editorial

  • Se nomina “para” todos, pero es “de” pocos. El negocio que contiene y consiente la violencia y la evasión, es utilizado en nombre de la cultura popular.

El gran aparato oficial del “Fútbol para todos”

En el nombre elegido (“Fútbol para todos”) está la definición política y filosófica de la organización. La preposición “para” privilegia a quien asigna algo, consagrándolo como complaciente benefactor. En este caso, “para” la difusión de propaganda de gobierno con dinero del Estado, usando como soporte la pasión fervorosa por un deporte.

Se nomina “para” todos, pero es “de” pocos. El negocio que contiene y consiente la violencia y la evasión es utilizado en nombre de la cultura popular sin otro mérito que la preclara voluntad de quien ejerce el poder de turno, en supuesto favor social e inclusivo.

Es obsceno el multimillonario gasto público destinado al aparato de difusión oficial; omite deliberadamente toda obligación -o siquiera compasión- con las necesidades de pobres e indigentes desaparecidos de la estadística oficial. Resulta incompatible con políticas de Estado que procuren todo buen propósito enunciado.

Con desparpajo, en cables privados o en la pública Televisión Digital Abierta, se repiten las propagandas del gobierno kirchnerista. Un gobierno con un Poder Ejecutivo que se siente capaz de juzgar y reparar la historia a sola firma; con un Legislativo que lo testimonia; con una Justicia que en parte se autoproclama legítima y con un cuarto poder colonizado que arrincona así en el olvido las ecuaciones elementales de la República.

Las cámaras no enfocan las fosas, la infantería, los alambrados de púa, las rejas, los molinetes, la droga o las barras bravas que repiten rostros embozados en el aparato clientelar del poder. Los mismos actores centrales de esta escena ilegal serán oportunamente convocados para actuar en cada proceso comicial.

Con o sin “hinchadas visitantes”, la violencia se minimiza en el relato oficial, que en cambio enaltece a los que se paran sobre los paravalanchas, según se puede verificar en el profusamente documentado y difundido discurso de la presidente de la Nación.

Llega el turno del campeonato federal, con más equipos, más partidos, más televisación. El mercado manda a repartir los dineros escasos con cuotas más suculentas para las camisetas más poderosas. Los que lleguen desde conurbanos o regiones lejanas en nombre de la inclusión y la igualdad, deberán agradecer complacientes el rol de actores secundarios.

No hay lugar para los iconoclastas en la platea del televisado mundo del relato, que incluye relatores expresamente elegidos por la presidente, a despecho de gestiones pertinentes a su condición. El aparato del poder va por todo y de cualquier método, con el dinero público y con la apariencia de que todo funciona dentro de la normalidad. El fútbol y la pasión que despierta son algo distinto a esta deplorable imagen.

Es obsceno el multimillonario gasto público destinado al aparato de difusión oficial del fútbol.