En San Agustín II

Estaba patrullando y terminó de partero

Se trata de un oficial del Comando Radioeléctrico, de 38 años. Tiene tres hijos pequeños, pero no presenció el nacimiento de ninguno de ellos.

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El policía usó el cordón de una zapatilla para atar el umbilical del bebé, que se llama Carlos Monzón y tiene cuatro hermanitos.

Foto: Danilo Chiapello

 

Joaquín Fidalgo

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Un oficial ayudante del Comando Radioeléctrico quedó anoche en medio de una situación que nunca había esperado, pero igual “le puso el pecho”. No se trató de un tiroteo, una persecución peligrosa o una situación de rehén. Se llama César Zanella, tiene 38 años y hace 15 años que se desempeña en la Policía. Está casado y es padre de tres pequeños, de 12, 8 y 5 años. Nunca había presenciado el nacimiento de sus hijos, pero esta madrugada tuvo que hacer de partero.

“Patrullábamos las calles de barrio San Agustín con mi chofer, el cabo Juan Gómez. Aproximadamente a las 3.50, en la cuadra de Formosa al 7400, salió a nuestro encuentro un vecino desesperado. Nos contó que su esposa estaba por dar a luz y que necesitaba ayuda”, recordó el uniformado.

Los policías descendieron del móvil y entraron a la casa sin dudar. “Se trataba de una joven de 24 años. Estaba acostada en la cama de su habitación. Ya estaba en trabajo de parto avanzado, así que le dije a mi compañero que solicitara urgente una ambulancia por la radio. Yo traté de tranquilizar a la señora y me preparé para asistirla”, señaló.

Zanella recordaba algunas pautas que recibió durante un curso, años atrás. Se colocó los guantes de látex que forman parte del equipo. “No aguanto más, ya va a venir”, gritó la mujer y se desencadenó el nacimiento. El oficial recibió en sus manos a un varón, que tiene cuatro hermanos y que será bautizado como Carlos Monzón.

Primero salió la cabeza, luego uno de los hombros. Se trabó. El policía debió girarlo para que salga el otro hombro. Ya fuera del vientre de su madre, Carlos no respiraba, por lo que el improvisado partero debió auxiliarlo para que despida el líquido amniótico que tenía en el sistema respiratorio. Finalmente, el bebé lloró y todos sonrieron.

“Sabía que tenía que atar el cordón umbilical -agregó-, así que le pedí a una vecina que me trajera lo único que había disponible: una zapatilla. Le sacamos el cordón del calzado y le hice un nudo. Así, un poco más tranquilos, esperamos la llegada de la ambulancia. Entonces, el personal de emergencias se ocupó de todo”.

“Se me pasaron muchas cosas por la cabeza, mis hijos. No estuve en el parto de ninguno de ellos y ahora me tocó esto. Es increíble. Nunca imaginé que me iba a pasar algo así, pero afortunadamente todo salió bien”, concluyó.