De intemperies, sobras y deseos

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Foto de Miguel Grattier.

 

Por Roberto Daniel Malatesta

“Pañuelos de papel”, de Leonor Farías. Ediciones del Dock . Buenos Aires, 2011.

Escribe una mujer, una mujer se acoda delante de un papel en blanco, el papel gravita con su vacío, la mujer decide que la fragilidad, “la mañana es ese puente/ donde cada mañana me bifurco/ y dudo” lo transitorio, los restos, “los restos en el plato de comida... el pañuelo manchado” van bien con la blancura del papel, la mujer añade unos dibujos de forma femenina, erotiza la escritura, “la miro otra vez/ un hilo de semen sobre la piel sudada” va hacia el límite...

Al papel blanco hay que llenarlo, no es una habitación a la que se decore y acomode, el papel es “un páramo, prolijamente delineado”, las palabras pueblan la ausencia de ese lugar de desolación... La poesía no es ese esquinero y esas cortinas, no es una habitación confortable...

Lo que sobra ya es suficiente, nos dice, y con pasajes de duro decadentismo nombra ese remanente de hastíos, y asciende el deseo... Escribe una mujer, no hay dudas...

“llamame por los nombres de los vientos/ murmurá tu silencio/ regañame en un simulacro de impiedad”.

La poesía viene a condensar y dar cierto orden a una vida, y como la voz de una gitana que se apropia del poema, toda la poesía para Leonor Farías quizás sea esa “... planta de lavanda junto al espejo de entrada” que dice: “Llegará”. Toda la poesía quizás sea para Leonor Farías -y su querida Olga Orozco asciende- un talismán... Su querida Olga Orozco que desde el prólogo nos dice: “Tal vez volver atrás sea como perder dos veces la partida,/ a menos que prefiera demorarme castigando las culpas/ o aprendiendo a ceñir de una vez para siempre los nudos de la duda y el adiós,/ pero no está en mi ley el escarmiento, la trampa en el reverso del tapiz,/ y tampoco podré nacer de nuevo como la flor cerrada”.