Podría deteriorar la relación con sus aliados

El escándalo de la NSA preocupa a EE.UU.

Por Johannes Schmitt-Tegge

Agencia DPA

Poco antes de que el ministro del Interior de Alemania, Hans-Peter Friedrich, partiera en julio de Washington, manifestó su satisfacción ante los periodistas congregados frente al hotel en el que se alojó. El ministro había ido a Washington para hablar sobre los indicios de que de sus servicios secretos espiaron millones de datos de telecomunicaciones en su país y aseguró que todos entendieron en Estados Unidos lo sensibles que son los alemanes en cuestiones de la esfera privada.

Tres meses después, las palabras de Friedrich parecen haberse olvidado en Washington, donde incluso la presunta intercepción de llamadas telefónicas de la canciller Angela Merkel dejó oficialmente fría a la Casa Blanca.

El portavoz Jay Carney reitera continuamente las conocidas formulaciones sobre la poderosa Agencia Nacional de Seguridad (NSA): “Estamos estudiando la forma en que recabamos informaciones”, dijo.

También el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, se refugia en el silencio, mientras que la exitosa historia de las relaciones transatlánticas que se fue construyendo a lo largo de 60 años comienza a resquebrajarse a causa del espionaje de la NSA.

En lugar de salir al cruce de las recientes acusaciones, la Casa Blanca prefirió informar sobre los planes de Obama para el viernes, cuando visitó una escuela en Nueva York para explicar la importancia de aprender informática para insertarse en el mercado laboral. Ni rastro de crisis diplomáticas o de consecuencias en la política interna.

ni siquiera el propio secretario de Estado John Kerry mencionó las novedades del escándalo de la NSA. En un discurso en Washington, advirtió que existe una amenaza de una enorme pérdida de reputación para el país, algo que sin embargo no atribuyó a los programas de la NSA, sino a la guerra de nervios por el presupuesto y el límite de la deuda pública.

Pese al enojo en Europa, en el futuro cercano todo indica que nada va a cambiar el comportamiento de Washington.

“Todos espían a todos”, resumió el senador Marco RubiO. “Es un hecho”. Y como ese hecho es conocido aparentemente en todas parte, el jefe de la NSA, Keith Alexander, no piensa admitir errores. En lugar de ello, tomó la ofensiva y acusó a los medios de “vender” documentos de la agencia que encabeza.

Quizá podría haber un cambio de postura cuando Alexander deje su puesto en abril de 2014. La retirada anunciada del general de cuatro estrellas, que preside desde hace unos ocho años el servicio secreto más poderoso de los 16 que existen en Estados Unidos, es considerada por los críticos como una buena señal.

Pero si Estados Unidos llega demasiado lejos con su juego, estará poniendo en riesgo la relación ya algo deteriorada con importantes aliados, sobre todo Alemania y Francia.