En este 9 de Julio

La humildad es también una virtud política

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Los términos liderazgo-humildad, autoridad-servicio y poder-austeridad no se oponen, sino que juntos adquieren toda su grandeza. En la foto: El Papa Francisco pasa ante una bandera argentina en el inicio de su pontificado. Foto: Archivo El Litoral

Mons. José María Arancedo (*)

Próximos a celebrar el 9 de Julio un nuevo aniversario de la Fiesta de la Independencia, he creído conveniente, a la luz del Evangelio de este domingo, volver la mirada a uno de los temas de nuestro Documento: “Hacia un Bicentenario en justicia y solidaridad” (2010-2016). El tema al que me refiero está presentado en forma de pregunta: ¿Qué estilo de liderazgo necesitamos hoy? Si bien la celebración de una Fiesta Patria nos compromete a todos, no cabe duda de la importancia de su dirigencia política. La liturgia de este domingo nos ayuda a encontrar una respuesta. En la lectura del profeta Zacarías, leemos: “Mira que tu Rey viene hacia ti; Él es justo y victorioso, es humilde y está montado sobre un asno” (Zac. 9, 9), para luego, el Evangelio, presentarnos la figura de Jesús “paciente y humilde corazón” (Mt. 11, 29). Creo que los términos de justo, humilde y paciente, nos sirven para definir los rasgos de un auténtico liderazgo.

Ellos nos hacen comprender que los términos liderazgo-humildad, autoridad-servicio y poder-austeridad no se oponen, sino que juntos adquieren toda su grandeza, diría que son un camino de sabiduría y de madurez política. En la humildad, el liderazgo se hace creíble, en el servicio la autoridad es valorada, y en la austeridad el poder se hace ejemplar. Todo dirigente al servicio de una comunidad debería aprender que estas virtudes son las que le dan coherencia y ejemplaridad al ejercicio del poder. En esta línea, el documento, al que hice mención, afirma: “Todo líder, para llegar a ser un verdadero dirigente ha de ser ante todo un testigo”, para luego señalar algunos valores que hacen a los auténticos líderes: “La integridad moral, la amplitud de miras, el compromiso concreto con el bien de todos, la capacidad de escucha, el interés por proyectar más allá de lo inmediato, el respeto de la ley, y sobre todo, de coherencia de vida” (Nº 22). No estamos ante un planteo religioso, sino ante una exigencia ética.

Estas actitudes purifican esa justa ambición de poder que tiene quien aspira a ejercer una función de gobierno. Esta “justa ambición” debe vivirse en un marco de honestidad y obediencia a la ley, y tener como ideal una actitud de servicio y austeridad. La ejemplaridad se convierte, así, en una fecunda docencia en quien ejerce la autoridad. Aquí veo, también, ese otro rasgo “paciente” de Jesús, que nos habla de un verdadero sentido del tiempo y capacidad de espera.

La búsqueda del éxito inmediato no siempre es signo de buen gobierno. Este amor paciente en Jesucristo es, además, una actitud de misericordia siempre abierta a la reconciliación. Con estas notas del Evangelio sobre el ejercicio de la autoridad, volvamos a poner en nuestros labios esa oración que tanto bien nos hace: “Señor, queremos ser nación, una nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común. Danos la valentía de la libertad de los hijos de Dios para amar a todos sin excluir a nadie, privilegiando a los pobres y perdonando a los que nos ofenden, aborreciendo el odio y construyendo la paz. Concédenos la sabiduría del diálogo y la alegría de la esperanza que no defrauda. Amén”.

(*) Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz .