Preludio de tango

Toulouse, el tango y dos santafesinos

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Manuel Adet

Desde hace seis años en la ciudad francesa de Toulouse se celebra el Festival Internacional de Tango que se extiende durante la última semana de junio y la primera semana de julio, un período en el que el baile, la música y el canto se hace presente transformando a la ciudad en algo así como un pedazo de Buenos Aires, afirmación un tanto controvertida ya que para muchos tangueros los habitantes de Buenos Aires han renunciado hace rato a ejercer la paternidad del tango.

Invitado por las autoridades del festival de Toulouse y gracias a las gestiones de Santiago de Luca -santafesino, doctorado en Letras y estudioso de la obra de Jorge Luis Borges- estoy presente en esta ciudad, una de las más importantes de Francia y, hasta tanto alguien demuestre en serio lo contrario, la cuna de Carlos Gardel, un tema sobre el cual en otra nota me referiré con más extensión.

Por ahora importa saber que el próximo lunes a las 18 horas, Santiago de Luca y yo hablaremos sobre las relaciones del tango con la literatura. La reunión se celebrará en la casa de Carlos Gardel recientemente recuperada como monumento histórico por la Municipalidad de Toulouse. Ese mismo día hablaremos sobre la poesía y el tango en el Instituto Cervantes de esta ciudad. En ambos casos leeremos y recitaremos algunos poemas considerados representativos de la cultura tanguera, y haremos algunas consideraciones acerca de sus poetas más representativos.

A un argentino no le deja de llamar la atención la adhesión que despierta el tango en esta ciudad y en el mundo. Sin exageraciones muy bien puede decirse que es nuestro principal embajador, el protagonista al que se recurre inevitablemente en ceremonias oficiales para presentar ante las plateas más diversas una música, un baile y un canto que no necesita de demasiadas palabras para ser reconocido. No sé si los argentinos sabemos a ciencia cierta lo que vale el tango en el mundo, pero alguna intuición o certeza acerca de su valor debe haber, porque cada vez que queremos quedar bien en cualquier parte del planeta, recurrimos al tango, con la certeza de que siempre nos va a dejar bien parados

Los tangueros en la Argentina sabemos que nuestra pasión es algo solitaria, el hábito de gente algo excéntrica. En los últimos años esta realidad se ha modificado, pero para una significativa mayoría el tango es un anacronismo, una curiosidad o una afición de gente mayor. En realidad, se trata de un soberano prejuicio, un prejuicio que opera con singular eficacia en la conciencia colectiva. El prejuicio alcanza a amplios sectores juveniles, aunque a decir verdad, el tango desde hace por lo menos medio siglo nunca se llevó bien con los jóvenes, y en lo personal supongo que tampoco tiene la obligación de hacerlo, en la medida que, como alguna vez dijera Julio Sosa, la épica, la tragedia o la comedia del tango tiene poco y nada que ver con la gente joven.

No se trata de victimizarse o de recurrir a teorías conspirativas atentatorias de sedicentes identidades nacionales. Las cosas son así y simplemente lo que trato de consignar en este caso es que el tango en el extranjero, goza de una popularidad, un afecto y respeto que no sé si lo tiene en la Argentina. En América Latina, Estados Unidos, Canadá, Europa, Rusia, Japón, China, India, Vietnam, Israel... y me quedo corto con las enumeraciones, el tango es objeto de culto, danza y poesía que disfruta de un reconocimiento que al primero que asombra es al turista argentino, más de una vez interpelado por un público que identifica tango con argentino hasta el momento en que descubre para su perplejidad que ese argentino no tiene la menor idea de lo que es el tango o la indigente imagen que tiene poco y nada tiene que ver con lo que efectivamente es.

Las respuestas son sintomáticas. “Mi papá lo escuchaba por la radio, pero no sé muy bien quiénes eran los que cantaban”, “Mi tío tenía una colección de discos a la que nunca le presté atención”, “Me parece machista”, puede decir una mujer, “Me suena a cosa de viejos”, puede repetir un joven. Los más informados tal vez se refieran a algo de Piazzolla o a algún tango de Goyeneche o Sosa, los dos cantores a los que se les atribuye haber sido aceptados por la juventud.

En más de una ocasión, más de un argentino aprendió a disfrutar del tango en el extranjero. A mí me consta el ejemplo de amigos y amigas exiliados en tiempos de la dictadura militar y que en esas penosas circunstancias descubrieron en la voz de Gardel, o en el piano de Pugliese o en el bandoneón de Troilo algo que los reconcilió con el tango, algo que tal vez estaba latente en ellos pero que necesitaba de los rigores del exilio para hacerse presente.

Mi experiencia al respecto no es excesiva, pero algunas anécdotas puedo tomarme la licencia de contar. Hace más de quince años estaba con unos amigos argentinos en un hotel de Hamburgo. Invitado por la embajada de Alemania nos alojábamos en hoteles de muy buen nivel, dato que señalo para precisar algunos detalles. Una tarde fría y algo lluviosa estábamos en el bar de hotel tomando café y esperando a que llegara la hora de la cena mientras un pianista interpretaba temas diversos que todos escuchábamos pero nadie prestaba atención. En algún momento escuchamos los acordes de “La Cumparsita”. De pronto, la gente hizo silencio. Allí estaba presente un público cosmopolita integrado por empresarios, políticos, diplomáticos y aventureros distinguidos. Todos hablaban, hasta que llegó “La Cumparsita” y entonces el silencio fue absoluto. Cuando el pianista concluyó con el tema de Gerardo Matos Rodríguez, un aplauso cerrado desbordó al salón.

Esto lo viví, no me lo contaron. Y -hombre de poca fe- yo fui el principal sorprendido. Yo y mis amigos, los únicos argentinos en Hamburgo para quienes escuchar “La Cumparsita” podía ser en el mejor de los casos una anécdota menor.

Regresemos a Toulouse. En esta hermosa ciudad, una ciudad no mucho más grande que Santa Fe, me aseguran que hay alrededor de diez academias de tango y por lo menos cinco o seis peñas. Fue precisamente esta receptividad lo que motivó a las autoridades municipales a organizar un festival internacional de tango que cada año cosecha más adhesiones. En esta ciudad, dos santafesinos, De Luca y yo, estaremos presentes hablando de lo que representa el tango para nosotros.