Paraíso verde

Paraíso verde
 

Porto Velho, nuestro objetivo final hasta entonces, se convirtió en el principio de un camino líquido, inmenso y vivo. Fortuna o destino, el recorrido nos llevaría a un encuentro no previsto, y sin embargo deseado en silencio.

TEXTOS Y FOTOS. HUGO MATTERI.

Era nuestro noveno día de viaje en el suroeste brasilero, en el estado de Mato Grosso do Sul, y habíamos hecho de todo, canopy, snorkel, buceo, rapel en cavernas y una larga lista de otras actividades.

El grueso del grupo volvía a la Argentina con Jorge, al que junto a Gustavo cedimos el mando, ya que nosotros dos nos quedábamos unos días más para investigar un poco la zona. Teníamos información interesante y queríamos relevar las posibilidades para futuros viajes.

Abrazos y despedidas, unos rumbo al sur, y nosotros al norte, al corazón del Pantanal.

EL CAMINO DE LAS AGUAS

Este universo verde es de por sí desproporcionado en todo sentido, es el mayor humedal del planeta con unos 240.000 km2, compartidos con Bolivia y Paraguay, de los que unos 180.000 km2 pertenecen al Brasil. Alberga la mayor diversidad de fauna y flora del planeta, es uno de los sitios más lluviosos de la Tierra: 600 mm. de media anual que hasta genera su propio clima. Y si todo esto fuera poco, aun conserva una cantidad de pueblos aborígenes de la gran nación bmyamba tupí guaraní, viven en Áreas Indígenas reservadas. La mayoría de ellos conserva su lengua y sus costumbres.

Estamos en territorio brasileño, pero no siempre fue así. En épocas de la conquista y de la colonia, todo este gran territorio pertenecía a la Corona española, dependiente de la Capitanía de Asunción. Luego de la expulsión de los jesuitas, la Corona luso-brasileña fue ocupando todo este territorio, rico en plantaciones de yerba, tabaco y mano de obra gratuita. Siempre en disputa entre lo que serían las repúblicas de Paraguay y Brasil, a mediados de 1860 Paraguay lanzó la Campaña al Mato Grosso dominando casi todo el territorio del actual estado de Mato Grosso do Sul. La respuesta brasileña demoró, pero llegó con la guerra de la Triple Alianza, en la que los vencedores Brasil y Argentina, incorporaron a sus territorios parte de lo que antes poseía Paraguay. Nombres emblemáticos como Guayrá, Nioaque, Dourados, Cuiabá, Corumbá, Miranda, etc. En fin, todo por aquí respira historia.

En estas tierras existen comunidades aborígenes en un gran número, y a cada rato sobre el camino observamos carteles advirtiendo que transitamos un Área Indígena, otra, otra, y otra. Nombres desconocidos para nosotros, Terena, Paresis, Umutina, Utiariti, Tirecatinga, Irantxé, Nambikwara, y algunos más.

Fortuna o destino, el recorrido nos llevaría a un encuentro no previsto, y sin embargo deseado en silencio.

Salimos de Miranda temprano, rumbo Este, hacia Rondonópolis en Mato Grosso, donde habíamos planificado hacer noche, aunque eso de planificar en este tipo de viaje nunca fue nuestro fuerte.

No habíamos recorrido los primeros 100 km, cuando en la imagen satelital de la notebook veíamos una huella que nos podía ahorrar unos kilómetros. Dejamos el pavimento y todo al Norte por la “estrada estadual 419”, que según los cálculos nos depositaría luego de unos 260 km. y varias horas de marcha en Río Verde, al medio de la nada... o de todo, según cómo se mire.

Al Oeste del camino se extienden unos 300 km. de pantanos, arroyos, ríos, agua y verde hasta Corumbá, ni más ni menos que el magnífico Pantanal.

Pasado el mediodía, al cruzar el río SÆo Bento pasamos del estado de Mato Grosso do Sul al de Mato Grosso. Nuevamente sobre el pavimento continuamos hasta Rondonópolis, adonde llegamos al anochecer, con un cielo increíble.

A CHAPADA

Nuestra idea era pasar por Cuiabá y continuar hasta Porto Velho, capital de Rondónia, a orillas del famoso río Madeira, uno de los principales afluentes del Amazonas. Había que andar unos 1800 km.

Después de un descanso reparador y de nuestro “café da manhÆ” partimos hacia Cuiabá, capital del estado de Mato Grosso, por la BR 163, pero no siempre la ruta planificada es la definitiva. De la BR 163 solo vimos los primeros 60 km, ya que en Jaciara sale una “rutita” hacia el Nor-noroeste que nos pasearía por sobre la Chapada dos GuimarÆes y que luego baja a Cuiabá.

Esta ruta recientemente pavimentada constituye un espectáculo aparte. Tiene prohibido el tránsito de camiones y serpentea entre dos muros verdes de vegetación cerrada, un lugar fantástico donde el tiempo se toma más tiempo. Pasamos Campo Verde y desde allí la ruta comienza a subir las sierras lentamente con paisajes muy atractivos.

Este sistema de sierras es muy antiguo, en realidad es una falla geológica, que al elevarse separó la planicie del Pantanal del Planalto central (meseta elevada), y antes de la elevación de los Andes, fue fondo marino. Las vistas desde lo alto de las sierras son impresionantes: agua y verde hasta donde la vista alcanza.

Continuamos la marcha, y teníamos apuntado un lugar con un salto de agua de varios cientos de metros llamado Véu da Noiva (Velo de novia). Sorpresa grande, camino cerrado. Al ingreso del desvío había carteles que advertían la prohibición y unos metros más adelante había un grupo de personas, entre ellos la gente de IBAMA (Medio Ambiente), con los que charlamos unos minutos, y nos explicaron que había riesgo de desmoronamiento de parte del cerro donde está el salto de agua. Una pena.

INFERNO NA TERRA

Antes de llegar a Cuiabá paramos a cargar combustible y como casi siempre nos pasa, la gente nos pregunta ¿qué hacemos por allí? Es raro que pasen vehículos de nuestro país por el interior del Brasil, la gran mayoría rumbea para las playas. Bien, nos pusimos a charlar con el amigo y le comentamos que nuestro destino era Porto Velho, pasando por Cuiabá, Cáceres, Vilenha, a lo que nos contesta que hay una “estradinha” que pasa por Barra do Bugres, Tangará da Serra y Sapezal. Mirando los mapas y la notebook no había nada, al menos indicado, pero nos aseguraba que sí existía y que iban camiones por ahí. Tomamos nota y seguimos viaje.

En las imágenes satelitales no veíamos nada que nos indicara ruta alguna, solo la indicación de diversas áreas indígenas, con lo que decidimos preguntar nuevamente más cerca del desvío, y así fue. Preguntamos y nos dijeron que estábamos en lo correcto, pero con un agregado. “Olha seu moço, a estrada para Sapezal está interditada para reformas. Vocès vao precisar pegar uma estrada da terra paralela. Ela está boÆ! Está levando umas 6 horas pra fazer o percurso, vocès devem fazer mais rápido que isso”. Con Gus nos miramos como decidiendo qué hacer, pero antes de poder contestar algo, nos dice “Só tem un problema. Os indios estÆo cobrando pedágio pra pasar lá. E quem nÆo paga, é recibido à flechadas lá na frente!” Sin mediar palabra, nos miramos en forma cómplice entre sonrisas y dijimos: “por eso estamos acá”.

Obrigado meu amigo. y partimos.

Almorzamos algo en Barra, en el lugar más aceptable que encontramos, que en realidad era un parque de diversiones para todo tipo de bacterias. “O paraíso do bicho!” Pasamos Tangará y encontramos el desvío de tierra.

¿Tierra? A los pocos kilómetros veíamos una nube rojiza al frente, pero de una magnitud impresionante.

Si bien el camino es de un fino talco rojizo, tarda una eternidad en bajar o dispersarse si no hay viento, y no lo había. Dos camiones a 20 km/h. nos antecedían, nos costó mucho pasar, ya que no veíamos a más de un metro de distancia, nos demoraban más de la cuenta y nos faltaba una eternidad para completar el día. Ni hablar el tierral que comimos; habíamos cerrado las ventanillas, pero el polvo entraba igual, y encima no circulaba aire. Las volvimos a abrir, y la nube ya viajaba con nosotros pero al menos corría aire. La capa de polvo dentro de la camioneta era impresionante y nuestras caras eran de risa, ya que con la transpiración el polvo se nos pegaba al cuerpo y esto se estaba complicando. ¡Inferno na Terra!

HICIMOS CONTACTO

Había trechos con agua y barro en el camino lo que lo hacía un poco más divertido, y nos daba un respiro de aire limpio, y así llegamos al puesto de peaje. Un indio parado en medio de la ruta, un cartel en el costado derecho rezaba “Área Indígena Paresis Pedagio”, y ahí paramos.

Educadamente dijimos “bom día” a lo que nos contestó “Vinte reais”, nos miramos con Gus, y le dice “nos disseram que era dez reais”, a lo que nos contestó amablemente “Aumentou”.

Pagamos y nos dio un recibo oficial con todas las formalidades de la ley. En la banquina había una camioneta y gente de FUNAI, el organismo estatal de protección a los indios, así que paramos y fuimos a conversar con ellos.

Esta conversación, con el nuevo amigo al que llamaré L, desencadenó una serie de eventos que motivaron en pocos meses otra aventura, pero esa es otra historia. Estos pocos minutos de charla ya justificaban todo el viaje.

En época de la conquista, esta zona era muy poco explorada y aún menos conocida por la corona lusitana. No obstante ello, era incursionada por los llamados “bandeirantes”, que no eran otra cosa que exclavistas venidos desde el litoral marítimo atlántico en procura de mano de obra gratuita. Con el tiempo, y a medida que la conquista avanzaba, el hombre blanco fue llegando a estas zonas, aunque nunca fue bien recibido, ni por los aborígenes, ni por la misma naturaleza. El gran vuelco de la historia se produce hacia 1880 con el descubrimiento en la Amazonia de la “evea brasiliensis” y su gran producto el “jebe”, más conocido como caucho. Esto produjo una sucesión de cambios en muy corto tiempo, desde la fundación de pueblos caucheros, tendidos ferroviarios y de telégrafos, con el consiguiente enfrentamiento y esclavitud para con los aborígenes. Porto Velho, hoy capital del estado de Rondonia, no existía para el 1900.

EL FIN DEL CAMINO

Toda esta gran zona es el Pantanal, que da origen a una cantidad de ríos de suma importancia en la región, como el Paraguay, el Guaporé y el Madeira, cuyas cuencas influyen en miles de kilómetros a la redonda y que sin esta esponja natural que regula el flujo de las aguas, las áreas anegadas o las crecientes tendrían dimensión. Es un gran filtro natural, ya que en muchos casos los cursos de agua son de la mayor transparencia en el planeta. Qué decir del paisaje, la fauna o nuestra experiencia con indígenas reales.

Este contacto, aunque breve, nos cambió en algo importante que es difícil de expresar.

Cuando llegamos a Porto Velho, ya en el hotel mirábamos los mapas y las imágenes satelitales, y nos asombrábamos de los lugares por donde habíamos pasado, todo verde, selva y pantano, ininterrumpidamente por miles de kilómetros. Nosotros en el medio, disfrutando del contacto con esa naturaleza soberbia y salvaje.

Ya habíamos estado en esta ciudad en viajes anteriores con destino a Manaus por la BR 319, pero nuestro plan era otro, teníamos que decidir si regresar por Perú, camino ya conocido o incursionar por otra ruta y extender unos días más la investigación y de paso disfrutar del viaje sin mayores compromisos de fechas o acompañantes. No hay muchas alternativas, al Oeste el Perú, al Norte por la BR319 a Manaus o regresar por donde habíamos llegado. Pues bien, ninguna nos conformaba y pretendíamos hacer algo distinto, ya que no nos gusta volver por la misma ruta.

En algún barcito oímos algo sobre las balsas que llevan cargas por el gran río Madeira con destino a Manaus. ¡Que locura!

Porto Velho, nuestro objetivo final hasta entonces, se convirtió en el principio de un camino líquido, inmenso y vivo.

Una pregunta me daba vueltas por la cabeza: ¿Por qué hacemos esto?

De Porto Velho a Manaus lo hicimos en barco, pero se los cuento en la próxima.

Fortuna o destino, el recorrido nos llevaría a un encuentro no previsto, y sin embargo deseado en silencio.Salimos de Miranda temprano, rumbo Este, hacia Rondonópolis en Mato Grosso.

En las imágenes satelitales no veíamos nada que nos indicara ruta alguna, solo la indicación de diversas áreas indígenas, con lo que decidimos preguntar nuevamente más cerca del desvío.

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barco de pasajeros y atardecer sobre el río madeira, uno de los principales afluentes del amazonas.