En la Provincia

Relevan edificios de las escuelas no graduadas

Los proyectos pedagógicos alternativos se atreven a desafiar la forma tradicional de entender la educación, pero también el espacio en el que ocurre. Investigadores de la UNL y de la UNR indagan sobre la arquitectura de los establecimientos que no se ordenan por grados.

(C) Comunicación científica UNL - El Litoral

Al pensar en una escuela parece casi una obviedad imaginar un aula para cada grado. Sin embargo, esta no es la única forma de estructurar los procesos educativos formales y de hecho existen experiencias y proyectos alternativos. Estas nuevas formas de pensar la educación implican repensar también los espacios en que ocurre y esa es la tarea que está afrontando un grupo de investigadores de las universidades nacionales del Litoral (UNL) y de Rosario (UNR).

Una de las innovaciones pedagógicas que nació en Santa Fe y más arraigo logró desarrollar en el territorio provincial es la experiencia de las Escuelas No Graduadas o de Avance Continuo. Nacidas con la vuelta a la democracia, este tipo de escuelas promueven el avance permanente de acuerdo a áreas de conocimiento. Un equipo de docentes y estudiantes de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (Fadu) de la UNL y de la Escuela de Educación de la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR se abocó al relevamiento de los más de 20 establecimientos educativos que actualmente mantienen este régimen en el territorio provincial para conocer en qué espacios ocurren estos procesos. Esto se enmarcó en un CAI+D Orientado titulado “Articulaciones pedagógicas y arquitectónicas en procesos educativos innovadores”.

Sin grados

El modo convencional de educación por grados fue un requerimiento que tuvo una respuesta desde lo arquitectónico y permitió que cada grado tenga su espacio. “Hay una coincidencia entre la formulación del problema y la manera espacial de resolverlo: los edificios escolares se organizaron en función de tantas aulas como grados”, explicó Rubén Cabrera, director de la investigación.

“Una escuela no graduada tiene otra forma de organizar tanto sus tiempos como su curriculum, por lo que las agrupaciones pueden ser diferentes”, explicó Margarita Trlin, codirectora del proyecto de investigación orientado a problemas sociales.

En Santa Fe, todas las escuelas que sostienen en mayor o menor grado el proyecto de No Gradualidad están emplazadas en arquitecturas escolares tradicionales. A través de visitas a cada una de ellas, los arquitectos, pedagogos y estudiantes pudieron observar la actualidad de instituciones que mayormente atienden a sectores vulnerables de la comunidad de la que forman parte.

“Queríamos saber cómo se sostiene la No Gradualidad y cómo se vive dentro de los edificios que fueron pensados para la gradualidad”, destacó Trlin.

En estos contextos, el lugar puede jugar en contra ya que las divisiones no se corresponden con las necesidades. Los investigadores destacaron la experiencia de la escuela Nº 570 Pascual Echagüe en la capital santafesina. “Allí vemos la creatividad puesta al límite y cómo todo el edifico empieza a funcionar a pesar de tener aulas convencionales. La gestión de ese proyecto por parte de los docentes permite usar el edifico de otra manera”, subrayó Trlin.

Desnaturalizar

Más allá de experiencias específicas y la astucia de quienes habitan estos edificios tradicionales, los investigadores se proponen un cuestionamiento que apunta a las bases. “La arquitectura debe reflejar nuevas actitudes, nuevas modalidades o posibilitar, a través de su formulación, instancias innovadoras de ver el espacio, distintas a las convencionales. No podemos pretender enseñar en el siglo XXI con estructuras ya obsoletas, determinadas, delimitadas, e incluso tipológicamente desde lo espacial, que no consideran criterios de fluidez, de ductilidad”, reflexionó Cabrera.

A través del surgimiento de interrogantes es posible desnaturalizar algunas formas consideradas casi inmutables en la educación como el agrupamiento de los niños por edades, la momentos de recreo únicos, la duración de los tiempos escolares. “Hay que animarse a pensar otras posibilidades porque si no sólo queda repetir irreflexiblemente lo establecido”, desafió Cabrera.

El grupo de trabajo que lleva adelante esta investigación cuenta con antecedentes de proyectos de extensión y voluntariado universitarios. En ese marco, se realizaron intervenciones desde la Arquitectura en espacios escolares de la región. Así, por ejemplo, surgió el diseño de mobiliario para la escuela “Pascual Echagüe”. Según explicó Cabrera, el objetivo era atender la condición de movilidad que su proyecto educativo impulsa, “se mueven los chicos, se mueven los maestros”, enfatizó. Partiendo de la utilización de paletts se hicieron mesas-bibliotecas. “Al hacer estos muebles con ruedas, los libros circulaban por todo el edifico, por las aulas, por los salones, y era casi un juego hacerlos transitar. La biblioteca ya no era un ámbito estanco y de consulta sino algo activo”, afirmó Cabrera.