Día del Cura Párroco

“Una misión única en la vida de la Iglesia”

Mons. José María Arancedo

Mañana celebramos la Fiesta del Santo Cura de Ars, Día del Párroco. Hablamos de un sacerdote a quien la Iglesia le confía una comunidad parroquial, para que ejerza en ella la misión de Cristo el Buen Pastor. No es un funcionario es un pastor. Cuando pongo a un sacerdote en una parroquia, siempre le recuerdo que no debe buscar ejemplos de liderazgos para la tarea que la Iglesia le encomienda, sino contemplar con ojos de fe y un corazón generoso la imagen del Jesucristo, el Buen Pastor, él es nuestra fuente y modelo. El Documento de Aparecida lo dice claramente: “La primera exigencia es que el párroco sea un auténtico discípulo de Jesucristo, porque sólo un sacerdote enamorado del Señor puede renovar una parroquia. Pero, al mismo tiempo, debe ser un ardoroso misionero que vive el constante anhelo de buscar a los alejados y no se contenta con la simple administración” (Ap. 201). Es el primer discípulo-misionero en su parroquia. ¡Cuánta riqueza y responsabilidad tiene su ministerio!

Siempre he considerado la misión del párroco como una de las tareas más abarcativas y fecundas en la vida de un sacerdote. Cuando Jesucristo instituye la Iglesia sobre los apóstoles, nos deja en ella su presencia a través de su Palabra y los Sacramentos. El Párroco, en el ejercicio del ministerio de Cristo Pastor en su parroquia y capillas, cumple una misión única en la vida de la Iglesia. Ella debe ser valorada y asumida en primer lugar por el mismo sacerdote. Éste es para él el camino eclesial de su plenitud y santidad: predicar la Palabra y celebrar la Eucaristía al servicio de una comunidad que la Iglesia le ha confiado. Ésta es su verdad y el motivo central de su gozo y de su realización sacerdotal. Ello no significa que no haya dificultades o no encuentre cruces en su vida y ministerio, pero cuando son asumidas desde la vida de Cristo Pastor y Servidor, son parte de un fecundo camino sacerdotal. Esto requiere una profunda mirada de fe en el plan providente de Dios, llamado a vivirse en la comunión de la Iglesia.

Quiero como obispo en este día estar cerca de cada uno de ellos para manifestarle mi reconocimiento y gratitud. Compartir con ellos la alegría de nuestra vocación al servicio del pueblo de Dios, siendo conscientes de nuestra pequeñez y riqueza, como decía san Pablo: “Llevamos ese tesoro en recipientes de barro, para que se vea bien que este poder no procede de nosotros, sino de Dios” (2 Cor. 4, 7). Conciencia de fragilidad, pero sobre todo certeza de la obra de Dios en nosotros. En este sentido, debemos vivir con gozo y humildad la verdad de ser sacerdotes, porque no es obra ni mérito nuestro sino del amor gratuito de Dios que nos ha llamado para ejercer el Ministerio de Jesucristo al servicio de nuestros hermanos. Quiero invitarlos a acercarse en este día a sus sacerdotes y párrocos para expresarles su reconocimiento y el compromiso de sus oraciones. Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.

(*) Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz.