Regalo de Año Nuevo

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En todo hombre, hay un anhelo de fraternidad y un deseo de comunión, sostiene el Papa Francisco.

Foto: EFE

 

P. Hilmar Zanello

El Papa Francisco hace llegar al mundo un verdadero regalo para este Año Nuevo, un mensaje en el que llama al hombre a construir una convivencia fraternal, como fundamento y camino de la paz.

Porque la paz es un anhelo de todo ser humano, que nace de lo profundo del corazón creado por Dios como participación de la misma vida de Dios Padre. Así lo afirma el Papa Francisco al comienzo de su mensaje, diciendo que en todo hombre hay un anhelo indeleble de fraternidad que nos invita a la comunión con los otros, en los que encontramos, no enemigos o contrincantes sino hermanos a los que hay que acoger y querer. Porque la fraternidad es una dimensión esencial del hombre que es un ser relacional.

La conciencia de este carácter relacional nos lleva a ver y tratar a cada persona como una verdadera hermana o un verdadero hermano; sin ello es imposible la construcción de una verdadera justicia de una paz estable y duradera. Al comenzar este período, se inicia el compromiso por construir un año mejor, un año de vida y convivencia fraterna con una luz nueva que disipe las oscuridades que podemos arrastrar de tiempos viejos y egoístas.

Construir la paz será la meta definitiva para vivir como hijos del mismo Dios Padre, que nos quiere a todos como hermanos.

Viene bien aquella anécdota de un rabino que les preguntó a sus discípulos: “¿Cuándo termina la noche y comienza el día?”. Uno de sus discípulos respondió: “Cuando a cien metros puedo distinguir un hombre de una mujer”; otro dijo: “Cuando a cien metros puedo distinguir una moto de una bicicleta”, y así el resto. El rabino los corrigió diciendo que estaban equivocados. Entonces le preguntaron: “¿Cuándo comienza el día para usted?”, y él respondió: “Cuando viendo el rostro de un prójimo descubro el rostro de un hermano, entonces ha llegado para mí la luz de un nuevo día”.

Podemos servirnos de esta enseñanza para afirmar que un año nuevo comienza si emprendemos la construcción de un mundo fraterno, haciendo del otro el rostro de un hermano.

Este desafío que propone el Papa Francisco implica construir en lo profundo del corazón humano una manera nueva de vernos entre nosotros, superando los límites de toda esclavitud que pueda obstaculizar los lazos de la vida fraterna.

En el Evangelio, encontramos la enseñanza de Jesús que señala al fariseo Nicodemo la condición necesaria para realizar un camino nuevo de amor fraterno, proyecto que Él trajo al mundo diciéndole: “Hay que nacer de nuevo, hay que nacer de arriba, hay que nacer del agua y del espíritu”.

Este camino de paz que propone el Papa Francisco comienza en el corazón del hombre liberado de todos los egoísmos humanos que esclavizan el corazón. Será una tarea que comienza en el interior del ser humano con una palabra clave del Evangelio que el mismo Jesús llama: conversión.

Conversión significa, cambio del corazón. De un corazón egoísta pasar a un corazón de entrega, de un corazón “centrípeto” cuyo eje soy “yo” a un corazón “centrífugo” cuyo eje es el “otro”.

Esta conversión se va logrando lentamente, en la medida que pongamos en nuestra vida la fuerza que nace de la palabra de Jesús como arquetipo del hombre cuando dice: “Pongo mi vida al servicio de los otros” (Juan 10,17).

El Evangelio ejemplifica la vida del cristiano como constructor de la fraternidad y de la paz con la actitud del buen samaritano que puso su persona para socorrer al herido.

Entonces nace en el corazón del hombre un amor “renacido y redescubierto” en el esfuerzo de crear fraternidad.