Prospectiva y honestidad

Para Mark Lynas, el debate sobre los organismos modificados genéticamente debe ser superador. Argentina se debe un análisis profundo sobre impacto ambiental y buenas prácticas agrícolas.

Federico Aguer

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Mark Lynas es un ecologista que en los últimos años fue cambiando su mirada respecto al uso de la biotecnología. En el Congreso Maizar 2014 que este año tuvo como lema el desafío de “mejorar la comunicación”, disparó acusaciones varias contra sus ex colegas y ONG’s ambientalistas. Según expresó, comenzó a cambiar de idea en 2009, aunque en 2013 decidió aceptarlo públicamente: “varios años después de mis inicios en el activismo ambiental comencé a ver evidencias científicas que demostraban los transgénicos no producen daño alguno”, señaló.

Lynas contó además que “hace algunos años ví que hubo hambrunas en Zambia y el gobierno de ese país hacía lobby ambiental, se negaba a aceptar ayudas de alimentos transgénicos mientras la gente se moría de hambre en las calles”.

En su alocución, agregó que los activistas explotan los temores “de las personas analfabetas”, nunca revelan sus fuentes de financiación, y expresó que al respecto, la ciencia es muy clara: “el mejoramiento de los cultivos es seguro”, agregó. También argumentó que su cambio fue motivado por tener una mirada más optimista del futuro “porque es lo que nuestros niños merecen. Hay muchas opciones para que las prácticas agrícolas sean más sustentables”.

No debe haber sido fácil para Lynas despojarse de un sistema de creencias, enfrentar el rechazo de sus pares y asumir el costo profesional y personal de todo lo que esto implica. Sin embargo, implica una decisión valiente y de gran honestidad intelectual. Un requisito que debería regular las acciones de quienes acusan a los OGM y también de quienes los defienden, ciñiéndose a los datos que arroja la ciencia y no a informes de dudosa comprobación. Para el mundo, la bioeconomía asoma como la única salida en materia alimentaria y energética, y los debates superadores son imprescindibles. Asimismo, Argentina se debe una inversión en recursos humanos, técnicos y económicos para medir de manera definitiva el impacto de estos y de los agroquímicos en la sociedad.