editorial

Los “ni-ni” y un futuro incierto

  • Centenares de miles de adolescentes y jóvenes argentinos no trabajan, ni estudian. El fenómeno creció en los últimos años.

Los contrastes están a la vista. A lo largo de la última década, la Argentina atravesó algunos de los momentos de mayor crecimiento económico de su historia. Las famosas “tasas chinas” permitieron a un sector de la población disfrutar de una confortable situación de prosperidad. Sin embargo, y a pesar de todo, las políticas macroeconómicas aplicadas no lograron evitar la multiplicación de la pobreza y la marginalidad en amplios sectores que enfrentarán enormes inconvenientes futuros cuando intenten incorporarse al sistema.

Según cifras elaboradas por el Indec, durante la última década creció la cantidad de argentinos de 15 a 24 años que no trabajan, no estudian, ni buscan empleo. Se los conoce como los “ni-ni” y representan, de acuerdo con los datos oficiales, entre el 10 y el 15% de los adolescentes y jóvenes argentinos.

Según Poliarquía Consultores, lejos de reducirse esta franja de jóvenes apartados del sistema, el fenómeno viene creciendo desde 2003. En ese período de tiempo, creció del 8 al 10% la marginalidad.

El Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa) asegura que en el tercer trimestre de 2012 había 850.000 “ni-ni” en el país, es decir, el 13,2% de los jóvenes de entre 15 y 24 años.

La ciudad de Santa Fe no es la excepción. De acuerdo a información suministrada por el Movimiento Los Sin Techo -datos que nunca fueron rebatidos por organismos privados u oficiales- existe un 20% de ciudadanos marginados. Dentro de esa marginalidad, alrededor de 9 mil jóvenes que no estudian, ni trabajan. Simplemente, deambulan sin rumbo.

Quienes crecen fuera del sistema laboral o educativo, están por lo general condenados a continuar en la misma situación en el futuro. Es que, más allá de los esfuerzos que pudieran realizar o, incluso, de la apertura de nuevas fuentes laborales, difícilmente estarán preparados para afrontar las exigencias del mercado actual.

Lejos de reducirse, la problemática crece con el paso del tiempo y alimenta la incertidumbre sobre qué ocurrirá con estos millones de argentinos en los años que están por venir.

Una de las consecuencias directas de estos graves problemas sociales se refleja en el creciente nivel de inseguridad. Quienes jamás han trabajado, ni recibido formación adecuada, carecen de alternativas. Muchos están condenados a esperar el auxilio del Estado. Otros, en cambio, terminan involucrándose en el delito.

Mientras tanto, la sociedad continúa envuelta en una serie de discusiones falaces y vacías. Lo más execrable de esta historia se observa en la clase dirigente, desde donde no parecen surgir las respuestas adecuadas. Más aún, en medio de las urgencias electorales, algunos candidatos se limitan a insuflar debates vacíos -como por ejemplo la edad de imputabilidad de los menores-, sin abordar la cuestión desde la raíz. Sólo buscan captar votos a través de propuestas teñidas de demagogia.

Las respuestas para enfrentar el problema siguen siendo tímidas. Y si bien no se puede responsabilizar exclusivamente por esta situación al actual gobierno, es innegable que durante las recientes épocas de “vacas gordas” no se tomaron las medidas adecuadas para construir un futuro mejor para millones de argentinos.

Una de las consecuencias directas de estos graves problemas sociales se refleja en el creciente nivel de inseguridad. Quienes jamás han trabajado, ni recibido formación adecuada, carecen de alternativas.