Preludio de tango

Reinaldo Yiso

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Manuel Adet

Reinaldo Yiso nació en el barrio porteño de Liniers el 6 de abril de 1915 y falleció el 16 de diciembre de 1978. Escribió mucho y logró aquello que Antonio Machado calificara como la gloria del anonimato, es decir, sus tangos son más conocidos que él. A la hora de ser objetivo, habría que decir que su obra es despareja y que, a diferencia de Discépolo o Manzi, carece de una mirada poética coherente acerca de la vida y el destino. Asimismo, resulta lamentable que un poeta de su calidad haya entorpecido su obra con fealdades como “Susanita”, “El hipo”, “Bolero”, Mambo”, o “No te hagas el pituquito”, letras en las que se despliega una mirada resentida e incluso funcional a quienes supuestamente se habían conjurado para demoler al tango. Una lástima para un autor que dispuso de una singular sensibilidad para captar el paisaje popular o crear situaciones dramáticas que se detiene en el límite exacto que separa la sensibilidad del sentimentalismo.

Los poemas de Yiso fueron los preferidos de Osvaldo Pugliese y Ricardo Tanturi. Con éste último mantuvo una amistad que honró en su momento bautizando a su hijo con el nombre de Ricardo, el “Ricardito” de “Un regalo de Reyes”. En 1943, Roberto Chanel acompañado por Pugliese canta por primera vez una de sus grandes creaciones populares: “El sueño del pibe”, con música de Juan Puey, tango que luego será grabado por Enrique Campos y Tanturi. El título del tango es un clásico y una de sus estrofas ha sido canturreada por jóvenes y viejos de todos los tiempos: “Mamita, mamita, ganaré dinero, seré un Baldomedo, un Martini, un Boyé, dicen los muchachos de Oeste Argentino, que tengo más tiro que el gran Bernabé. Vas a ver qué lindo cuando allá en la cancha , mis goles aplaudan seré un triunfador, jugaré en la quinta, después en primera, yo sé que me espera la consagración”. Unos años después, Jorge Maciel graba “La número cinco”.

El hombre tenía calle, sabía de noches y madrugadas y, sobre todo, conocía de las pasiones que animan a los pibes del potrero. Él mismo había sido uno de ellos y quienes lo conocieron aseguran que de no haber sido por un accidente, en lugar del poeta hoy estaríamos celebrando a un crack de primera “A”, de Vélez Sarsfield, por ejemplo, donde jugó en sus inferiores hasta la fractura en la pierna.

A “El sueño del pibe” y “La número cinco”, se suman en esa línea “La mascotita del barrio” y, otro de sus temas que trascendió las fronteras: “Cuatro líneas para el cielo”, con música de Arturo Galluccio y que Carlos Dante lo interpretó con su habitual solvencia. En “Cuatro líneas para el cielo”, los personajes concluyen llorando arrepentidos por el dolor del niño, pero las mismas lágrimas suelen brotar de los ojos de los oyentes.

“En el corsito del barrio”, milonga con música de Abel Aznar, predomina el humor en tono de grotesco. Julio Sosa lo canta muy bien, pero donde el “Varón del Tango” se luce con los poemas de Yiso es en “Esas cosas de la vida”, un poema que recuerda en algún punto a “Cuando me entrés a fallar”, de Celedonio Flores. Flores dice: “He rodao como bolita de purrete arrabalero y estoy cachuzo a golpes por los años que querés”, y Yiso escribe: “Me han golpeao más que pelota de picado de potrero y estoy curtido a los golpes y más doblado que un seis”. La “situación” es la misma, pero los recursos verbales son diferentes. Sigamos con Yiso: “Yo sé bien que no es cariño lo que te tiene a mi lado, que de pura noble y buena en mi vida te quedás, porque me voy dando cuenta que ya estoy en el ocaso y que vos sos una rosa que comienza a perfumar. Por eso te largo el rollo, me gustan las cuentas claras, si te marchás de mi lado no diré una maldición, quiero decirte muchacha que no estás encadenada, esas cosas de la vida yo las tomo como son”. Armando Pontier lo acompaña a Sosa en esta grabación de principios de los cincuenta.

También pertenece al repertorio de Sosa, en este caso acompañado por Francisco Rotundo, “Bien bohemio”, un tango que firma Sara Rainer, la esposa de Yiso, el real escritor del poema cuya música está a cargo de Titi Rossi. Rainer firma “Ruiseñor de Puente Alsina” y “Pifia”, mientras que “No me esperes esta noche”, lo firma con el apodo de Rianca. ¿Por qué estas estratagemas? No lo sé, pero presumo que alguna relación tendrá con el tema de los derechos de autor.

Como escritor aficionado a tocar las fibras sentimentales de su público, Yiso no se privó de escribir poemas dedicados al padre y la madre. “Un vals para mamá”, “Un tango para mi vieja”, los dos con música de Enrique Alessio, y “Cómo le digo a la vieja”, así lo testimonian. Por su parte, “Papá” es interpretado por Mario Bustos con la orquesta de Juan D’Arienzo. No es lo mejor de su obra, pero los poemas allí están.

En la misma línea popular y de efectos sentimentales se inscribe “El bazar de los juguetes”, en las versiones insuperables de Alberto Podestá o Miguel Montero. Se trata del hombre de abajo que echó buena y decide hacer de Rey Mago y comprar todos los juguetes del bazar para regalárselo a los pibes pobres del barrio. ¿Sentimentalismo, populismo, demagogia? En el tango no hay lugar para estas imputaciones, pero si alguna respuesta corresponde es la siguiente: el hombre no regala juguetes para conseguir votos, bien o mal lo hace porque cree en eso y, además, lo hace con su plata, no le pide prestado a nadie, ni la saca de las arcas del Estado.

Ahora vayamos a lo que considero sus máximas realizaciones. “Soñemos”, con música de Roberto Caló y Roberto Rufino y sus versiones de Carlos Di Sarli y Roberto Florio o Alfredo De Angelis y Oscar Larroca. “Bailemos”, con música de Pascual Mamone. “No llores, no muchacha, la gente está mirando, bailemos este tango, el tango del adiós, así entre mis brazos mirándote a los ojos, yo quiero despedirme sin llanto y sin dolor. La vida caprichosa nos puso frente a frente, prendiendo en nuestro pecho la hoguera de un querer, mas hoy la misma vida nos manda separarnos, el sueño de querernos ya ves no puede ser”. Preciso, sobrio en el manejo de las emociones, “Bailemos”, es un tangazo cuya calidad reside en las imágenes y, sobre todo, en lo que no se dice. La pareja está condenada a separarse, ¿Por qué? Yiso no lo dice y ese silencio es uno de los logros más interesantes de “Bailemos”, interpretado como los dioses por Alberto Morán con la orquesta de Alberto Di Paulo y, luego, Armando Cupo.

“Te odio y te quiero”, con música de Alessio, es otro de sus grandes poemas. “Me muerdo los labios para no llamarte, me queman tus besos me sigue tu voz, pensando que hay otro que pueda besarte, se llena mi pecho de rabia y rencor. Prendido en la fiebre brutal de mi sangre, te siento clavada como una obsesión, te niego y te busco, te odio y te quiero y tengo en el pecho un infierno por vos”. La versión de Luis Mendoza con Juan Sánchez Gorio, merece escucharse.

De despedida otro gran tango de Yiso: “Estampa tanguera”, interpretado por Edmundo Rivero con guitarras. El patio nocturno, los músicos y los bailarines; la mujer derrotada que se acerca a su ex marido para decirle que el pibe se está muriendo. Hasta allí un tango más, pero en la última estrofa Yiso exhibe su maestría para crear escenas dignas de ser filmadas. “Del brazo de la otra se desprendió el malevo y el patio de ladrillo temblando lo cruzó, y esa mujer enferma, sin chances, vacilante, siguió tras de su hombre soltando un lagrimón”. El momento en que el hombre se levanta, deja a su amante para ir a ver al hijo que agoniza es uno de los grandes momentos del tango. El remate merece leerse: “Se oyó la Cumparsita, el tango de los tangos, tras una nube negra la luna se escondió y fue por vez primera que en ese viejo patio, mientras lloraba un tango, ninguno lo bailó”.