En Familia

Sicarios de sueños

Rubén Panotto (*)

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Tiempo atrás y a la distancia, conocíamos que un sicario era un asesino por encargo, asalariado. En la actual involución del valor de la vida y sus nobles designios, la palabra se ha hecho carne y están entre nosotros los asesinos de la vida, los sueños, las ilusiones. No obstante ser impactados por los crímenes y homicidios cotidianos, pareciera que como sociedad vamos horriblemente perdiendo la capacidad de asombro, sin discernir que cada muerte violenta nos va despojando de los elementos intangibles del amor, la confianza, la ilusión y los sueños, tan necesarios para la vida del alma. Los noticieros, las películas de alto voltaje de violencia, juegos electrónicos que consumen niños de tierna edad, el maltrato de los adultos en la calle, las sesiones legislativas de políticos, el fútbol, el bullying escolar, etc., tienen participación necesaria en este caos nunca antes vivido.

Los sicarios de sueños mataron la fantasía de los cuentos infantiles, la sana picardía de los juegos callejeros, se llevaron la ilusión del Ratón Pérez y de los Reyes Magos. ¿Dónde escondieron los sueños dorados de los jóvenes y adolescentes, imaginando el futuro amor de sus vidas? Hicieron trizas los proyectos y deseos del matrimonio que forjaba su familia, y a través de ella, cosechaba los frutos de la ejemplaridad de sus padres y abuelos, en la sana competencia de ser cada día mejores personas, generosas, solidarias, buena gente. Los sicarios de sueños tienen poder, y están en el poder, porque trafican influencias, hacen logística con sus presas y viven custodiando sus fortunas inclinados ante el rey Mammón.

Es el tiempo de mirar hacia adentro, y medir cuánto despojo hemos padecido, cuánto engaño, cuánta mentira hemos asimilado, y decidir qué mundo queremos, qué país deseamos, qué familia formamos, reconociendo nuestra responsabilidad y mandato de levantar nuevas generaciones cada vez más ricas en nobleza, en el uso de la libertad responsable, y agregar la pata de las obligaciones a los derechos humanos. Resistamos, no permitamos que nos maten la ilusión, que es la esperanza de un mundo mejor; esa esperanza que produce el entusiasmo y la alegría de vivir. No tengamos vergüenza de tener sueños y proyectos con posibilidad de realizarlos y darlos por herencia a nuestros hijos. Si lo vemos como una batalla, hasta ahora los buenos estamos perdiendo, aunque con posibilidad de revertir la derrota final. Para ello, deberíamos aprovechar toda oportunidad para defender los valores éticos y morales declarados obsoletos, y utilizar las redes sociales, la escritura, la educación, el ejemplo, etc., para resistir todo intento de arrebato y despojo a nuestra cultura latinoamericana. En estos días, el delirio progresista de algunos está proponiendo cambios en los Códigos Civil y Penal, sin respetar la necesidad de la discusión y el consenso de familias y pensadores notables y reconocidos. Nos explican que el objetivo es resguardar la libertad y los derechos de los demás, mientras que por otro lado no respetan el derecho a la vida, promoviendo la interrupción del embarazo en un castellano que se traduce como “aborto”. Aquí sí que cabe el título en todo su alcance de sicarios de sueños, sicarios de ilusiones. Siempre han sido los niños los que más sueños e ilusiones tienen, no obstante son los más olvidados y maltratados de la humanidad.

En una oportunidad, le llevaron niños a Jesús para que los bendijera, pero sus seguidores reprendían a quienes los acercaban, con la excusa de no molestar al Maestro. Cuando Jesús se dio cuenta, se indignó y les dijo: “Dejen que los niños vengan a mí y no se lo impidan, porque de ellos es el Reino de Dios”. Asimismo, les transmitió: “Cualquiera que sea de tropiezo a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le atase una piedra en el cuello y se le arrojase al mar”.

El conocido líder de los negros en EE.UU., Martin Luther King, en su último discurso antes de ser asesinado, proclamó: “¡Hoy tengo un sueño! Sueño que un día los niños y niñas negras puedan unir sus manos con las de los niños y niñas blancas, y caminar unidos como hermanos y hermanas, y la gloria de Dios sea revelada, y se una todo el género humano”. Deberíamos hacer nuestro este sueño para con los niños y niñas de nuestro país, ¿no le parece?

(*) Orientador Familiar

Los sicarios de sueños mataron la fantasía de los cuentos infantiles, la sana picardía de los juegos callejeros, se llevaron la ilusión del Ratón Pérez y de los Reyes Magos.