Horacio Rosatti

“La vigencia de la Constitución influye en la calidad de vida”

  • Presidente de la Asociación Argentina de Derecho Constitucional, enfatiza la importancia cotidiana de la calidad institucional. Reivindica el consenso emanado del Pacto de Olivos y lo pone como ejemplo de la manera de encarar una reforma. Evalúa los resultados de 1994 y explica por qué debe modificarse la Carta Magna santafesina.
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El ex intendente de Santa Fe y ministro de Justicia de la Nación, en su casa, junto a sus hijas Mercedes y Lucila.

Foto: Flavio Raina

 

Emerio Agretti

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—¿Qué significa haber sido electo presidente de la Asociación Argentina de Derecho Constitucional?

—Es una gratificacion personal muy grande, porque es producto de la elección de los pares, de los profesores de Derecho Constitucional de todo el país. Es una responsabilidad importante, porque nosotros no solamente nos expresamos y nos vinculamos por cuestiones académicas, sino que también emitimos declaraciones de corte institucional, cuando hay situaciones en el país de gravedad, que se vinculan con el Derecho Constitucional, con la vigencia o la inobservancia de la Constitución; como ha sido el caso reciente de Santiago del Estero. Ésta fue la primera declaración emitida por el actual cuerpo ejecutivo. Y luego lo que se hace es recoger las experiencias de todos los profesores del país, evaluar los planes de estudio, las bibliografías, la proyección de la Constitución hacia el hombre común. En esto vamos a poner mucho énfasis: que todas las personas puedan comprender la relación que hay entre la calidad institucional, la vigencia de la Constitución y la calidad de la vida cotidiana. En términos de división de poderes, transparencia, controles republicanos.

—Sobre todo porque ha ganado terreno la aplicación directa de la normativa constitucional, sin la exigencia de una ley que regule esos derechos.

—Sí, tal cual. La reforma de 1994, de la que se van a cumplir 20 años el año que viene, que será conmemorada en la ciudad de Santa Fe -la idea es que hagamos el encuentro aquí- justamente incorporó tratados internacionales y les dio una operatividad directa, incluyendo nuevos derechos. Y esto ha hecho que la tarea de la Justicia, de los abogados, de las reparticiones públicas, se vea enriquecida. Y permanentemente desafiada en cuanto a la aplicación de estos derechos.

El valor del consenso

—A las puertas de este aniversario ¿qué balance se puede hacer de la reforma?

—El valor primordial es el consenso que tuvo. Un consenso inicialmente generado por los dos partidos mayoritarios de la época, pero luego asumido y enriquecido por todos los partidos y sus representantes; había una representación política y académica muy importante. Y yo creo que en las reformas constitucionales al consenso hay que lograrlo antes, y no que las convenciones sean un salto al vacío y diriman por un voto o dos un tema que pueda ser muy relevante y genere una fuerte división. Al contrario de lo que piensa mucha gente de los consensos previos, que piensa que son acuerdos de cúpulas.

—De hecho, el llamado Pacto de Olivos fue extremadamente polémico.

—Fuy muy polémico, en su momento. Pero yo defiendo eso. Y frente a la hipótesis de una reforma de la Constitución en la provincia, abogo porque haya el mayor consenso posible sobre los temas antes de la convocatoria a la asamblea. Porque el constituyente no es un superhombre, ni una supermujer, de cuya imaginación van a brotar las instituciones más importantes y las soluciones mágicas, sino que lo que debe hacer es interpretar lo que piensa el pueblo, si el pueblo está informado antes de lo que son las bases del consenso votará a un partido o a otro, y después el elegido deberá cumplir técnicamente con su mandato.

—Es paradójico que lo más cuestionado de aquel momento, que es el acuerdo político, es lo que tanto escasea y se reclama ahora.

—Es así. Lo que en su momento fue motivo de cuestionamiento, hoy se ve la importancia que tiene. Porque en la Argentina, la Constitución originaria de 1853 careció de un actor fundamental, que era Buenos Aires. Empezamos divididos; después se incorporó en 1860. La reforma de 1949 supuso hacer prevalecer la voluntad de la mitad del país, con disconformidad de la otra mitad. El golpe del ‘55 dejó sin efecto la reforma del ‘49 e hizo volver a la Constitución del ‘53, pero de alguna forma con el triunfo del sector que se había sentido desplazado; y dejó a la mitad o más del país proscripta y sin una propia Constitución. Recién en 1994 tuvimos un consenso importante, y por eso creo que hay que destacar ese punto. Después, en cuanto a las instituciones, creo que muchas han tenido buen suceso, otras no tanto, y los legisladores, que debían reglamentar muchos temas, no han estado a la altura de las circunstancias. Y también los gobernantes: falta una ley de coparticipación, por ejemplo. Y después, algunas leyes, como la del Consejo de la Magistratura, han tenido una concreción desde mi punto de vista muy poco acertada.

Cambios necesarios

—¿Cuáles deberían ser los principales puntos de una reforma en Santa Fe?

—Yo pienso que en el diseño del poder, bicameralidad -creo que es un equilibrio territorial y legislativo importante-, pero a la Cámara de Diputados le asignaría todas las bancas de manera proporcional, no como el sistema actual que otorga una mayoría automática de 28 sobre 50. Para la elección de gobernador y vice generaría una mayoría especial, absoluta -más del 50 % de los votos- o similar a la de la Nación, para lo cual hay que prever una doble vuelta. En lo que hace al Poder Judicial constitucionalizaría este sistema penal acusatorio que me parece importante, el diseño del Ministerio Público, el Consejo de la Magistratura. También hay que modificar profundamente el régimen municipal, porque no está en línea con lo establecido en el Art. 123 de la Constitución sobre la autonomía municipal.

“En las reformas constitucionales, al consenso hay que lograrlo antes, y no que las convenciones sean un salto al vacío y diriman por un voto o dos un tema que pueda ser muy relevante”.

“Yo no le temo a una reelección, para todos los cargos; incluidos los legisladores. Porque uno ve legisladores que van por su sexto mandato, cuestionando la reelección de un gobernador o de algún intendente”.

 

“Hay que modificar profundamente el régimen municipal, porque no está en línea con lo establecido en el Art. 123 de la Constitución sobre la autonomía”.

Es insólito que ciudades como Santa Fe, Rosario, Rafaela, Reconquista, Venado Tuerto y tantas otras no puedan darse su propia constitución, su propia carta orgánica, y en esa norma establecer su planeamiento estratégico, sus políticas de Estado. La verdad que da un poco de vergüenza decir que esto no ocurre en Santa Fe, y en otras provincias comunidades con 1.500 habitantes pueden hacerlo. Eso es un déficit muy grave, que una futura reforma debería resolver.

—Cada vez que se habla de reforma constitucional, el foco se pone en la reelección del gobernador, aunque aquí también se ha planteado cómo debería ser en el caso de intendentes y legisladores.

—Suele ser un tema conflictivo en el inicio, pero hay que asumir que es un tema, como pasó en el ámbito nacional, que duró cuatro años. Después, el que había sido presidente dos veces quiso serlo por tercera vez, y le dijeron que no -como correspondía-, y al fin lo que quedan son las otras cosas. Yo no le temo a una reelección, para todos los cargos; incluidos los legisladores. Porque uno ve legisladores que van por su sexto mandato, cuestionando la reelección de un gobernador o de algún intendente. Entonces me parece que una reelección, para todos, sería algo razonable. Lo que habría que pensar es si esa persona que ya fue reelecta, puede presentarse después de un turno o no. A mí me gusta el modelo norteamericano, donde el presidente reelecto ya no puede volver nunca más. Aunque sea joven y exitoso, como para ellos fue el caso de Bill Clinton. Pero bueno, estas cosas hay que destrabarlas, a veces con algún gesto -como ha habido, de un gobernador que dice “reelección, pero no para mí”. Y es un tema que hay que dirimirlo, y después ya deja de ser el más relevante.

Liderazgos e instituciones

—El debate filosófico de fondo al que se llega con esto es si deben prevalecer las instituciones o la “voluntad del pueblo” expresada por el apoyo a un determinado líder.

—Es un tema complejo, porque los liderazgos carismáticos, cuando se dan, se dan. Y se dan en todos los regímenes políticos del mundo. En sistemas parlamentarios, como España, Inglaterra o Alemania, o presidencialistas como EE.UU. No es lo mismo el carisma de Clinton que el de Bush, uno tenía y el otro no. Además hay liderazgos funcionales, como puede ser el caso de Churchill o Roosevelt en la Segunda Guerra Mundial. Eso se da en cualquier país del mundo; no es propio del subdesarrollo político o económico. Hay jefes de Estado de sistemas parlamentarios que han permanecido más tiempo en el cargo que muchos presidentes latinoamericanos, como Felipe González, Francois Mitterand, y tantos otros. Ahora, eso no significa que las instituciones deban adaptarse al líder.

Lo que hay que tener claro es que las limitaciones vienen dadas porque, bueno, si el líder está, opina, está atrás del gobierno, bueno, es un fenómeno de sociología política que hay que procesar y resolver. Pero hay que ir a la teoría de las instituciones, al imperio de la ley, del derecho y enmarcar objetivamente los fenómenos subjetivos que se dan en la realidad.

Max Weber estudió mucho este tema y planteaba qué pasa cuando se muere el líder carismático; cosa que nosotros hemos vivido. ¿Qué se busca? El familiar, el que él ha designado heredero. Y son fórmulas que terminan saliendo mal. Entonces, las instituciones no pueden estar sujetas a la vida y los vaivenes de una persona.

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Construir ciudadanía

“Yo pienso que es mucho lo que puede hacer la sociedad por sí misma, sin esperar soluciones de la política. Es mucho lo que podemos hacer como ciudadanos. Yo veo muchas veces cómo trabajan algunas organizaciones no gubernamentales, a pulmón, para aliviar la situación de sectores de riesgo, de los animales. Y la verdad es que me da muchas ganas de sumarme a ese tipo de tareas. Yo creo que uno se queja muchas veces, y con razón, de la falta de respuestas de los gobernantes. Pero también creo que es mucho lo que podemos hacer. Y quizás con eso también le estemos marcando un camino a los gobernantes, a la vez que nos convertimos en mejores personas. Me parece que hay que construir la ciudadanía desde esta perspectiva. Y desde ahí también, reclamar a los gobernantes cuando no están a la altura de las circunstancias”.