señal de ajuste

La habíamos extrañado tanto

La habíamos extrañado tanto

Susana Giménez regresó a la tele. Aquí, en el teatro Maipo, ámbito donde se grabó la presentación de su programa.

Foto: Gentileza Telefé

 

Roberto Maurer

Entre sombras, aparece la imagen de Sandro hablando a Susana: “Mi queridísima amiga...”. La apertura fue una especie de sesión de espiritismo, con un fantasma en su versión moderna de holograma. Divos y divas se van yendo para siempre, y ahora retornan a través de hologramas, mientras los vivos nos son devueltos año tras año con la inercia de las mareas. Todavía no son hologramas, perduran como tics de la televisión, y cada tanto sufrimos un sobresalto cuando se nos recuerda que son vulnerables: ¿acaso Mirtha no se dislocó un tobillo?

Cuando Susana Giménez regresa a la tele, lo primero que el público mira es la pechuga, para verificar el principal cambio que se pudo producir durante los meses de ausencia. Es una costumbre argentina, la de seguir atentamente con la periodicidad de sus reapariciones televisivas las transformaciones físicas de Susana, hasta el día que también sea un holograma.

Esta vez, la apertura fue grabada en el Maipo, con trucos ópticos y música de Abba a la que pusieron letras autorreferenciales. Una inauguración modesta, para que ella repitiera “cómo los extrañé” en una breve presentación con un discreto fondo de piano que se cortó bruscamente: ella misma lo silenció y, disculpándose, explicó que estaba con bronquitis y oía mal. Como se acaba de decir, las divas son vulnerables, sea por un tobillo o las vías respiratorias.

JORGITO, EL MÁS DESEADO

Desde su escritorio y pataleando porque el canal la puso en un estudio más pequeño, anunció los concursos. Se destaca un premio de 10 millones que, para ganarlos, se necesitará del apoyo de fuerzas sobrenaturales y el fantasma de Sandro.

El primer invitado internacional fue “el hombre más deseado del momento por el público femenino”: estaba Cauá Reymond, el “Jorgito” de “Avenida Brasil”. Lo primero que mira en una mujer es el humor y la inteligencia, dijo respondiendo a Susana que, en realidad, había preguntado sin referirse a los atributos espirituales.

—Las tetas -corrigió el brasileño.

—Menos mal que me puse corpiño -espetó.

Ése es el terreno, entre el galanteo y la picardía, más la torpeza que la conductora no disimula y a la vez reelabora como un estilo personal. Jorgito no habla español y tampoco lo entiende, pero su inglés es bueno como el de Susana, y el resultado fue una conversación en tres idiomas, más una cuota de cocoliche. Ella pregunta en inglés, él contesta en portugués y luego ella traduce al español, algo así. Era un diálogo más bien confuso, pero no se trataba de entender sino de entregarse a esa experiencia vital que proporcionan Susana y el invitado al cual presuntamente pagan honorarios y debe cumplir un contrato: el alboroto de voces, risas, miradas a cámara o más allá de la cámara para saber qué viene, grititos, y otros componentes propios de un nido de cotorritas australianas.

El sketch arrabalero y antiglamour con Emilio Disi se mantiene y los actores invitados fueron Mariano Martínez -con la musculosa que le sirve de uniforme- y Jorgelina Aruzzi.

UN RECUERDO PARA DON JULIO

En medio de un musical con la canción popularizada en el mundial y chicas contoneándose con la blanquiceleste, apareció la familia Romero, mientras la anfitriona gritaba: “¡Ay qué ídolo, qué ídolo!”. Sergio “Chiquito” Romero, su señora Eliana Guercio y las dos nenas habían llegado, aunque hubo dudas previas. En ese momento, estaban velando a Julio Grondona, y el arquero declaró que, habiendo sido Grondona como un padre y protector para él, recién a última hora tomó “la dura decisión” de ir a la tele. Al fin alguien había hablado respetuosamente del difunto, ya que en los otros medios parecían referirse a las honras fúnebres de un alto jefe de la mafia.

La ex botinera declaró que renunció por amor a lo que llama “mi carrera” , incluyendo “mis sueños... todo” para casarse con el arquero millonario y vivir sacrificadamente en Montecarlo, mientras Susana Giménez se va envolviendo en el más loco exitismo, su droga favorita, y se desequilibra. “Es una cosa fabulosa lo que está pasando con el fútbol... cómo viven en Europa... la plata... la fama...”.

Le da cuerda a Jazmín, de cuatro años, quien, como todos los chicos, al principio expresa timidez y luego es imposible parar. En realidad, las cosas que pasan en el living de Susana no son estrictamente entrevistas, es otro género, que se aproxima al “juguemos a las visitas”, se trata de encuentros caóticos, de voces superpuestas, frases inconclusas, donde lo que atrae es la simpatía del bullicio y no los contenidos. Porque apenas los hay.

Con Ricardo Darín en el estudio, se cumplía la cábala de abrir la temporada con su ex pareja, esta vez con sus compañeros de “Relatos salvajes”, el film de Damián Szifrón que hizo un buen papel en el festival de Cannes. La mención de la palabra “Cannes” volvió a sobreexcitar a Susana, que no cesaba de repetir “increíble”. En esa algarabía, Darín logró que se pusieran serios para exigir al gobierno que se aplicara la ley de bosques en Salta, donde comunidades indígenas han sido desplazadas.

En 1987, en ATC querían tentar a Susana Giménez, y lo lograron con el video de un ciclo de entretenimientos de la RAI titulado “Hola...¿Raffaella?” , con Raffaella Carrá. Fue el comienzo.