Mesa de café

De corruptos y corruptelas

Remo Erdosain

Los muchachos no se van de vacaciones hasta febrero. De todos modos a ninguno le desagrada pasar enero en Santa Fe, porque más allá de la inclemencia de los calores, acompañados a veces por los cortes de luz, la ciudad con menos gente (y para los muchachos la ciudad es la peatonal San Martín y bulevar) es agradable y guarda un singular encanto reforzado por la calidad de la cerveza cuyo sabor en Santa Fe sigue marcando una diferencia con las cervezas de otras partes.

—¿Qué me cuentan del gobierno nacional ? se queja Abel. Ahora logró el milagro de que los pobres seamos millonarios.

—¿Por qué? -pregunta José receloso.

—Porque con 300.000 pesos de capital, una cifra con la que apenas se puede comprar un departamento de un ambiente en el Fonavi, sos rico y pagás impuestos como rico.

—Ya le hacen pagar el Impuesto a las Ganancias a los trabajadores -agrega Marcial- y ahora pretenden liquidar a la clase media con impuestos extorsivos e injustos, cuyos montos van a la “kaja” de la señora para continuar con la joda.

—No es ninguna novedad -digo- que un régimen populista ataque a la clase media a la que nunca puede controlar. Ya se sabe que el paraíso populista para ellos es una sociedad con un puñado de ricos prendidos de los faldones del Estado y millones de pobres asistidos con lo necesario para que no se mueran de hambre, pero también para que nunca dejen de ser pobres.

—Tuvieron una buena oportunidad para quedarse callados -exclama José con tono triunfal.

—Eso siempre va a ser muy difícil -respondo.

—Lo que te parezca mejor, pero si hubieran leído los diarios de la mañana se habrían enterado de que el gobierno desestimó esos impuestos de los que ustedes tanto se quejan.

—¿Y qué les pasó? -pregunta Marcial, después de mirar la tapa de los diarios y cerciorarse que lo que dice José es cierto.

—Entendimos que no había condiciones para un impuesto así. Nosotros siempre hacemos lo que el pueblo quiere.

—Vos nunca perdés la costumbre de pasar tu aviso -reprocha Abel con tono chancero.

—Tómenlo como quieran -reacciona José-, pero lo cierto es que sabemos gobernar. Pasamos momentos duros, nos equivocamos como hijos de cualquier vecino, pero siempre salimos con la cabeza levantada y la pelota al piso. Por la mitad de lo que nos ha pasado en los últimos diez años, ustedes hubieran renunciado dos, tres o cuatro veces.

—Ese es un verso que venden los peronistas -replica Abel-, verso que parte del principio de que ustedes son los únicos que saben gobernar.

—El principio populista real es mucho más duro -agrega Marcial- afirma que los únicos capaces de administrar el país son los ladrones y bandidos.

—¡El gorila como siempre da la nota!

—Yo no sé -señalo- si ustedes saben o no saben gobernar. Lo que sé es que todos los días estamos un poco peor. Los precios de las góndolas suben todos los días; la inflación este año va a llegar al treinta por ciento, récord en el mundo; más de diez millones de argentinos viven en la pobreza y casi cinco millones son indigentes. Y ustedes, encima, se dan el lujo de hablar de una década ganada.

Lo que no aclaran -acota Marcial -es que los que ganaron en esta década son ellos; es más, se hicieron millonarios, algunos llegaron al gobierno en bicicleta y ahora andan en autos de casi medio millón de pesos; vivían casi en lugares humildes y ahora están instalados en Puerto Madero.

—Ustedes no tienen derecho a meter a todos en la misma bolsa. En cualquier gobierno hay corruptos, pero a un gobierno la historia no lo juzga porque haya habido uno o dos corruptos.

—El problema, en el caso de ustedes, es que no son uno o dos, son muchos.

—A eso hay que probarlo.

—Al Capone dijo algo parecido.

—Históricamente los gorilas siempre han recurrido al tema de la corrupción para desestabilizar a los gobiernos populares.

—¿Cuándo fue eso?

—En 1930 contra Yrigoyen.

—Disculpame, en 1930 a Yrigoyen lo tiró abajo la crisis de Wall Street, no la corrupción o las célebres e insufribles amansadoras radicales -respondo.

—Convengamos -observa Marcial- que también lo tiró abajo su célebre incompetencia. Es el único caso de un gobierno que con mayoría en la Cámara de Diputados no podía reunir quórum.

—Como dijera Alvear: “Gobernar no es payar” -recuerdo.

—Lo que yo he leído -puntualiza José- es que el diario Crítica, de Botana, la FUA y los militares se juntaron para tirarlo abajo.

—Más o menos, más o menos -digo- los radicales también hicieron mucho para venirse abajo, incluso hasta el vicepresidente conspiraba.

—Pero los militares aprovecharon la volada para quedarse con la torta.

—Los militares de Uriburu, que eran una minoría.

—Porque los del general Justo no estaban decididos a dar el golpe. Sólo así se explica que un paseo de los cadetes por el centro de Buenos Aires y una conspiración minoritaria se haya a quedado con el poder.

—Pero en todos los casos -apunta Abel-, lo cierto es que no fue la corrupción el pretexto para derrocar a Yrigoyen.

—¿Y en 1955?

—Tampoco. A Perón lo terminó de derrotar la Iglesia Católica, que movilizó multitudes en esos meses. Y también sus propios errores. Reproches sobre corrupción hubo en tiempos de Evita, Juan Duarte y Jorge Antonio, pero en 1955 la gente se movilizaba contra la dictadura y no contra algún ministro ladrón.

—Ahora van a justificar el golpe de 1955 -acusa José.

—No lo justifico, lo explico- responde Marcial-. Y agrega a modo de síntesis: —Dividieron el país en dos, lo partieron por la mitad y en 1955 recogieron los frutos de su siembra. Además, nunca te olvides de que a Perón lo tiraron abajo la Iglesia y las Fuerzas Armadas, las dos instituciones que en 1945 le habían dado su apoyo casi incondicional. Por eso, cuando renunció lo hizo ante las Fuerzas Armadas, por la sencilla razón de que nunca dejó de ser milico.

—Yo no conozco tanto el pasado -admite Abel- pero lo que sé es que los dos últimos gobiernos peronistas han competido entre sí para decidir cuál es más corrupto.

—Uno se enriqueció con los porcentajes de la coima; el otro directamente se quedó con las empresas -explico.

—Insisto -refirma José-, la corrupción en este gobierno es una anécdota de la que se valen los gorilas para atacar no lo que está mal sino lo que está bien.

—La corrupción no es una anécdota -respondo- es un dato estructural de este gobierno, como lo fue en su momento del de Menem. Es más, la relación de la señora con Lázaro Báez no tiene antecedentes en la historia argentina del siglo XX.

—¿Y Yabrán?

—Yabrán corrompía a todos los gobiernos, pero no era socio de ellos ni recaudaba para un presidente en particular; el hombre hacía negocios tramposos, pero Lázaro Báez es directamente un recaudador de los Kirchner.

—No comparto -concluye José.

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