La reunión con amigos

La reunión con amigos

Las exigencias, compartimentación, fragmentación de la moderna vida moderna, posmoderna o cualquier otra clasificación que le quepa, han generado numerosos grupos de amigos. Y hay que cumplir con todos. Brindo por eso.

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO. [email protected]. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI. [email protected].

 

Tengo un amigo -toda una declaración: al menos tengo un amigo- que dice que si algo interfiere entre vos y la joda, entre vos y la peña, entre vos y la reunión amical, pues hay que eliminar ese obstáculo sin miramientos. Familia y trabajo, por ejemplo, son dos notorias interferencias, que entran entre las primeras candidatas a ser “eliminadas” ni bien uno recibe el alegre canto de sirena del llamado de un amigo.

A diferencia de las múltiples obligaciones de la vida cotidiana, que se pueden también compartir con un amigo, en realidad uno siente que esos llamados están ligados con el placer, la conversación amena y uno que otro barril, lechón o algo por el estilo, con lo que uno calma y colma en un solo y noble acto -se trata de responder al pedido de un amigo, y punto- necesidades espirituales y físicas que nos hacen, si no ser mejores personas, por lo menos más contentas...

Con el festejo del Día del Amigo -ese increíble invento por el cual festejamos la llegada de un solo tipo a la luna que no tenía a nadie a quién abrazar...- se ratificó algo que ya sospechábamos: estamos fragmentados, carajo. Tenemos muchos amigos, muchos grupos.

Hubo hasta desayunos de amigos, que no vienen mal si pensamos que contrastan con los pedantes desayunos de trabajo. Y esto no tiene que ver con que somos tan choborras de arrancar temprano con el chupi o el morfi, sino con el hecho cierto de que no tenemos -como cuando éramos pibes- un solo grupo de amigos, que se reunía a la noche y ya...

Antes, la reunión era con los pibes del barrio o con los del colegio y no había ningún problema de agenda. Pero ahora, entre el grupo del laburo, el otro grupo del laburo (porque tenemos dos laburos o tres; o, especuladores, tenemos dos o tres grupos distintos en el mismo laburo, porque hay que estar...), el de paddle, el de tenis, el fútbol cinco, el de los ex alumnos y el de los defensores del grosor de la capa de ozono, no nos alcanza sólo con la cena y si queremos cumplir con todos, debemos extendernos a lo largo del día -colaciones incluidas, que te dan dos reuniones más, cortitas- e invadir incluso el día anterior y el posterior. “El señor tiene otro grupo de amigos...” dice una publicidad en donde quienes “histeriquean” son los varones, nosotros; y así parece funcionar en la práctica.

Así que hay desayuno de amigos, café de media mañana de amigos, almuerzo de amigos, merienda de amigos, vermú de amigos, cena de amigos y trasnoche de amigos y uno debe hacer malabares para cumplir con todos. Al final de esa jornada y sus agregados, uno termina tres kilos más gordo, por lo menos.

Incide la sociedad de consumo, que logró imponer esa reunión como una de las más convocantes del calendario de “días de” -como si el amigo verdadero tuviera un día específico-, pero también sospecho cierta cuestión culposa: el mismo ritmo loco nos posterga el encuentro cotidiano con los amigos, así que también esta reunión opera como ineludible si queremos conservar la amistad.

Yo no sé por qué se reúnen los amigos en un día particular, pero siempre ese encuentro y todos los otros son bienvenidos. Se trata de una cuestión de organización, de coordinación: no soporto perder una reunión con amigos, a la hora que fuera. Hay que estar atentos nomás. No pedir café con leche con papas fritas es uno de los pocos riesgos que le veo a la cuestión. Igual, un verdadero amigo, te perdona.