La cultura de la pastilla

En su libro “Sana sana. La industria de la enfermedad”, Mónica Müller, médica homeópata y ex publicista, deja al descubierto los mecanismos de los laboratorios farmacéuticos y sus estrategias publicitarias. Los medicamentos como productos de consumo, el silenciamiento de los síntomas, el abuso de los antibióticos y ansiolíticos; ejes de una problemática que crece y preocupa.

TEXTOS. MARINA ZAVALA. FOTOS. archivo el litoral

La cultura de la pastilla
 

Después de 25 años de práctica médica, atendiendo personas que llegan a la consulta sobremedicadas, atrapadas en un laberinto farmacológico del que no saben cómo salir, Mónica Müller -médica homéopata, ex publicista y escritora-, decidió que era el momento de describir una problemática que crece: el negocio que se esconde detrás del consumo cada vez más generalizado de medicamentos. El objetivo fue poner en debate una realidad de la que, en mayor o menor medida, todos son concientes.

La premisa que asegura que los medicamentos se han convertido en un producto de consumo, resume la denuncia de “Sana sana. La industria de la enfermedad”, el libro editado por Sudamericana y que Müller presentó el pasado mes de julio.

“El fenomenal crecimiento de la industria farmacéutica y su consecuente influencia sobre las decisiones políticas, es el origen de esta situación, que hoy es un factor crucial en la crisis del sistema de salud en todo el mundo. Los medicamentos se llevan gran parte, y en muchos países la mayor parte, del gasto en salud pública. Me parece muy problemático volver atrás de ese estado tan complejo, porque, no sólo los pacientes, sino también los ministerios de salud y los gobiernos, somos rehenes de la industria farmacéutica. Pero también me parece que vale la pena intentarlo”, asegura la autora.

En este sentido, “Sana Sana” propone recuperar la autonomía sobre el propio cuerpo, rebelándose contra el mandato de los laboratorios. Propone dejar de ser extorsionado con la amenaza de enfermedades futuras y la sobredimensión de cada uno de nuestros síntomas presentes. Plantea desaprender todo lo incorporado y aprender a enfermarse, para ser más sanos.

La autora destaca la importancia de que el cambio trascienda lo individual: “Es necesario que la sociedad tome conciencia del problema y que el Estado tome medidas graduales para controlar y limitar el poder de la industria de la enfermedad. Los medicamentos son productos valiosos para salvar o prolongar vidas o para calmar el sufrimiento y el dolor. Por eso debieran ser de uso excepcional, no de consumo diario y abusivo como lo son en la actualidad. En nuestra cultura vivir medicado ha pasado a ser una forma normal de vivir. Pero si lo pensamos un poco, es una forma antinatural y enfermiza de relación con nuestro propio cuerpo”.

NEGOCIO Y MARKETING

La trayectoria de Müller no se limita al ámbito de la medicina, ya que durante muchos años se dedicó a la publicidad, herramienta que considera “imprescindible” en el montaje de este entramado generado desde los laboratorios farmacéuticos.

“Nos parece tan natural prender el televisor y ver avisos que nos aconsejan tomar determinados productos medicinales, que ya no pensamos en lo que eso significa. Es nada menos que la presencia de los laboratorios en nuestra casa, cumpliendo el papel que deberían cumplir los médicos e induciéndonos a tragar drogas de las que no sabemos más que lo que la publicidad nos quiere contar”, explica la médica. A su vez, agrega: “Los anuncios nos informan sobre supuestos efectos mágicos de los medicamentos, nos prometen que en media hora podemos cancelar los síntomas de una gripe y que en segundos podemos dejar de sentirnos cansados para salir a bailar toda la noche. Sin esas promesas peligrosas y falsas que escuchamos todos los días, sería difícil que fuéramos a la farmacia a comprar determinado remedio. Lo hacemos ciegamente porque somos seducidos a diario por los mensajes que el departamento de marketing de los laboratorios diseña a medida para nosotros”.

RESPONSABILIDADES

A la hora de delimitar responsabilidades, la autora excluye por completo a los pacientes. Asegura que el “cuento de la automedicación es perverso” porque culpabiliza a las víctimas en lugar de identificar a los verdaderos responsables.

“La gente se automedica porque la publicidad le dice que los remedios son benéficos e inofensivos, y porque son de venta libre. Las farmacias-boutique que medran a razón de una o dos por cuadra en Buenos Aires tienen en exhibición material publicitario y centenas de remedios en envases atractivos que nos invitan a elegir por nuestra cuenta y a tragarnos el comprimido mágico que nos hará sentir cómodos, aliviados, jóvenes, descansados o sin síntomas”, asegura.

Por otro lado se encuentran los profesionales de la salud, quienes, según Müller, son responsables en la medida que recetan en forma abusiva medicamentos innecesarios. Entre las prácticas médicas dañinas, destaca la generalizada indicación de antibióticos para cuadros virales. “Está demostrado que, en todo el mundo, entre el 70 y el 80 por ciento de las indicaciones de antibióticos son erróneas y, en consecuencia, ponen en riesgo de complicaciones presentes y futuras al paciente que las recibe”, alerta.

“Tampoco creo que se pueda responsabilizar a los médicos con tanta ligereza -reflexiona- también ellos son víctimas de la crisis del sistema de salud. Disponen de diez minutos para la atención de cada persona y en ese lapso es prácticamente imposible diagnosticar, indicar un tratamiento apropiado y enseñarle al paciente lo que debe hacer. Siempre es más rápido escribir una receta sin dar explicaciones. Así es como por sumar distintas indicaciones médicas, demasiadas personas se encuentran tomando cinco o seis medicamentos por día todos los días”.

LA POTENCIA DE LA INDUSTRIA

En este entramado de intereses y abusos por parte de la industria farmacéutica, el rol del Estado se vuelve fundamental a la hora de proteger a los ciudadanos. “Sólo dos medidas sencillas, como prohibir la publicidad y la venta libre de medicamentos, lograrían el efecto de sustraerlos de su condición de productos de consumo”, asegura la autora.

Müller agrega que aún hay mucho por hacer para mejorar la salud pública. “Para lograr un resultado beneficioso para la sociedad deberían trabajar en conjunto organizaciones sociales, instituciones, agrupaciones, expertos y políticos porque en este tema están involucrados no sólo temas técnicos sino también dilemas éticos de difícil solución”.

Ahora, ¿esta situación se da solo en nuestro país? La escritora explica que la potencia de la industria farmacéutica es tan grande que claramente sus implicancias se dan a nivel mundial. “Enmascarado de maneras diferentes -aclara- este es un grave tema de salud pública hasta en los países donde hay mucha conciencia social sobre sus consecuencias. En los Estados Unidos, donde se habla y se discute permanentemente el tema, los medicamentos siguen siendo la cuarta causa de muerte para sus habitantes, antes que los accidentes automovilísticos, el HIV y las enfermedades pulmonares”. Y agrega que “una medida importante que se ha adoptado en otros países hace años es la prohibición de vender antibióticos sin receta médica. En la Argentina siguen siendo de venta libre, lo que permite que cualquiera elija el antibiótico que le parece más lindo y lo tome de la manera que le parece más adecuada”.

ACALLAR EL CUERPO Y LA MENTE

La autora de “Sana sana” revela la gravedad del uso abusivo de antibióticos, una situación sobre la cual la Organización Mundial de la Salud alertó varias veces, la última hace pocos meses. “Esta práctica -explica- está provocando la aparición de cepas bacterianas resistentes a todos los antibióticos conocidos. Si la situación se generalizara, la Humanidad volvería a la era pre antibiótica en la que la gente se moría por una angina o por una operación sencilla. Antes de llegar a ese punto, que puede producirse en cualquier momento, la resistencia microbiana puede ocurrir en todo individuo que tome antibióticos, provocándole infecciones de muy difícil tratamiento. Hay estadísticas que dan cuenta de la enorme cantidad de muertes provocadas todos los años por bacterias que antes eran sensibles a un simple antibiótico y ahora son resistentes hasta a los más potentes”.

Respecto del uso generalizado de ansiolíticos, Müller explica que es una realidad especial de nuestra cultura, la cual reprime los síntomas físicos y los estados mentales con la misma constancia: “Así como no es aceptable toser, estornudar o tener fiebre, manifestaciones naturales del cuerpo, y por eso se las anula con fármacos; tampoco están bien vistos la tristeza, la ansiedad y el desánimo. Nuestra sociedad nos quiere tranquilos, productivos, competitivos y de buen humor. En ese contexto, es imprescindible anular la ansiedad. Y para eso, no hay forma más rápida que tragarse un comprimido todos los días”.

Aprender a enfermarse

Para desandar este proceso, “Sana Sana” propone algunas ideas para que cada uno en forma individual se replantee su relación con la salud, con la enfermedad y con su propio cuerpo. “En primer lugar -detalla Mónica Müller- en un capítulo titulado Curso Breve Para Aprender a Enfermarse, propongo recuperar la forma sabia y natural de encarar enfermedades. Una gripe, por ejemplo, sólo nos exige quedarnos en casa descansando uno o dos días sin tomar nada más que té con limón. La idea es detenernos en el minuto previo a tomarnos un comprimido y pensar si realmente es necesario que metamos esa droga en nuestro torrente sanguíneo”.

El libro pretende desmontar el reflejo irracional que lleva a una persona a buscar un paliativo inmediato de los muchos que nos ofrece la industria farmacéutica, para liberarnos de su presión consumista, recuperando la autoridad sobre nuestro propio cuerpo. A lo largo de las páginas abundan las explicaciones médicas sobre lo que es sensato o insensato en el sistema médico actual.

“No pretendo -aclara- que ‘Sana Sana’ sea suficiente para hacernos tomar conciencia y volver al sentido común, porque la industria de la enfermedad es infinitamente más poderosa que cualquier decisión individual, pero me alegraría si sirviera para que muchos se cuestionen ideas preconcebidas sobre su relación con los medicamentos”.

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“Sólo dos medidas sencillas, como prohibir la publicidad y la venta libre de medicamentos, lograrían el efecto de sustraerlos de su condición de productos de consumo”.

Mónica Muller

LA AUTORA

Mónica Müller nació en Buenos Aires. Se graduó en Medicina en la UBA e hizo un posgrado en Homeopatía en la Asociación Médica Homeopática Argentina, donde es docente. Su actividad central es la atención de su consultorio privado, pero nunca abandonó la escritura. En 1971, a sus 23 años, publicó la nouvelle “El Gato en la Sartén”. En 2007 editó el libro de relatos “Secuelas” y en 2010 el ensayo de divulgación médica “Pandemia”. Administra desde hace siete años el blog Viejos son los Trapos, sitio de culto visitado por miles de seguidores. Sus textos literarios han sido seleccionados para integrar antologías nacionales y extranjeras. Trabajó durante más de tres décadas en publicidad como directora creativa, experiencia que le ha dado una perspectiva privilegiada sobre la industria farmacéutica.

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