de 17 años), de Italia, semestral; Uta (mujer de 17 años) de Alemania, anual; y Johannes (hombre de 17 años) de Alemania, anual.

Para ser familia anfitriona no existen muchos requisitos: contar con una cama extra y la posibilidad de brindarle al estudiante las cuatro comidas diarias pero, fundamentalmente, es necesario estar abiertos a esta nueva experiencia y tener ganas de brindarle apoyo y comprensión a este nuevo integrante de la familia.

Conectar vidas, compartir culturas

la estudiante francesa viajó a bariloche con la familia tacca.

AFS emprendió una nueva búsqueda de familias anfitrionas para los estudiantes que llegarán el 23 de agosto próximo y que estarán compartiendo esta experiencia durante cinco u once meses.

IMG_1962.JPG

blanche (der.) con la familia tacca.

+ Información

AFS Santa Fe: e-mail: [email protected]; en Facebook: Afs Santa Fe.