La idas y venidas del sujetador

Nació con vocación de vivir con vista al exterior y sujetar el pecho de la mujer, pero a lo largo de su historia han sido muchas sus idas y venidas. Aquí, algunos datos de su evolución.

TEXTO. CARMEN MARTÍN. FOTOS. EFE REPORTAJES.

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Los nuevos materiales junto con el desarrollo de I+D han llevado al corpiño a ser una pieza imprescindible para la mujer. Hoy, en el mercado se pueden encontrar diseños para todos los gustos y actividades.

 

Con virtud para seducir y con gran poder para sujetar, el sostén tiene una larga historia que comienza allá por el año 4.500 antes de Cristo, cuando el pecho de la mujer demanda sujeción, un sostén que ha ido evolucionado en función de la cultura y de las modas.

Según la historia, el primer sostén data del año 4.500 antes de Cristo, en Creta, lugar donde las mujeres lucían un práctico sujetador que le permitía llevar los senos al aire. De ello da fe una figura de loza vidriada que representa a la Diosa de las serpientes de la civilización minoica.

En la Roma y Grecia clásicas, las mujeres volvieron a taparse el pecho con una especie de faja que se lo sujetaba, espontáneo vendaje que también utilizaron las vikingas. Un vendaje que dio paso al corsé en la Edad Media, prenda íntima que redujo la cintura, oprimió el vientre y realzó el pecho femenino hasta finales del siglo XIX, cuando Marie Tucek lanzó una prenda que sujetaba cada mama en una bolsa mediante unos tirantes que se ataban a la espalda, cuenta Francesc Puertas en “El sostén. Mitos y Leyendas” (Arco Press).

EL SIGLO XX

Algunos historiadores atribuyen la creación del sostén a Hermine Cadolle, francesa que en 1889 dividió el corsé en dos partes.

Años mas tarde, en 1907, Pierre Poiret presentó en París un modelo confeccionado con una tela sedosa y armado con finos alambres, un gran avance en comodidad y sujeción, pero fue Mary Phelps Jacob, tras patentar esta prenda en 1914, quien se convirtió en la inventora del corpiño moderno.

Con ese invento, Mary Phelps abrió un negocio, pero era una tarea complicada y decidió vender su patente a Warner Brothers Corset Company de Bridgeport, por 1.500 dólares de la época.

Sin embargo, ocho años antes, el afamado diseñador Paul Poiret ya había emprendido una batalla contra el corsé, que llevó a confecciones de patrones sencillos, que caían desde el pecho hasta los tobillos.

No hay mal que por bien no venga. El desenlace de la Primera Guerra Mundial obligó a Estados Unidos a pedir a todas las mujeres que entregaran sus corsé con el fin de convertir las varillas en material bélico, acción que desterró este accesorio.

Durante los felices años veinte, al mismo tiempo que la actriz Mae West popularizaba esta prenda, la modista judía de origen ruso, Ida Rosenthal, ideó diferentes tallas de sujetadores en función de la anatomía de la mujer, una brillante idea que permitió a la mujeres llevar sujetador con mayor confort.

Tras un estudio, Rosenthal, que creó la marca Maidenform, clasificó a las mujeres en función de la edad, el tamaño del busto y la musculatura corporal.

LA EVOLUCIÓN

La evolución del sujetador dio un vuelco en la década de los ‘50. Se pusieron de moda el “buller-bra”, un modelo con copas picudas que levantaba mucho el pecho y otorgaba a la mujer un aspecto sensual.

La industria cinematográfica propició grandes cambios en el sujetador. Howard Hughes, el obsesivo director y productor de cine, pidió a un ingeniero aeronáutico que construyera una pieza de sujeción para el pecho de la debutante Jane Russell, que protagonizaba “The Outlaw” (“El forajido”), filme que él producía.

La actriz Marylin Monroe se declaró fan de este modelo puntiagudo que exhibió en el filme “Con faldas y a lo loco”, una pieza de ingeniería, cuya transformación principal vino de la mano del cine.

En estos años aparecieron los primeros sujetadores sin tirantes y la lycra fue el material estrella para confeccionar sostenes. Desde entonces, las idas y venidas han sido constantes. En mayo del ‘69, las feministas reivindicaron la liberación de la mujer quemando en público sujetadores.

En los setenta, el corpiño padeció el desprecio de la mujer y se reinventó con ciertas notas deportivas y ergonómicas. En los ochenta, resurgió lleno de encajes, blondas y puntillas.

Durante los noventa, con el movimiento del culto al cuerpo, la lencería vivió su época dorada y se presentó con copas especiales y rellenos para realzar la belleza y la sensualidad de la mujer.

Aunque nació con vocación de vivir con vistas al interior, el sujetador salió al exterior de la mano de Jean Paul Gaultier, que reinventó para Madona un modelo de los años cincuenta.

Los nuevos materiales junto con el desarrollo de I+D ha llevado al sujetador a ser una pieza imprescindible para la mujer. Hoy, en el mercado se pueden encontrar diseños para todos los gustos y actividades.

Últimamente, cantantes y actrices como Rihanna, Jennifer López o Gwyneth Paltrow prefieren evitarlo y sumarse a la tendencia “bra-less”, que invita a dejar el corpiño en casa.

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Sujetador de los años setenta, inspirado en los modelos de los años cincuenta.

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Sujetador antiguo encontrado en un castillo del siglo XV en Austria.