Poesía ¿efímera o indeleble?

Poesía ¿efímera o indeleble?

De “La poética de la interferencia”, de Gastón de Magalhañes.

 

Por Julio Anselmi

Hablar de Poesía Nº 27. Alción Editora. Córdoba, 2013.

El último número de Hablar de poesía -revista que podría definirse como libro, por su volumen, cuidado e impresión- se inicia con un editorial del director de la revista, el poeta y traductor Ricardo H. Herrera, que centra su atención en el carácter (inherente, se diría) efímero de la poesía y en las reflexiones ante el recitado que un amigo le hace de un poema de ocasión de [Baldomero] Fernández Moreno, un soneto dedicado a un fortuito compañero de bohemia [Carlos de Soussen]. Ese poema que comienza rezando: “No habíamos hablado dos veces en la vida./ La noche que supimos la muerte de Darío/ te encontré en el café de Perú y Avenida/ y esa noche rodó tu llanto con el mío”. En el segundo cuarteto, hubo algunas pausas o dilaciones de la memoria del recitador y después, en uno de los tercetos, una laguna que el amigo reemplazó con un tarareo que imitaba el ritmo del verso. Ese poema de 1932, en esa recitación, revivió con gracia y esplendor. La poesía, concluye Herrera, no es un “mero hecho libresco, ya que la poesía vive -cuando vive- fuera del libro: vaga en el silencio de la mente (el más acogedor de los silencios) como una especie de mantra que el solitario repite a fin de recrear momentos de felicidad verbal, de plenitud vital de la palabra. Es también escritura indeleble en la memoria, y, cuando no hay memoria, es simiente o ceniza en la paz de la página”.

Sigue un memorable ensayo de Boris Pasternak sobre el concepto de realismo en Verlaine y en Chopin, un concepto que elige una arista poco frecuentada en los estudiosos del realismo y que podríamos sintetizar con la palabra “experiencia”. Verlaine, que exigía “no palabras, sino hechos”, es decir, “deseaba que la poesía contuviese lo realmente vivido, como verdad atestiguada por un observador” (Et tout le reste est littérature). Y en música, ¿qué puede significar el realismo? “El realismo artístico, a nuestro parecer, es la profundidad de una impresión biográfica, convertida en la principal fuerza motriz del artista, esa que lo empuja a la innovación y a la originalidad”, sostiene Pasternak. “Chopin es realista en el mismo sentido en que lo es Lev Tolstoi... Su creación es siempre biográfica, no por egocentrismo, sino porque al igual que otros grandes realistas, Chopin miraba su propia experiencia de vida como instrumento para conocer cualquier otra vida sobre la faz de la tierra, y es por eso que su modo de existencia fue generosamente personal e imprudentemente solitaria”.

Sigue una notable evocación de Ramón del Valle-Inclán por parte de Juan Ramón Jiménez, quien destaca la influencia que Valle-Inclán tuvo sobre tantos autores (nosotros podríamos sumar a tantos otros, y de otras artes, por ejemplo, sobre Luis Buñuel y Pedro Almodóvar en el cine). Vale acotar que este número de Hablar de Poesía incluye también un ensayo de Irene M. Weiss sobre la presencia del infierno dantesco en el primero de los esperpentos de Valle-Inclán, Luces de Bohemia. Es en esos esperpentos (mucho más que en su poesía y sus novelas) donde se afianza el verdadero genio de Valle-Inclán y que, a nuestro juicio, lo erigen en el más grande escritor español del siglo XX, con su incomparable, único manejo (invención, habría que decir) del habla popular, y con un expresionismo y humor negro sin comparación en la literatura universal.

Por razones de espacio no podemos detenernos en los otros ensayos (sobre Marianne Moore, José Watanabe, Inés Aráoz, Pablo Anadón, Walter Cassara, Marina Serrano y Alejandro Crotto), en un artículo de Chesterton sobre la rima; en las traducciones (de Paul Claudel, Francis Ponge, Pierre Reverdy y Attilio Bertolucci), en las reseñas de libros, y en las antologías de poetas (Enrique Butti, Javier Cófreces, Roxana Páez, Jorge Consiglio, Carlos Battilana, Javier Foguet y Miguel Petracca).

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Ramón María del Valle-Inclán, el inigualable autor de “esperpentos”.

Foto: Archivo El Litoral