PRELUDIO DE TANGO

“Un año más”

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En "Un año más", el Morocho demuestra que las condiciones de actor que le faltaban para la pantalla, le sobraban a la hora de interpretar un tango.

credito: archivo el litoral

 

Manuel Adet

Las preferencias del tango son el carnaval, no las fiestas de fin de año. El carnaval sugiere el contraste entre la alegría desenfrenada y la pena infinita; la máscara y el antifaz que disimulan y tejen trampas; la diversión del mundo y el dolor de un hombre derrotado y solitario. Ese despliegue de antagonismos no parece inspirar a los poetas para Navidad y Año Nuevo y esa realidad es la que tal vez explique los escasos poemas dedicados a esas fechas, no obstante que en aquellos años de oro las grandes orquestas trabajaban a pleno para esas ocasiones.

Sin embargo, en estos temas siempre hay “un sin embargo”. Luis Rubistein escribió “Año nuevo”, con música de Juan Polito, y Francisco García Jiménez escribió con música de Sebastián Piana: “Fraternal”, donde aclara expresamente que se trata de una canción de Navidad y Año Nuevo.

Con todo respeto -como se dice en estos casos- Rubistein y García Jiménez escribieron poemas mejores o, para decirlo de otra manera, estos homenajes al Año Nuevo desmerecen a los autores de “Charlemos” o “Siga el corso” porque provocan la sensación de que lo escribieron a pedido o por compromiso. Alberto Castillo no podía estar ausente en estas celebraciones, pero su homenaje al Año Nuevo es un monumento a la vulgaridad y el mal gusto, a la chabacanería y la estupidez. Lamentable para quien fue uno de los grandes cantores del tango, dotes que no pudieron empañar sus abundantes renunciamientos a la calidad y el estilo. La interpretación de Castillo es cursi en el peor sentido de la palabra. Es como si “Por cuatro días locos” se hubiera trasladado con todos sus despavoridos al Año Nuevo.

Aclaremos un poco los tantos. No es que el tango esté reñido con la alegría y la fiesta, pero mal que les pese a los “optimistas”, el tango es tango porque el personaje hasta en los momentos de mayor disipación debe convivir con el dolor o soportar una pena que, entre otras cosas, justifica sus excesos con el alcohol o con el sexo. Lo demás es costumbrismo, consumo liviano, demagogia o simple estupidez.

Finalmente llegamos al único tango (si hay otro que valga la pena, que mis abnegados lectores me informen) que le rinde un homenaje sincero y de calidad al Año Nuevo. Como no podía ser de otra manera, el cantor responsable de esa hazaña fue Carlos Gardel, en este caso, acompañado de las guitarras de Aguilar, Barbieri y Riverol. Me refiero al poema “Un año más”, escrito por Antonio Casciano con música de Joaquín Barreiro. El tango se ambienta en la década del veinte, pero Gardel lo grabó en junio de 1930, para el sello Odeón.

Como se dice en estos casos, se trata de un tangazo, cuyo autor, además de uruguayo, se ganaba la vida lustrando zapatos. El poema tiene todo lo que debe tener: paisaje, personajes, drama, ritmo y nostalgia. Es más, salvando algunos detalles, puede afirmarse, sin caer en el pecado del anacronismo, que el Año Nuevo que se despide en la década del veinte muy bien podría ser 2013, con lo que se demuestra una vez más que el mundo cambia, pero ciertas palpitaciones de vida se mantienen casi intactas.

“Un año más” arranca con una acuarela del barrio y las ansiosas sensaciones que para esa fiesta acompañan a la gente, entre otras, la ilusión de que algo nuevo comienza, de que es posible dar vuelta la página y que la felicidad no debe ser necesariamente una quimera: “El barrio alborozado festeja el nuevo año, reina la algarabía con todo su esplendor, adiós penas amargas, adiós los desengaños de esperanzas risueñas el año es portador”

La segunda estrofa insiste en lo mismo: “Sonoras carcajadas, bullicio y alegría, arrullos juveniles de vida y expansión, del percal la silueta se pierde en ese día, para soñar más alto quizás una ilusión”. La fiesta está en su apogeo, pero importa señalar que de manera tácita, apenas sugerida, se insinúa que hay penas que olvidar, que la alegría está presente porque existe el dolor y el desengaño.

La tercera estrofa habla de los pibes y de la indiferencia de un tano (goruta): “Un cuadro pintoresco ofrecen los pebetes, que en sus juegos inocentes entretenidos están, medio escabiao un goruta murmura indiferente, un año más que importa, como vino se irá”. El contraste entre la inocencia ruidosa y atolondrada de los chicos y el escepticismo de un curda cuyas reflexiones (Un año más...) titulan el poema, es el gran logro de esta estrofa.

Después vienen unos versos cargados de imágenes, en los que cada palabra cobra significado propio y le otorga al poema una identidad exclusivamente tanguera. “Las notas plañideras de roncos bandoneones, estremecen las almas de ensueño y emoción, pebetas taconeras, malevos compadrones, se pierden en los cortes de un tango dormilón”. Hay que recordar, una vez más, que a este tango lo interpreta Gardel en uno de sus mejores momentos; hay que tener presente su dicción, su fraseo, particularmente en estas líneas: “Pebetas taconeras, malevos compadrones...” donde una vez más el Morocho demuestra que las condiciones de actor que le faltaban para la pantalla, le sobraban a la hora de interpretar un tango otorgándole a cada palabra la entonación justa, el estremecimiento inevitable.

La última estrofa incorpora -como no podía ser de otra manera- a las comadres del barrio, pero ni la fiesta, ni la algarabía, ni las esperanzas de un nuevo año, logran borrar la tristeza de sus corazones. “Repiten las comadres que habitan el convento, que viva el año nuevo que el viejo ya pasó, mientas los desolados recuerdos de otros tiempos, de amargos desengaños llenan el corazón”.

Dos consideraciones para concluir. A diferencia del carnaval, donde abundan los salones distinguidos, los acordes delicados de la orquesta, los murmullos insinuantes de las parejas, y la intimidad de los parques con la intimidad de sus glorietas y bancos, en “Un año más” el paisaje es el barrio pobre, con todos sus contrastes sociales. Por otra parte, a diferencia de los temas fiesteros, livianos y tontos como el mencionado “Por cuatro días locos”, en “Un año más” lo pintoresco no excluye la tragedia y el drama, entreverado con ilusiones y deseos. Es verdad que el carnaval es una fiesta, pero para el tango esa fiesta cobra sentido porque allí está el dolor del arlequín, el reclamo de amor de “Quitate el antifaz”, la angustia de “Ríe payaso”, la nostalgia y el remordimiento de “Esta noche en Buenos Aires”, la desesperanza de “Carnaval” o el asedio amoroso de “Siga el corso”.

“Un año más” se inscribe en esa honorable tradición poética, algo que no sucede con “Fraternal” o “Año Nuevo”. Es que no hay letra de tango, por más festiva que sea, que no aluda a la condición trágica del hombre, a una reflexión lúcida sobre la existencia, un interrogante sobre el inevitable paso del tiempo, la fugacidad del amor y el misterio de la muerte.