En Familia

Violencia por desamor

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Rubén Panotto (*)

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Nuestro planeta con todos sus recursos para la continuidad de la vida, especialmente de la raza humana, está padeciendo la violencia calificada más destructiva de toda su historia. Violencia que no sólo refiere a actos que producen la desaparición física del otro, sino a la variedad de ataques que arrebatan la paz y bienestar de las personas. Al decir del argentino Dr. Cristián Conen, escritor, investigador y profesor de la Universidad de La Sabana-Bogotá-Colombia: “Hoy nuestra cultura padece síntomas preocupantes de contaminación que se expresan en la apatía, el suicidio, la deserción escolar, la violencia bio-psico-social, que están ‘rompiendo’ la vida de nuestros jóvenes y adolescentes. La causa más profunda no está tanto en la pobreza económica, ni en la falta de mayor instrucción escolar, ni tanto en la falta de trabajo, sino mayoritariamente en el desamor”.

Los seres humanos hemos sido diseñados para amar y ser amados incondicionalmente. La primera experiencia vivida, en niveles afectivos y emocionales, es la propia gestación en el vientre materno y los primeros tiempos de la infancia junto a quien nos trajo a la vida. Ese tiempo establece el fundamento de un profundo y auténtico amor relacional con nuestra madre. Ese período de relación filial condiciona nuestro relacionamiento afectivo futuro, tanto en el matrimonio y la familia como socialmente con los otros. No puedo explayarme en este espacio, pero cuando en el vientre materno se desarrolla un hijo no deseado, o el primer período de vida con su madre ha sido muy corto, produce en ese hijo/a un desplazamiento de los afectos maternos hacia su pareja, estableciendo una relación posesiva, que da entrada a acciones enfermizas de violencia para conservar “su posesión”. A esto que hoy se le llama violencia de género, prefiero llamarle violencia de sexo o violencia intrafamiliar, ya que su origen reside primordialmente en las carencias afectivas vividas en su formación como persona.

El virus del narcisismo

Este fenómeno que consiste en verse sólo a sí mismo como el centro del universo se ha expandido en la sociedad humana, que progresivamente va imaginando una realidad ilusoria donde no existe el otro; y en su contacto con los demás se observa la ausencia de todo afecto y emocionalidad, dando lugar al desamor que lleva al punto de destruir al otro, sin sentirse afectado ni responsable de su destrucción. Es el mismo efecto que producen las drogas, presentes en todo hecho de violencia extrema. El impulso surge caóticamente y sin emocionalidad, razón por la cual nos quedamos paralizados cuando conocemos los hechos cotidianos que incluyen un cinismo y frialdad inconcebibles en sus autores. Pregúntese si esto se mejora con más represión y cárcel, o bien con una fuerte cobertura al matrimonio y la familia, con base en una cuidada formación en valores éticos y morales. ¿No deberíamos los padres ocuparnos más de la formación de nuestros hijos como personas, que incentivarlos a la búsqueda del dios dinero con nuestro propio comportamiento? Jesucristo enseñó a sus seguidores que el principio de todos los males es el amor al dinero. Un periodista internacional le preguntó a la madre Teresa de Calcuta qué podía hacer para ayudar a mejorar la vida de las personas en su país y aun en todo el mundo, y ella le respondió: “Corra a su casa y comience por su familia”.

(*) Orientador Familiar