La fiebre rusticana

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Nidya Mondino de Forni

Pasados los años de luchas y sacrificios que caracterizaron el Resurgimiento, Italia se preparó para integrarse a Europa como país unificado. El último tercio del siglo XIX y los comienzos del XX presenciarán ese proceso que en el mundo de la ópera estará presidido por el apogeo del verismo. Poco a poco, las ideas socialistas y anarquistas, la preponderancia de una concepción materialista del mundo, el papel protagónico que iba desempeñando crecientemente la clase obrera al adquirir conciencia de sí misma fueron factores desencadenantes del surgimiento de la nueva estética, personificada en los veristas (realistas), surgida como reacción contra los excesos de la imaginación romántica.

Fue fundamental en Italia el pensamiento y la obra del siciliano Giovanni Verga (1840-1922). Novelista, dramaturgo y autor de relatos breves. Comenzó a escribir novelas siguiendo las tendencias de la época, pero su verdadero talento surgió cuando empezó a escribir sobre los campesinos y pescadores sicilianos (“Caballería rusticana”, “Los Malavoglia”, “Maese Don Gesualdo”...) detallando la vida con dramático y austero realismo, basado en la atenta observación, probando haber comprendido perfectamente el ambiente.

Sus obras, tanto por su contenido como por sus formas, palpitan al unísono con el corazón del pueblo. Posa su mirada sobre la cotidianidad. Elige de ella lo más desgarrador y sufriente. El protagonismo de reyes y princesas y de los ambientes góticos, tan caros a los románticos, pasa ahora al hombre de cada día y a escenas pobladas de motines, cárceles, ejecuciones, venganzas y otras violencias.

En esta atmósfera y de esta atmósfera popular y basada en la obra del escritor siciliano, nace la más característica y relevante obra musical del repertorio romántico-verista; “Caballería Rusticana” del compositor Pietro Mascagni (1863-1945). Quien, luego de asistir a la representación teatral de la misma (que el propio autor había escrito), quedó tan impresionado que sin perder un minuto de tiempo escribió a su amigo Giovanni Targioni Tozzetti, para que le escribiera el libreto. Éste escribió las primeras escenas del drama que completó luego su colega Guido Menasci. A medida que llegan los versos, Mascagni rápidamente les pone música, casi febrilmente. Fue así que en sólo dos meses la obra estaba lista para presentarla a un concurso: “He puesto toda mi esperanza en este concurso y tengo mucha confianza en mi trabajo. Quizás me hago ilusiones esta vez, pero estoy seguro de haber hecho una obra técnicamente perfecta”, escribe a su hermano.

Y a su padre luego: “Querido padre: la intensa emoción me impide contarte detalladamente lo ocurrido en la función de anteayer, que fue realmente asombroso... todos aplaudían, todos estaban de pie, hasta la reina... Me parece que me vuelvo loco... ha sido un éxito colosal”. Vale recordar que Mascagni compuso catorce óperas durante su larga vida, pero ninguna logró superar y ni siquiera igualar el éxito de la primera. La obra se dio a conocer en el Teatro Costanzi de Roma en 1890. Estructurada en un acto, refleja un total rechazo hacia las complejidades sinfónicas wagnerianas, en la medida en que representa una vuelta a los orígenes puramente vocales de la ópera italiana. Situaciones emocionantes con grandes gritos y grandes gestos mantienen al espectador en constante tensión. Las melodías son teatrales, espectaculares, imponiendo a los intérpretes una extensión vocal comparable con la que reclama Wagner en sus óperas.

Con respecto al argumento y a grandes rasgos, la acción se desarrolla en la Sicilia del siglo XIX, en el Día de Pascua. Turiddu es un joven del pueblo que ha vuelto del servicio militar para encontrarse con que su amor, Lola, se ha casado con Alfio, el próspero carretero del pueblo. En venganza seduce a Santuzza, una muchacha aldeana. Escenas de infidelidades y celos se suceden ante la desesperación de Lucía, madre de Turiddu.

La obra culmina con un reto de Alfio al joven. Siguiendo la costumbre siciliana, los dos hombres se abrazan y Turiddu, como muestra de aceptación, muerde la oreja de Alfio haciéndole brotar sangre, lo que significa una lucha a muerte...

Al final y a lo lejos se oyen voces y una mujer grita: “Hanno amazzato compare Turiddu” (“Han matado al compadre Turiddu”). Santuzza se desmaya y Mamma Lucía se desvanece en brazos de las mujeres del pueblo.

Para destacar, la siciliana (danza italiana de origen popular) que Turiddu dedica a Lola: “Oh, Lola bella como los brillantes brotes de la primavera...”; el canto coral: “El aire es dulce con la flor de azahar...”; el himno a la Virgen María; el aria donde Santuzza revela su sufrimiento: “Voi lo sapete, o mamma...”.

Fue aquel el tiempo de la fiebre rusticana que aún hoy continúa. Por eso, a los ciento cincuenta años del nacimiento de su autor Pietro Mascagni, la recordamos.