llegan cartas

Adopción

Señores directores: Desde hace un año (16/11/2012) estamos inscriptos en el Ruaga (Registro de Aspirantes a Guarda con fines Adoptivos). Para algunos podrá parecer poco tiempo, para nosotros es una eternidad. En un principio, cuando nos anotamos nos dijeron que harían por lo menos una reunión para que los aspirantes inscriptos pudiésemos conocernos y compartir vivencias. Nunca nos convocaron. Nosotros pusimos toda nuestra esperanza en que la nueva modalidad de Registro Único Provincial mejoraría notablemente los tiempos de espera y agilizaría el proceso de adopción. Según entendemos, hay muchos chicos que están en hogares transitorios o creciendo sin amor familiar, y consideramos que el Estado le puede dar mucho: alimento, educación, contención, vestimenta, etc., pero la única institución que le puede dar amor es una familia.

Gracias a Dios, nosotros tenemos un hijo de 11 años y por lo tanto, en ese sentido, nuestra ansiedad está controlada, pero nos ponemos en el lugar de aquellos matrimonios que no tienen hijos y entendemos su desazón. Y como “la necesidad tiene cara de hereje”, vemos que cada vez hay más personas que acuden al sistema de “adopción directa”. Se conectan con médicos, parteras, y otros que siempre tienen “una conocida” que está a punto de dar a luz y necesita o quiere dar a su hijo en adopción, entran en una zona poco clara, y a cambio de alguna contraprestación, completan el trámite.

Todo esto me lleva a reflexionar sobre la función del famoso Ruaga. ¿Sirve este sistema? O es sólo un intento más para tratar de hacer parecer fácil algo que el Estado mismo de ocupa de dificultar con su permanente y eterna burocracia y con la falta de compromiso de los empleados y funcionarios públicos.

No es mi intención acusar a nadie, sino llamar a la reflexión a cada una de las personas que trabaja en los Registros y hacerles ver que en un año hay 365 días, que un niño no ha tenido el cariño de una familia. Y, ¿cuánto vale un minuto de cariño en la vida de un hijo? Los que somos padres, sabemos del valor incalculable de enseñar, disfrutar y aprender de nuestros hijos. A la vez, cada minuto que un niño está sin sus padres, sin el amor que ellos le pueden dar, es una pérdida irreparable, infinita, incuantificable. Tengamos todos en cuenta el valor de lo que esto significa. Es un futuro lo que estamos dejando de lado. Cada uno tiene una función en la vida y en algún momento, como en la parábola de los talentos, vamos a tener que rendir cuentas acerca de qué hicimos con los nuestros.

Héctor Duarte

DNI 20.823.020