“Manos a las Obras”

Cuando la música está

Francisco Maragno

El concierto de violín y piano ofrecido el domingo 29 de septiembre en la sala Mayor del Teatro Municipal 1º de Mayo resultó un hecho artístico que no es posible dejar de destacar por varias razones. Una de ellas, la participación de dos estupendos músicos que interpretaron un programa de obras poco escuchadas, por no decir relegadas, como son la sonata Op. 574 “Gran Dúo” de Franz Schubert; las interesantes y atractivas, “Seis melodías para violín y teclado” del compositor norteamericano John Cage y, finalmente, la sonata número 1, Op. 80 de Sergei Prokofiev.

Los instrumentistas en cuestión vienen trabajando desde el año 2007 en un programa que han denominado “Manos a las Obras” con el que tratan de abordar el rescate de obras que la posteridad ha confinado a los polvorientos anaqueles del tiempo histórico que sea y desde luego del repertorio contemporáneo como lo testimonia el programa ofrecido. De este modo, logran superar las limitaciones que impone la rutina de títulos, autores y estilos que se repiten constantemente en conciertos y recitales en los que tiene vigencia el prejuicio descalificante de que las audiencias prefieren escuchar lo que ya conocen o, por lo menos, lo que se da en el ámbito de un lenguaje familiar.

Es una obviedad señalar que lo dicho precedentemente no pone en tela de juicio ni compromete la vigencia de obras y compositores ilustres. Sí es una clara objeción a esa actitud conformista y rutinaria que se empeña en fabricar “actos culturales” en general de mediocre factura con un auditorio distraído y ajeno, por lo general proclive al escapismo.

Sensibilidad

Debemos señalar que Elías Gurevich y Haydée Schvartz brindaron generosamente un concierto en el que realizaron una labor altamente consolidada, no solamente por la destreza técnica sino también por la sensibilidad musical de la que hicieron gala y por el repertorio elegido que cubría desde la amplia gama del apasionamiento sonoro hasta las notables sutilezas melódicas, rítmicas, tímbricas y texturales conjugadas con maestría por ambos artistas.

No pretendo detallar, en este acotado racconto, el desarrollo del concierto, pero sí destacar el alto nivel de participación de la audiencia que se sintió atrapada por un convincente e intenso discurso sonoro.

Está claro que el que no asistió al concierto, no va a rescatar el tiempo perdido leyendo estas líneas, porque es imposible dar cuenta de una experiencia auditiva compleja cargada de subjetividad absolutamente personal e intransferible. Quizá algunos comentaristas no lo admitan porque no pueden evitar ceder a la tentación de sus veleidades narcisistas.

Asistir a este concierto fue un tiempo ganado no sólo reflejado en la singular y emocionante experiencia estética sino también por la actitud reflexiva que promueve.

No asistió mucho público. En realidad la sala debió haber estado colmada: hermosa en su diseño y con una acústica excepcional -y teniendo en cuenta que el ingreso era libre-. No obstante, el público asistente rindió honores a la destreza técnica y expresiva de los artistas, con bravos y aplausos sostenidos y fervorosos.