mesa de café

De Cristina a Boudou

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Remo Erdosain

“Boudou es presidente de la Nación”, Marcial anuncia la noticia como si se tratara de un comunicado periodístico; la expresión de su rostro es neutra como lo es el tono de su voz, pero los que lo conocemos sabemos que hay un toque de ironía que se le nota en los ojos e incluso en la excesiva seriedad de su semblante.

—Se procedió como lo establece la Constitución Nacional, no sé por qué se tienen que sorprender tanto... ¿o acaso están en desacuerdo con que se haya actuado institucionalmente, que se cumpla con lo que dice la ley? -responde José.

—A mí me parece que está todo bien -consiente Abel.

—Yo pienso lo mismo -digo-; es más, deseo de todo corazón que la señora se recupere lo más rápido posible.

—Si lo decís en serio te lo agradezco -responde José, pero al que mira es a Marcial-, porque yo no sé si todos piensan lo mismo.

—Yo soy de los que desean que la gente, toda la gente, viva bien y que disfrute de buena salud -explica Marcial-, pero no creo que alguien porque se enferme o porque se muera, automáticamente se transforme en un santo, cuando durante toda su vida fue todo lo contrario.

—No sé adónde querés llegar -dice Abel.

—A que no nos vayamos por las ramas con sentimentalismos convencionales o golpes bajos. Si la señora es noticia es porque es presidente, no porque está enferma y, por lo tanto, lo que me importa discutir, por ejemplo, es por qué recién nos enteramos de que hace dos meses se cayó y se golpeó la cabeza, que tiene una arritmia alarmante y que ahora debe ser intervenida quirúrgicamente. Lo que me interesa, en definitiva, es saber por qué esconden, por qué ocultan, por qué recurren a golpes bajos para aprovechar una enfermedad, como en su momento se aprovecharon de la muerte de Kirchner.

—Vos parecería que no le perdonás a la compañera que se haya enfermado, como no le perdonás a Kirchner que se haya muerto o que la compañera Evita se haya enfermado.

—Yo por mí se lo perdono -responde Marcial-, pero lo que sí me sorprende es que a la hora de rendir cuentas a los tribunales o a la historia, los peronistas siempre se enferman o se mueren.

—No nos vayamos tan lejos -digo-, yo por lo pronto quisiera saber por qué no hay una información precisa sobre la salud de la presidenta. Es necesario que entiendan que no se trata de un tema personal, es un tema institucional que nos interesa a todos.

—Ustedes son los que deben entender que se trata de la presidenta de la Nación; algún cuidado hay que tener para dar informaciones sobre su salud -explica José.

—Se puede ser cuidadoso, pero no se puede esconder información -observa Abel-, además deberían aprender de la experiencia. Si hubieran procedido como corresponde, es decir, velar en serio por la salud de un presidente, Kirchner no se habría muerto, porque hubiera tenido atención inmediata, pero para que eso ocurra hace falta crear instituciones y dejar de lado la magia.

—A mí lo que asombra -dice Marcial- es que como consecuencia de todo esto el señor Boudou sea hoy presidente de la Nación.

—Te repito que se actuó tal como lo señala la ley.

—Pero no es eso de lo que estoy hablando -insiste Marcial.

—¿Y de qué estás hablando?

—Muy sencillo: la pregunta que yo me hago es quién puso a un aventurero y trepador social en la vicepresidencia de la Nación.

—Lo puso el pueblo con su voto -contesta José.

—Llegó la hora de la guitarra -refuta Marcial.

—Convengamos -digo- que el señor Boudou está en ese lugar porque lo impuso la señora. La mayoría de los peronistas sabe muy bien que Boudou es lo que es, lo saben pero se hacen los distraídos, como se hacen los distraídos con Báez, Moreno, De Vido o la fortuna de Él y Ella.

—¿Y qué es Boudou para ustedes?

—Lo más liviano que puedo decirte -digo- es que Boudou poco y nada tiene que ver con el llamado relato nacional y popular.

—Yo no sé lo que es -dice Abel-, pero lo que sé es que está imputado por el caso Ciccone y por enriquecimiento ilícito.

—Sigue siendo inocente -contesta José.

—Como siguen siendo inocentes Jaime y Báez -responde Marcial.

—Lo que a mí me parece conmovedor y patético -digo- es la foto que salió de la presidenta.

—Es la foto de una mujer a la que acaban de diagnosticarle una enfermedad -contesta José- ¿cómo querés que salga, riéndose?

—Me gustaría saber desde cuándo tiene esa presión sobre el cerebro -agrega Marcial con su sonrisa malévola.

—Yo lo que sé es que el fotógrafo no tuvo piedad -dice Abel.

—Ella siempre dijo -recuerdo- que sin pintarse no salía a la calle, aunque se estuviera incendiando la ciudad; pues bien, ahora salió.

—Lo que prueba -agrega Abel- que realmente estaba asustada, y no es para menos; nadie puede tomarse a la ligera una posible lesión en la cabeza.

—A mí me parece que cada vez estamos más frívolos e irrespetuosos con la compañera presidenta -dice José.

—Todo depende de cómo se mire la cosa -comenta Marcial-, a mí por lo pronto me parece que la gran frivolidad y la gran falta de respeto es tener a un tipo como Boudou como presidente.

—Yo creo que por los caminos más insólitos -digo- los verdaderos rostros aparecen sin maquillajes, a la intemperie, como apareció el rostro de Cristina en esa foto. En el caso que nos ocupa, creo que el rostro del relato nacional y popular, el verdadero, no el que se vende for export, es el de Boudou, un rostro no muy diferente al de Scioli, Insaurralde y si me apuran al de Massa, porque todos están cortados con la misma tijera.

—No nos engañemos -observa José- podemos tener la opinión que queramos de Boudou, pero la que decide es la compañera Cristina. Boudou está para inaugurar una plaza, un camino o alguna escuela de campo, pero las decisiones se toman en otro lado.

—Yo lo que pregunto -inquiere Abel- es para qué lo pusieron de vicepresidente a un tipo que a su manera era transparente, porque no hace falta ser un psicólogo lacaneano para saber los puntos que calza un señor como Boudou.

—Lo hecho hecho está -consiente José-, pero quédense tranquilos que él no va a decidir nada.

—Yo me quedo muy tranquilo, ustedes siempre nos dan mucha tranquilidad -dice Marcial, con cara de circunstancia y un esbozo de sonrisa burlona.

—La presidenta está enferma -digo-, pero se va a recuperar; pero de lo que dudo que se recupere es el llamado relato nacional y popular, y lo dudo porque creo que su enfermedad es terminal.

—Ese es tu punto de vista.

—Por supuesto que es el mío.

—Los problemas de la señora no los tiene ahora, los tendrá cuando regrese.

—Vamos a ver, vamos a ver -repite Abel-, porque yo me temo que el peronismo cuya cultura necrofílica es clásica, va a tratar de victimizar a su presidenta.

—No lo creo -digo- no da para tanto. Además, hagan lo que hagan, el 27 de octubre van a recibir una paliza que los va a dejar de cama.

—No estés tan seguro -desliza José.

—Yo no creo que la enfermedad de la presidenta le dé resultados electorales.

—Admitime que son capaces de cualquier cosa -observa Marcial.

—Puede ser, pero la única ventaja política de esta enfermedad es que la señora no va a verse obligada a pasar el mal rato de anunciar su derrota.

—Nosotros somos los sucios, feos y malos de la película y ustedes son unos angelitos -acusa José-, pero lo cierto es que la dirigente más aceptada en la Argentina sigue siendo ella.

—No es tan así -contesta Marcial-, el dirigente más aceptado es Scioli.

—Que es un compañero.

—Más o menos es un compañero -contesto.

—No comparto -concluye José.