al mArgen de la crónica

El secreto

Las personas mayores más felices son aquellas que han sabido disfrutar de la vida, las que a lo largo de su existencia se han permitido hallar su bienestar personal en sus cuestiones cotidianas.

Así lo cree una investigación que concluyó que la felicidad de los ancianos depende en buena medida de la alegría con que hayan sabido sortear las adversidades de la vida.

Su dicha, según se desprende del trabajo, es como una especie de reserva, un almacén que será de mayor o menor tamaño en función de los buenos momentos que se haya sabido vivir.

El estudio fue elaborado por investigadores de la Universidad de Granada y publicado por la revista Journal of Happiness Studies. Los científicos exploraron las fuentes de la felicidad a través de un grupo de personas de entre 65 y 96 años, de distintas condiciones y que vivían en residencias de mayores o en sus domicilios particulares.

Los investigadores analizaron diferentes cuestiones relacionadas con la felicidad, pero quizás los dos datos más llamativos estén relacionados con que la satisfacción personal no depende de dónde se termina habitando y también con la importancia de una vida plena para una vejez feliz.

El paso del tiempo a veces disminuye la felicidad. Los mayores se ven cada vez menos capacitados y más solos ante la desaparición en cadena de familiares y amigos. Pero aún así, los últimos golpes de la vida resultan más llevaderos si se ha sabido vivir con optimismo.

La felicidad del anciano no dependería de las adversidades vividas, sino de la actitud con que uno las haya sabido enfrentar y de haber aprendido a reírse de uno mismo.

Los científicos aconsejan apostar a invertir en el bienestar subjetivo, para que las mochilas de nuestra vida estén cargadas de buen estado de ánimo y comprender que la felicidad se reproduce: cuanto más se usa, más se tiene, ahora y en el futuro.