Publicaciones

“Las islas del tesoro”

P16_A_IMG023.jpg
 

Asistimos globalmente -y los argentinos lo padecemos en forma multiplicada- a una ciudadanía agobiada bajo tributos, tasas, impuestos, gravámenes de todo tipo, a la par que se advierte (se conozca o no fehacientemente) escapadas de millones a los centros financieros extraterritoriales. De esto se ocupa Nicholas Shaxson en Las islas del tesoro.

¿Qué son, en síntesis, estos “ninguna parte”, estas “guaridas fiscales” (nombre más adecuado que la connotación positiva de “paraíso”)? Son lugares que “no se limitan a ofrecer maneras de evadir los impuestos: también brindan una confidencialidad que permite mantener datos fundamentales en secreto, la posibilidad de evadir regulaciones financieras y una oportunidad para desentenderse de leyes y reglas implementadas en otras jurisdicciones, que precisamente son los países donde vive la mayor parte de la población mundial”. Un paraíso fiscal es un “lugar que procura atraer negocios ofreciendo instalaciones políticamente estables que ayudan a personas o entidades a eludir reglas, leyes y regulaciones establecidas en otras jurisdicciones”.

Shaxson computa unas sesenta jurisdicciones confidenciales, dividas en cuatro grupos: los paraísos europeos; los que tienen como epicentro la City de Londres y se extiende sobre lo que podríamos situar en la configuración del antiguo imperio británico; la zona de influencia centrada en los Estados Unidos, y una cuarta categoría, de “rarezas inclasificables”, de muy relativo éxito, como Somalia y Uruguay.

Nuestro país aparece en varias páginas de este libro, en primer lugar en alusión al escándalo de Norman Star, en 1934, con los documentos de William y Edmund Vestey, británicos fundadores de la cadena de carnicerías más grandes del mundo. Otra triste mención (en base a declaraciones del ex ministro británico Roy Bodden) alude a la Guerra de Malvinas: “Los caimaneses [habitantes de célebres islas ‘paraísos fiscales’] influyentes, no contentos con haber ayudado a los generales argentinos y sus amigos ricos a saquear el país, lanzaron una campaña para recaudar fondos bajo el lema ‘La madre patria necesita tu ayuda’. Se agitaron alcancías en las calles y se recaudó un millón de dólares, que luego sencillamente se entregó a Gran Bretaña para contribuir a la financiación de la guerra”.

Hay incluso quien defiende a estos paraísos, recordando el rol de Suiza en la protección de los bienes de los judíos alemanes. Y Daniel Mitchell agrega: “¿Y qué decir de la familia argentina que se enfrenta al riesgo de que sus ahorros de toda la vida desaparezcan de la noche a la mañana a causa de una devaluación?”. A lo que justamente Shaxson replica: “Si en un país hay un mal gobierno, ¿por qué deberían ser sus elites ricas las únicas que pueden proteger su dinero en las zonas extraterritoriales? Si las leyes de un país son injustas, brindar una ruta de escape al offshore para sus ciudadanos más ricos y poderosos es la mejor manera de aliviar la presión de los únicos votantes con influencia real para introducir una reforma”.

Hay quienes aseveran, como el propio autor consigna, que los paraísos fiscales ayudan al flujo de capitales y de alguna manera ayudarían a reducir los impuestos, o por lo menos a quienes se aprovechan de ellos los ayudan a no pagar impuestos varias veces por las mismas rentas. Pero sin duda “la extrema vastedad del daño que nos ha infligido el sistema extraterritorial, supuestamente en nombre de estos objetivos, supera por amplísima magnitud -o por varias magnitudes- cualquier beneficio que se invoque”.

Shaxson sostiene que nunca entenderemos la historia de la economía moderna si no comprendemos qué son y cómo funcionan los paraísos fiscales. Publicó Fondo de Cultura Económica.