Volver a Sarmiento

María Claudia Pettinari (*)

“Sarmiento se confunde con el país mismo: es el cardiograma vital donde confluyen todas las preocupaciones argentinas del pasado, todas las inquietudes argentinas del presente, todas las esperanzas argentinas del futuro” (Héctor P. Agosti, Cuaderno de Bitácora).

Nunca mejor expresada la figura del gran sanjuanino, porque su vida es una invitación permanente a salir al encuentro del porvenir. Para él, el alma y la civilización del país hablaban por su voz, por ése su pensamiento rectilíneo: pasar de la idea a la acción.

Educar era el verbo liberador que lo “viste y calza” y lo hace vivir entre la impaciencia y los nerviosos apremios de la acción. Educación e instrucción son los anhelos que iluminan como relámpagos la brutal tormenta que desata construir una nación, que siempre va más allá de un simple grito de fe.

Sarmiento se “puso la educación al hombro”, como un militante apasionado, pero no trabajó aislado. Entusiasmó y encendió a la generación del ‘80. Avellaneda es el mejor modelo, porque no sólo interpretó sus ideas, sino que contribuyó a llevarlas a la práctica.

Por eso, si de educación se trata, hay que volver a Sarmiento. Hay como un temor o un rechazo a mirar hacia el pasado, a caer en la nostalgia, a pretender revivir “otros tiempos” que ya no existen. Para él todo será obra de la escuela o con la escuela. Discute y propone las reformas, a veces más allá de lo posible, porque el futuro lo apura, lo interpela, le exige. Fueron los tiempos heroicos de la instrucción primaria. Había un mandato, casi de connotaciones divinas, para que la educación se generalizara hasta que llegara a ser “como el aire y la luz, un don gratuito y universal”.

A Sarmiento hay que volver para rescatar cómo fue pensar el sistema educativo, los recursos, la formación de los maestros, las metodologías, la edición de revistas educativas (“El monitor de las escuelas”, en Chile y los “Anales de la Educación Común”, en Argentina), las escuelas normales, las bibliotecas populares, los censos escolares, la arquitectura escolar, el servicio de inspección, el aula y los conocimientos, ese ámbito donde se conjuga “la hora de la verdad”.

Es la hora de asumir todos los protagonismos. Es importante “volver a las fuentes” en la historia educativa del país, de cada provincia, de cada ciudad, de cada pueblo. El pasado deja pistas, líneas no escritas, memorias, que ayudan a leer el presente, que atraviesan la vida, la historia, la cultura de los hombres y mujeres que habitan nuestra Argentina.

El tema de la educación sigue “taladrando” y clamando en el Siglo XXI. Lo taladra impaciente y exigente. Los diagnósticos, lo constitucional, lo legislativo, lo presupuestario, todo está allí, para traspasar las puertas de las aulas. Y más aún, es la República la que espera. La República que anida en cada una de esas aulas... Allí está el semillero de la ciudadanía, el espacio y el tiempo para construirla.

Y cuando hablamos de República hay “que volver a Sarmiento”.

El mandato sarmientino en defensa de la escuela pública, gratuita y laica se mantiene de pie, fuerte, imbatible, actual, presente. Pero este mandato llevaba un prerrequisito que hay que recuperar en forma urgente, defender la escuela pública que además participe en la formación del ciudadano, que eduque en el ejercicio responsable de la ciudadanía. Animarse, como lo hizo el Maestro de América, a cambiar la historia de la Patria.

He aquí nuestro homenaje a Sarmiento y en él, a todos los maestros y maestras.

(*) Presidenta de la Asociación Civil Instituto Sarmientino de Santa Fe. El miércoles a las 17 se realizará un acto en la Casa del Maestro, Bv. Gálvez 950. En la ocasión se entregará el Premio Maestro 2013 a Lilia Beatriz Santander de Ayala.