La Gramática se actualiza

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“La Nueva Gramática” se titula el manual que prepara y edita la Real Academia Española. En la foto: “Juego del español” en un tablero gigante, en una propuesta del Instituto Cervantes en Madrid. Foto: EFE

 

Enrique José Milani

Nos referimos a la Gramática que prepara y edita la RAE (Real Academia Española). Por eso la escribimos con mayúscula. Desde hace años, se ha introducido una novedad en el accionar de la RAE, con la incorporación de las veintiuna Academias hermanas que, colegiadamente, vienen colaborando e impulsando, desde hace más de un decenio, el trabajo mancomunado de lingüística panhispánica. La Nueva Gramática de tan gran porte (dos gruesos volúmenes) pretende un análisis más pormenorizado que los que contenían las clásicas, e incorpora nuevas investigaciones, lo que no quita que se unan lo tradicionalmente viable con las novedades de nuestros días. El principio que la rige es el carácter policéntrico de la normativa, que si bien es cierto atiende a las características propias de cada pueblo, país o región, trata de hacer hincapié en los usos y estructuras que son compartidos por el mayor número de hispanohablantes, precisando forma, significado y aceptación social, porque por sobre las variantes y cambios regionales, se prioriza la unidad del español.

El diccionario define el término “gramática” como arte de hablar y escribir correctamente una lengua. Arte, en el sentido de conjunto de preceptos y reglas necesarios para hacer bien una cosa. También la presenta como ciencia que estudia los elementos de una lengua, sus construcciones esenciales y potenciales. Según el objetivo que persigue, podemos hablar de distintas clases de gramáticas: comparada: estudia las relaciones entre dos o más lenguas; descriptiva: presenta las características de una lengua con visión sincrónica (en este momento); especulativa: modalidad que desarrolló la filosofía escolástica, basada en principios constantes y universales; estructural: enfoque regido por el principio de las relaciones asistemáticas entre sus elementos; general: se limita a los principios generales que rigen a todas la lenguas; generativa: formaliza una serie de reglas capaces de generar o producir todas la oraciones posibles; histórica: estudia las evoluciones de una lengua a lo largo del tiempo; normativa: define los usos correctos; tradicional: cuerpo de doctrina gramatical desde los griegos hasta prácticamente la “estructural” del siglo XX. Familiarmente, se habla de una “gramática parda”, es decir, la habilidad para conducirnos en la vida o para salir airosos de alguna situación embarazosa o comprometida.

Antonio de Nebrija compuso a finales del siglo XV, en la Universidad de Salamanca, la primera Gramática del español, y, desde entonces, periódicamente aparecen ediciones que la ponen al día. Actualización imprescindible para una lengua que es la segunda del mundo en número de hablantes, coadyuvando a la “unidad esencial” de la lengua de los pueblos hispanohablantes, lo cual no impide que existan diferencias, si atendemos a la idiosincrasia de los distintos grupos humanos. Y precisamente, para mantener incólume esa unidad, se hace necesario que se publiquen de vez en cuando versiones que actualicen el uso del idioma. Por todo lo dicho, se justifica la aparición de la Nueva Gramática (dos extensos volúmenes) y de su Manual, es decir, versión reducida y más práctica de la gran obra elaborada por las 22 Academias de la Lengua Española. Ésta, a diferencia de las anteriores, pretende reflejar por primera vez el español total, tanto de España como de América. La versión manual que resume los dos extensos tomos de la Nueva Gramática, consta de 1.048 pág. y fue editada en 2010 por Grupo Editorial Planeta Saic, bajo el sello Spasa.

En próximas notas, nos introduciremos en el texto de dicho Manual y nos dedicaremos a presentar las novedades respecto de nuevos puntos de vista, innovaciones, terminología y todo aquello que facilite la comprensión y aplicación de la normativa, para el uso correcto del idioma. Los hablantes mismos perciben que unas construcciones pertenecen al discurso formal, y otras a la esfera coloquial; que son propios de la lengua oral o de la escrita, o comunes a ambas; que forman parte de la lengua común o general, o, contrariamente, responden a un tipo acotado de discurso: el literario, científico-técnico, periodístico, juvenil, etc.