PRELUDIO DE TANGO

Ernesto Baffa

Ernesto Baffa
 
 

Manuel Adet

Hace muchos años, más de cuarenta si la memoria no me falla, un amigo del alma me regaló un long play -así se llamaba entonces- con tangos del Polaco Goyeneche acompañados por Ernesto Baffa y Osvaldo Berlingieri, con arreglos de Raúl Garello. Nunca olvidaré ese regalo, por varias razones, pero para el caso la que interesa es estrictamente tanguera: disfruté de ese disco durante años. Temas como “María”, “Contramarca”, “Alma de loca”, “Callejera”, “El último café’’, el vals “Berretín” o ese tangazo extraordinario que se llama “Empinao”. Los escuché tanto que a la gran mayoría los sé de memoria.

También en mi memoria están el fueye de Baffa -Bafita como le dicen los amigos- y el piano sorprendente de Berlingieri. Baffa y Berlingieri, una marca registrada en la historia del tango, una pareja de músicos cuyos nombres suenan como un producto único, al punto que como el mismo Baffa admitiera en una entrevista, uno de sus admiradores alguna vez le confesó que estaba convencido de que su apellido era Baffa y Berlingieri.

Baffa nació en 1932, Berlingieri en 1928; ambos antes de juntarse aprobaron todas las asignaturas del tango y las aprobaron con mesas examinadoras integradas por los mejores maestros. Stamponi, Salgán, Troilo, Balcarce, Piazzolla, Caló, Maffia, Laurenz... qué más se puede pedir. También contaron con cantores excelentes: Goyeneche en el caso de Baffa; Rivero en el de Berlingieri.

Ernesto Guillermo Baffa desde su más tierna niñez se propuso ser leal a dos causas: el fueye e Independiente. Cumplió con su juramento al pie de la letra. Todavía andaba de pantalones cortos cuando ya le sacaba sonidos al fueye. Su padre, un albañil laburante que como tantos había llegado de Italia para hacerse la América, lo inició en los secretos de la música. Sus maestros fueron Francisco Sesta y Marcos Madrigal.

Al lado de ellos, reconocería muchos años después, aprendió todo lo que había que saber para sacarle al fueye sonidos trascendentes. Una lección profesional para aspirantes a músicos: cincuenta años después Baffa seguía estudiando como el primer día.

En 1948, con apenas dieciséis años cumplidos, debuta con la orquesta de Héctor Stamponi. Cinco años se va a quedar con el maestro, pero en 1953 se incorpora a la orquesta del creador de “A fuego lento”, Horacio Salgán. El maestro lo convoca para reemplazar, nada más y nada menos, que a Leopoldo Federico. Ya para entonces se distingue por sus solos, recurso que perfeccionará años después al lado de Aníbal Troilo.

Su ingreso a la orquesta de Pichuco en 1959 es hoy una leyenda del tango. Se dice que Troilo estaba en la ciudad cordobesa de La Falda y con un grupo de amigos van a escuchar en una sala del centro a la orquesta de Salgán. Allí queda admirado por el talento de Baffa pero lo sorprendente es que lo confunde con Federico. “Cómo toca el Gordo Federico”, comenta a los amigos que enseguida lo convencen de que no es Leopoldo sino Bafita.

Pocas semanas después, Baffa recibe una llamada telefónica en su casa. Es Troilo que lo invita a sumarse a la orquesta que todas las noches anima las veladas del Marabú. Alrededor de quince años se va aquedar Baffa con la orquesta de Troilo. Sus solos de bandoneón ahora son requeridos por el público. Troilo lo deja hacer porque es generoso, desconoce la envidia y, además, los solos de Baffa son insuperables. A título de anécdota, el propio Baffa recuerda esa noche que en plena función se le rompió el bandoneón y en el acto Troilo le prestó el suyo. “Tocar con el fueye de Pichuco era como tocar el cielo con las manos”, dice.

Baffa ingresa en la orquesta de Troilo en reemplazo de Alberto García; poco tiempo después Raúl Garello lo desplaza a Fernando Tell. Los años con el bandoneón mayor de Buenos Aires son los mejores de una carrera que siempre estuvo calificada con las notas más altas. En otras de sus entrevistas se lamentará de que su padre, el tano laburante, haya muerto antes de su consagración. “Apenas alcanzó a verme en la orquesta de Stamponi”, confiesa.

Baffa admite que toca el fueye porque le gusta, porque no sabe hacer otra cosa, pero sobre todo porque tiene que mantener una familia. En esos años, el hombre trajina por las más diversas orquestas. Alguna vez está con Piazzolla, otra vez el público aprecia su talento en la orquesta de Mariano Mores o Pedro Laurenz, hay una temporada con José Basso, a veces se lo ve con Pedro Laurenz y Pedro Maffia. No son malas compañías para un músico exigente. “Calavereando”, “Con punto y coma”, “Un tango para Bochini”, “Trasnochada ilusión”, “Bardiana”, “Chumbita”, “Al amigo Daniel Scioli”, son algunas de sus creaciones, solo o acompañado. A sus habilidades con el fueye le suma su talento como compositor. Los entendidos hablan de más de doscientos temas de su autoría. No todos los compone solo. A veces lo acompañan Antonio Scelza, los hermanos Raúl y Rubén Garello, Roberto Pérez Puchi.

En 1965 se produce el encuentro o la confluencia con Berlingieri, acompañados en los inicios por el contrabajo de Fernando Cabarcos. Pertenecen a ese período temas como “Cabulero”; “Canaro en París”, “Verano porteño”, “Ritual”, entre otros. En el período de Salgán merecen ser escuchado “Responso”, ese desgarrador homenaje de Troilo a Manzi. El trío grabará placas memorables, estarán presentes en los principales locales nocturnos y exportarán su calidad tanguera a América Latina y Japón.

A todo esto, Baffa ya es un músico consagrado por el gran público. Su bandoneón es uno de los más reconocidos y considerados en el ambiente. A las grabaciones le suceden giras por el mundo. En algún momento lo vemos en Venezuela, en otro en Colombia, por Centroamérica pasa acompañado por el cantor Raúl Iriarte. La crítica no estima elogios a su calidad musical. Algunos comparan su estilo con el de Troilo y Piazzolla; otros lo relacionan con el jazz, aunque en este punto el principal imputado es Berlingieri cuyas relaciones con ese género musical son públicas y notorias.

Él mientras tanto estudia los secretos de su fueye como si fuera el primer día. En 1985 le entregan el premio Konex y en 1992 lo declaran Ciudadano Ilustre de la ciudad de Buenos Aires. Baffa recibe los premios con modestia. En esos años un periodista le pregunta cuál es su mejor sueño y cuál el peor. Sin inhibiciones confiesa que su mejor sueño es dirigir una orquesta sinfónica e interpretar a Schubert; y su peor sueño es rodar cuesta abajo y terminar tocando el fueye en alguna cantina de barrio donde los comensales comen con la boca abierta. Un psicoanalista se haría un picnic con Baffita.