La polémica por los 70

“Córdoba, laboratorio de lo que ocurrió en la dictadura”

reato.jpg

Ceferino Reato, autor de “Viva la sangre”, Foto:archivo

Gabriel Rossini

[email protected]

“Córdoba fue un laboratorio donde los actores se enfrentaron (antes del golpe de 1976) en su máxima pureza posible. Esa provincia siempre ha tenido un poder anticipatorio y de alguna manera muestra lo que después se irá desencadenando en todo el país. Luciano Benjamín Menéndez, el general Juan Bautista Sasiain, la cúpula del ERP y Montoneros. Todos confluyeron en esa provincia en 1975 y la convirtieron en una muestra de lo que iba a convertirse la Argentina”, explica el periodista y escritor Ceferino Reato, autor del libro “Viva la sangre”.

“Uno de los actores singulares de aquella época fue el Comando Libertadores de América (que fue organizado y liderado por el entonces capitán Vergez) y que es distinto de los grupos de la Triple A. Es mucho más orgánico, tenían hasta su propio campo de reclusión, los llevaban a un lugar específico, no mataban a sus víctimas en la calle. Era una represión más acorde a lo que fue después de la dictadura”, explica.

—Córdoba de alguna manera en los seis meses antes del golpe preanuncia lo que va a hacer el gobierno militar.

—Por entonces, Córdoba tenía la particularidad de anticipar hechos que después ocurrían en el país. Y este poder de anticipación aparece claramente con la creación del Comando Libertadores de América. Pero también otras fuerzas aparecen en su esencia como la derecha cordobesa, el general Menéndez que era el típico general comunista, Sasiain como el típico general antiperonista, los montoneros en su triple matriz católica, nacionalista y ligada al ejército; el ERP que eran todos revolucionarios estilo el Che Guevara, con Gorriarán Merlo como jefe de la Compañía Decididos de Córdoba. El ERP tenía esa característica que hace que hoy muchos lo reivindiquen y otros lo aborrezcan, porque sus integrantes eran de una pureza revolucionaria bien vista por algunos actores y para otros eran ingenuos y casi suicidas. Gorriarán Merlo era el jefe militar en Córdoba en aquella época y expresaba todo ese militarismo que estaba presente también en Santucho.

—En el segundo semestre de 1975 coincidieron todos en Córdoba.

—Firmenich queda deslumbrado en agosto de 1974 cuando va a apoyar a los obreros y sindicalistas del Smata de René Salamanca, que estaban resistiendo la intervención de la filial Córdoba por parte del secretariado nacional del Smata. Participa de un acto con Tosco y con Salamanca, llegando a la conclusión de que tenían que trasladarse a Córdoba porque debían estar cerca de esa clase obrera. En septiembre de ese año cuando pasan a la clandestinidad, en pleno gobierno de Isabel Perón, se muda a Córdoba toda la conducción de Montoneros, y los distintos jefes de las diversas regionales van a esa provincia en un peregrinaje hasta ahora poco conocido, porque ahí estaba el centro de la revolución.

—Estaban los obreros que iban a ser la vanguardia de la revolución socialista.

—Eran los obreros más modernos de la industria de punta que eran las automotrices, los mejor pagos, la mayoría de ellos jóvenes. Era una clase obrera integrada. Sólo la fábrica Santa Isabel de la IKA, que después compró Renault, tenía 16.500 obreros, todos sindicalizados.

—Además con el antecedente del Cordobazo.

—Ellos (los obreros del Smata con Elpidio Torres a la cabeza) habían sido los grandes protagonistas del Cordobazo. También Fiat tenía una planta en Ferreyra (todavía la tiene). Había todo un complejo de industrias del Estado. ATE era muy fuerte porque representaba a los trabajadores de esas fábricas, como la de aviones. Era otro país. Había pleno empleo, y cuando ello ocurre los sindicatos tienen mucho poder de negociación.

—Contás en el libro que el por entonces subteniente Ernesto Barreiro (que en 1987 detonó el alzamiento de Semana Santa de Aldo Rico) narra que cuando lo destinan a Córdoba a fines de 1975, llega y toma conocimiento de que estaban confeccionando las listas con los nombres de aquellas personas a quienes iban a ir a buscar apenas se diera el golpe de Estado. Digamos que hasta en eso se anticipan a lo que ocurrió en el país.

—A fines de agosto de 1975 se produce el último cambio en el Ejército. Asume Videla y en Córdoba, como jefe del Tercer Cuerpo, Luciano Benjamín Menéndez. Barreiro dice que cuando él llega estaban en plena elaboración de las listas y que había dos criterios. Por un lado, los subversivos y por el otro los líderes sociales que podían traer problemas. Está claro que la represión en Córdoba fue durísima pero localizada, en el sentido de que Menéndez postulaba una limpieza anticomunista. Es decir, todo lo que era sospecho de comunista iba a ser barrido, sobre todo en las fábricas y en las comisiones internas de las fábricas. Lo que ellos llamaban la guerrilla industrial. Tanto es así que las cúpulas del peronismo y el radicalismo cordobés, los sindicatos, las 62 Organizaciones y la Iglesia, entre otros factores de poder, no son tocados. Si uno lo extiende a nivel nacional, hay una verdad incómoda y que es que salvo en el caso de unos poquitos obispos y con la salvedad de que muchos dirigentes gremiales estuvieron presos mucho tiempo, tampoco la dirigencia política en general fue tocada durante la dictadura. Pero todavía no sé si eso se puede decir así nomás. Pasaron 30 años pero parece que para mucha gente fue ayer y está sensible. Y se sensibilizó porque los partidos políticos tienen que arraigar su discurso en una parte del pasado. Por ejemplo, los Kirchner lo han arraigado claramente en los ‘70 y eso actualizó mucho el tema.

—Hay un hecho puntual que fue de alguna manera el detonante y la gota que rebasó el vaso: el intento de toma de la Jefatura de Policía y del Departamento de Inteligencia (D2), que era conducido por el padre de Carlos Telleldín, un mediodía de agosto en el centro de la ciudad de Córdoba.

—El ataque fue desde la plaza San Martín, frente al Cabildo. Participaron más de 200 guerrilleros, que además atacaron a la Guardia de Infantería y al Comando Radioeléctrico. Lo dirige Gorriarán Merlo. Falla, pero durante horas mantienen paralizada a la policía, provocan cinco muertos, varios heridos y una gran conmoción. Y es el detonante de muchas cosas, porque a fin de mes asume Luciano Benjamín Menéndez como jefe del Tercer Cuerpo -era el segundo del cuerpo y venía de dirigir la 5a. Brigada en Tucumán- que formaliza lo que ya era en los hechos: el caudillo militar de la región. A partir de allí hay una gran reacción contrarrevolucionaria, para usar el lenguaje de la época, que tiene una lógica. Los militares, políticos y diplomáticos también hablaban de la guerrilla industrial y había muchas empresas que apoyaron esa contrarrevolución, en parte porque habían sido las principales víctimas de los secuestros y de los atentados guerrilleros. La lógica era que las comisiones internas de las grandes fábricas estaba dominada por sectores de izquierda y los grupos guerrilleros los apoyaban de un modo militar respaldando todas sus demandas y eso incluía el secuestro de los gerentes de personal, de relaciones industriales, atentados, bombas. En aquel momento, Córdoba era considerada la capital de los secuestros. Allí murieron muchos gerentes y personal superior de las empresas y hasta el único diplomático extranjero muerto por la guerrilla, el cónsul honorario de Estados Unidos. Ese clima generó una situación muy dura.

—Lo del 20 de agosto fue clave por dos cosas. Primero, por si alguien no sabía lo que pasa, el intento de copar la jefatura con 200 personas armadas tirando, lo deja bastante claro; y segundo, la consecuencia de este intento de copamiento que es el fusilamiento de Osatinsky, uno de los jefes de Montoneros, muy querido y con buenas relaciones con el resto de la guerrilla. Además rompe con una tregua que estaba negociando Montoneros con el gobierno.

—Osatinsky era el jefe de toda esa regional que integraban Córdoba, el noroeste y Cuyo. Cuando cae él, también cae la principal casa operativa, documentos, armas, etc. y llega a la conclusión de que no le queda otra que ofrecer una tregua. El interventor en Córdoba era el brigadier Lacabanne y también tenía muchos cuestionamientos porque había prometido terminar con la guerrilla y no sólo que no había podido sino que cada vez era más dura, entonces aceptó la tregua. Pero Gorriarán Merlo tenía preparado el ataque a la Jefatura. Seguramente se enteró de que Osatinsky estaba detenido allí, porque tenían muy buena relación entre ellos, y además los abogados estaban vinculados, y lo quiso liberar. Fracasa y la policía mata a Osatinsky, un poco por el ataque y otro poco porque rompieron la tregua.

cordoba 1974.jpg

Tres miembros del ERP muertos durante un enfrentamiento con la policía, en las calles de Córdoba en 1974. En el libro “Viva la sangre”, el autor reconstruye la actuación de los distintos actores de la sociedad cordobesa, previa al golpe de 1976. Foto: Achivo El Litoral

Creo que es muy importante este hecho, porque endurece todo el clima. Además hay un episodio simbólico porque roban el cadáver de Osatinsky y lo tiran en Barranco Yaco. Allí lo que queda claro es que ya no había más retorno, porque la violencia era muy dura. En octubre salen los decretos de Luder que ordena a las FF.AA. tomar a su cargo las actividades para aniquilar la subversión, y uno de los decretos le otorga a las FF.AA. el control operativo del servicio penitenciario de cada provincia y la Policía de cada provincia. Entonces el Departamento de Inteligencia (D2) y la Policía pasan a depender del Tercer Cuerpo, en lo que hace a luchar contra la guerrilla. Allí se cierra el círculo, allí aparece el Comando Libertadores de América. Estos son preparativos fuertísimos para el golpe y además ahí comienzan los desaparecidos como práctica sistemática.

—Citás un editorial de la Voz del Interior de marzo de 1975 que ya habla de desaparecidos.

—La Voz del Interior tuvo un papel muy destacado en esa época. Está claro que las cosas iban camino al golpe y a la tragedia, y sin embargo había voces que alertaban sobre esta situación, como el diario. Pero eran mucho menores que las que incitaban al choque.

—En Córdoba fue el primer lugar donde se usó como práctica sistemática la “Ley de fuga”.

—No lo sé. Creo que era una táctica que la Policía tenía en muchos lugares. No sé quién empezó primero, pero lo de Osatinsky es revelador, porque todo indica que lo fusilaron como represalia. Durante la dictadura, fue lo primero que se le ocurrió a Menéndez, y Videla lo explica en “Disposición final”. Creían que mucha gente tenía que morir, pero en los primeros tiempos no sabían bien el método, entonces cada comandante en jefe hizo lo que le pareció más eficaz y la táctica de la “Ley de fuga” fue la más generalizada, hasta que el mero repetir hizo que perdiera eficacia y masifican la figura de los desaparecidos.

—En un capítulo del libro, hacés un análisis de las distintas cifras sobre desaparecidos que hubo en el país y en Córdoba en particular. ¿A qué conclusión has llegado?

—A que los números están inflados a nivel nacional y a nivel provincial, que hay como una desesperación para que los desaparecidos hayan sido más de los que fueron, lo cual me parece una cosa muy llamativa.

Lo que hago al final de la investigación, después de hablar con muchas personas y leer casi todo lo que se escribió sobre el tema, es ir al último documento oficial publicado, que es de 2006.

Conté la cantidad de desaparecidos primero en Córdoba y después a nivel nacional, porque concluyo en que si en Córdoba la diferencia es tan grande, en la Nación también debería ser así.

Pero además, cada provincia usa un criterio distinto. Por ejemplo, en Córdoba usan el criterio de contar a las personas que en algún momento vivieron en la provincia pero desaparecieron en otro lugar, con lo cual podrían estar contándolos dos veces.

Por ejemplo es el caso de Martín Fresneda, que es el secretario de Derechos Humanos de la Nación. Sus padres habían estudiado en Córdoba y fueron secuestrados y desaparecidos en Mar del Plata, pero lo cuentan en Córdoba; el caso de Julio Roque también. En Córdoba tienen contadas casi mil víctimas.

También hay que dejar en claro que están todos incluidos en la categoría de víctimas de ejecución sumaria, que es una categoría creada por el kirchnerismo y que engloba a los fusilados en supuestos intentos de fugas como Osatinsky, pero también a fusilados por Montoneros, el ERP, a personas que murieron en tiroteos, a combatientes que se suicidaron, como la hija de Rodolfo Walsh.

A nivel nacional me dan 7.158 muertos, de los cuales 6.415 son desaparecidos. Eso es un montón. Pero no entiendo esa necesidad de luchar para que sean 30 mil, porque en el fondo es absurdo. Dentro de la tragedia es mejor que no hayan sido 30 mil porque para qué tantas familias sufriendo.

Me parece que el gobierno y los organismos de derechos humanos ya no pueden salir de esa falsedad y siguen, y eso les da también un poco de margen para seguir expandiendo hacia atrás la memoria, la reivindicación simbólica y las indemnizaciones.

Ahora, a partir de sucesivas ampliaciones, se consideran a víctimas del terrorismo de Estado desde junio de 1955, cuando fue bombardeada la Plaza de Mayo por la Marina de Guerra.

La categoría de víctimas de ejecución sumaria les permite colocar a todos los muertos en cualquier circunstancia, porque lo que se trata es de honrar a los combatientes por la revolución socialista.


Córdoba fue un laboratorio donde los actores se enfrentaron (antes del golpe de 1976) en su máxima pureza posible. Esa provincia siempre ha tenido un poder anticipatorio y de alguna manera muestra lo que después se irá desencadenando en todo el país.