A PROPÓSITO DE LAS TENSIONES ENTRE LO QUE HACEMOS Y LO QUE DESEAMOS

La pregunta suspendida

1_HOMBRE_PREGUNTA_24357.jpg
 

Estanislao Giménez Corte

[email protected]

http://blogs.ellitoral.com/ociotrabajado/

I

En 2005, el gurú de Apple e ídolo de diseñadores y programadores Steve Jobs dio un conocido discurso en la Universidad de Stanford. Quisiera subrayar dos pasajes. Uno es éste: “Tu tiempo es limitado, de modo que no lo malgastes viviendo la vida de alguien distinto. No quedes atrapado en el dogma, que es vivir como otros piensan que deberías vivir”. El otro, éste: “Tienen que encontrar -dice Jobs a los estudiantes- qué es lo que aman hacer”. Inserta así, la frase parece una aseveración bastante convencional, que coquetea con cierta retórica de autoayuda. Pero no. Su sentido (como casi todo) sólo puede mensurarse en el contexto completo de su alocución. Pensémoslo de esta forma: recurrentemente, aflora en nosotros una cierta desazón por no tener, frente a las cuestiones esenciales de la vida, las respuestas adecuadas. Parecemos hurgar como animales en la tierra tratando de extirpar aparentes o imaginarios secretos a las cosas, de modo de poder afrontar aquellos cuestionamientos. Sorprendentemente, nos damos cuenta, a veces, de que hemos formulado mal las preguntas o, peor aún, que no nos hemos hecho las preguntas necesarias o, peor aún, que no nos hemos animado a hacernos, casi nunca, pregunta alguna. La fiereza, la áspera textura de una pregunta exacta, lo sabemos, puede devenir en una situación por demás perturbadora.

II

Casi todas las personas tienen una pasión, una actividad en la que el tiempo no pareciera ser arrastrado como una bolsa. Algunos coleccionan estampillas, otros ven cine, otros viajan, otros leen astronomía, otros dibujan, otros juegan por dinero, otros memorizan datos estadísticos. Muchísimas personas dividen su tiempo, al modo moderno, entre ocio y trabajo. Destinan (destinamos) una parte esencial del día a las “obligaciones” y una parte ínfima al placer. El ocio, como sabemos, se concibe más como una evasión o una distracción que como una actividad productiva. Lo que Jobs dice, creo, es que sólo si encontramos placer en nuestra tarea haremos algo trascendente; que debemos encontrar una actividad que no semeje un pasaje tortuoso hacia un mínimo placer prometido para más adelante. ¿Será posible invertir este procedimiento? Estamos acostumbrados a sobrellevar como podemos las tareas y la existencia merced a una pequeña recompensa que nos espera al final del día. Una vez allí, desechos, nos abandonamos a un breve disfrute y sentimos compensarse o equilibrarse las cosas. Por muy diversas razones (entre ellas, la imposibilidad lisa y llana) muy poca gente transforma su pasión en un modo o medio de vida. Hay una distancia natural, a menudo infranqueable, entre estas esferas. El arte y el deporte pueden verse como dos áreas sustantivas. Acercar esa pasión a la posibilidad de vivir de ella es algo muy complejo, pero no deberíamos considerarlo un imposible per se: a una enorme cantidad de argentinos les gusta el fútbol: un mínimo porcentaje puede dedicarse a él de forma profesional; a una importante cantidad de argentinos les gusta la literatura: un ínfimo porcentaje puede dedicarse a ello de forma profesional. En muchas personas, empero, se agrega una suerte de mecanismo de autoengaño o autoboicot: relegan, aplacan, olvidan el placer (esa pasión) en favor de recursos económicos o de éxito profesional; o, simplemente, desoyen cualquier distorsión en un sonido monocorde y asumido. Eluden la pregunta y simplemente hacen lo que suponen que una fuerza externa -llamada causalidad- los llevó a hacer. Se aferran a ello y no lo sueltan porque allí se sienten a salvo ¿de qué?: de la intemperie de las preguntas. Ahora, las tenemos aquí: ¿qué es lo que queremos, qué hacemos, qué deseamos hacer? ¿cuál es el nombre de nuestra pasión? ¿adónde se halla? ¿podemos cortejarla, verla, llegar hasta ella? ¿qué dice nuestra pasión de nosotros? ¿podemos oír su palabra desinhibida? Allá está ella. Acá, suspendida, la pregunta que la antecede. Nos dice: ¿serás capaz de pronunciarme?