Ruta del Spondylus

Ruta del Spondylus

En las playas de Ecuador se puede combinar un buen descanso con diversión.

 

En esta nota, los autores repasan más de 600 kilómetros que vienen recorriendo en bicicleta por la costa ecuatoriana. Los santafesinos partieron de nuestra ciudad el 15 de septiembre de 2013, con la idea de recorrer Sudamérica en bici. El viaje atraviesa ocho países (Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Brasil y Uruguay) y tiene una extensión de casi 20.000 kilómetros.

TEXTOS Y FOTOS. DIEGO GENTINETTA Y MARIANO PERALTA (DESDE CHIVACOA, VENEZUELA).

Detrás nuestro estaba Karpov, la carpa-casa que protege a estos viajeros y sus bicicletas. Por delante, unas palmeras nos separaban de la playa e intentaban ocultar el inmenso atardecer. Claro que no podían, sólo lograron convertirse en siluetas negras dibujadas en el fondo naranja. La marea subía y desde nuestra perspectiva parecíamos estar por debajo del nivel del mar. En el aire, el suspiro constante de las olas se mezclaba con la joven voz de Mercedes Sosa, que por los parlantes de la tablet interpretaba su “Disco de Oro”.

Los bañistas comenzaban la retirada dejando reposeras vacías y sombrillas flameando en la brisa. Un hombre pasó a juntarlas mientras la noche nos trepaba por la espalda en su camino de un horizonte de tierra a otro de agua. En el cielo manchado de rosas y malvas se encendieron las primeras estrellas. La escena no era una novedad. Aquella tarde estábamos en Olón, un pueblo ubicado más o menos en la mitad de la bella Ruta del Spondylus en la costa ecuatoriana. Veníamos de otros atardeceres y todavía nos faltaban muchos en el recorrido de playa en playa que realizamos entre marzo y abril.

“Y AL MAR...”

Guayaquil fue la ciudad desde donde empezó nuestro recorrido costero. Es la ciudad más grande de Ecuador y vale la pena pasar unos días allí para conocerla. No está sobre el mar, sino sobre el enorme río Guayas. Merece el esfuerzo subir los 444 escalones por las peñas entre coloridas casas coloniales hasta el mirador del faro. También recorrer el Malecón 2000 y el Malecón del Salado, entre ambos está el centro histórico de la ciudad.

Nuestra primera aproximación al mar fue Playas, el distrito elegido por los guayaquileños para trasladar sus casas de fin de semana, luego de que la tradicional ciudad de Salinas decidiera escindirse de Guayas, formando un nuevo departamento.

El plebiscito se realizó junto con la última elección presidencial y fue tal el despecho de los habitantes de Guayaquil por esa movida política que decidieron quitar viviendas e inversiones de Salinas. Su nuevo lugar de veraneo aún está en proceso de transformación. En cambio, Salinas posee todo lo necesario para los visitantes locales y extranjeros.

Una vez que las bicicletas comenzaron a rodar la Ruta del Spondylus, nuestros recorridos diarios se redujeron mucho. Cada playa invitaba a quedarse. Así fue que una tarde paramos en Ballenitas y dormimos junto al mar sin un alma cerca. Al otro día tocó Monteverde, pueblo más pesquero que turístico; de igual modo uno puede tirarse al mar y disfrutar los colores del cielo cuando el sol se apaga en el agua.

Luego de Monteverde vino una de las perlas de la ruta. Apenas pasando Ayangue un desvío a la izquierda invita a conocer Playa Rosada. Tras dos kilómetros de un camino de ripio aparece este balneario que debe su nombre a la coloración que los millones y diminutos fragmentos de conchas dan a la arena. Dos peñones de filosas piedras encierran esta playa de unos 500 metros de longitud. El mar es tranquilo y cálido. Hay algunos kioscos para comprar comida y pedir agua. Acampamos cerca de la orilla, sacamos fotos, nos tiramos al mar y dejamos que la noche viniera sin apuro.

Abandonamos Playa Rosada y 20 kilómetros más adelante apareció Manglaralto. En ese trayecto estaban Valdivia, Libertador Bolívar, Cadeates y Río Chico, todos pueblos con playas y bondades para recibir turistas. En Manglaralto se irguió Karpov en las arenas que se humedecen tanto con el río como con el mar. Nos bañamos en ambos, alternando lo dulce y lo salado. El lugar es muy tranquilo, contrario a la cercana Montañita, vedette de la joda en una costa que ofrece mucho más que eso. Unas horas allí nos bastaron para pasar de largo y terminar en Olón.

MÁS Y MÁS PLAYAS

La Ruta del Spondylus es visitada por gente de todo el mundo en busca de playas para surfear o descansar. Los argentinos se encuentran en gran proporción. Llegan como mochileros, en aviones a Quito o Guayaquil, cuyos pasajes sacan muchos meses antes, también la bicicleta entra en las estadísticas. A Olón le siguen Puerto López, Salango y Machalilla. Esta última localidad es pesquera, pero sirve como base para visitar la reserva natural Los Frailes.

A sólo unos kilómetros de Machalilla está el ingreso al parque que ofrece recorridos entre la vegetación y playas paradisíacas, muy limpias y cuidadas. Para nosotros fue una pena que no se pudiera pasar la noche en tan lindo lugar. Abandonamos la reserva a la siesta y para el atardecer ya estábamos acampando en otra playa encandilados por el rojo de las nubes en el oeste y fotografiando las siluetas de los barcos camaroneros.

El avance minucioso de la bicicleta nos llevó a otro pueblo pesquero: Santa Rosa. Allí, las gaviotas le disputaban las vísceras de los pescados a los chanchos en un espectáculo de coreografía aérea. En una casita de la loma donde viven los pescadores velaban un muerto. Los habitantes del pueblo que subieron a presentar sus respetos se detenían un momento a mirar a estos dos extraños acampando bajo una ramada de palmas junto a las piedras. No acostumbran recibir extranjeros, sin embargo son muy amables.

A esta sucesión de pequeños pueblos siguió Manta, ciudad portuaria y grande. Tiene un complejo llamado “El Murciélago”, con canchas de fútbol, básquet y vóley, más una extensa playa. Se puede acampar junto a la estación de policía que se encuentra ahí mismo. Ofrece todo lo que una gran ciudad tiene: gastronomía, hospedajes, discotecas, comercios.

Luego de una breve escala junto a un bar playero de San Clemente llegamos a otra gran ciudad: Bahía. No pensábamos dormir allí, pero el destino del viajero en bicicleta es azaroso. Un colombiano nos frenó antes de cruzar el puente rumbo a Canoa y ofreció un espacio en un bar en desuso. De modo que pasamos dos días viendo desde el balcón del local la bahía de Caraquez y después cruzamos el extenso puente por su formidable ciclovía.

Canoa es destino de surfistas. Hay muchos hostels y turistas jóvenes. Pasamos otros dos días allí oteando el mar desde el hotel de bambú de Mauricio en la cima de un cerro.

La ruta no siempre va junto al mar. Se adentra en lomas con mucha vegetación, que para los viajeros en auto o en bus no significan grandes esfuerzos ni pérdidas de tiempo. Sin embargo, para nosotros significó pasar unos días recorriendo pueblos rurales luego de Canoa.

Retornamos a la costa en Mompiche, otro pueblo algo alejado del camino principal, con playas de arenas negras y olas muy buscadas para surfear. La carpa y las bicicletas ya cargaban un importante desgaste por la arena y el salitre, aunque demostrarían ser fieles y tenaces acompañantes en el arduo, pero disfrutable viaje.

ÚLTIMAS OLAS

Sólo quedaban dos ciudades en nuestra ruta de playas: Atacames y Esmeralda. En la primera acampamos bajo unas palmeras cerca de la Guardia Costera. La ciudad es mediana, con buenos hoteles y mucha costa. Ahí nos apadrinó Eddy, del hostal La Barca. A pesar de no ser el tipo de turistas de los que se nutre su clientela, supo brindarnos todo lo que estuvo a su alcance. Momentos después de que el sol se perdió entre dos peñones fue activada la alerta de tsunami por el terromoto en el norte de Chile. Karpov y nosotros esperamos incólumes y confiados que nada sucediera. Así fue.

Esmeraldas no posee muchos atractivos. Para nosotros sirvió como escala rumbo a Quito. También conocimos una buena familia que nos alojó y trasladó en camioneta a la capital del país. Hubiera sido una posibilidad seguir por la costa hasta San Lorenzo, punto norte del país y final de la Ruta del Spondylus, pero 20 atardeceres en el mar nos parecieron suficientes por el momento.

Quito puede considerarse el cierre de esta ruta pero para muchos que llegan en avión puede ser el comienzo. Al igual que Guayaquil, merece dedicarle unos días a su centro histórico, a sus museos, al cerro Panecillo coronado con la Virgen Alada, al monumento de la Mitad del Mundo. En nuestro caso, también valió ir a la cancha a ver Liga contra Universidad Católica y pasar dos semanas en la casa de ciclistas de la familia Lara en Tumbaco, localidad aledaña.

Nuestro viaje continuaría, pero no volveríamos a ver el Pacífico. Ya de vuelta en las verdes sierras del norte ecuatoriano cada pedaleada nos alejaba más del romper continuo de las olas, de los tonos verdes y azulinos del agua, de la orilla móvil de piedras y arena. Además de las tardes, tan tranquilas como distintas entre sí, una postal de colores por día. Y, sobre todo, de esa especie de trance playero sin tiempo ni responsabilidad.

“Al quemarse en el cielo la luz del día, me voy con el cuero asombrado me iré ronco al gritar que volveré repartido en el aire a cantar, siempre”.

Zamba para no morir Hamlet Lima Quintana

Ruta del Spondylus

Playa Rosada, un balneario retirado donde se puede disfrutar de la tranquilidad y de uno de los mejores mares del Ecuador.

Ruta del Spondylus

Olón, pequeño pueblo en la costa sur, cercano a Montañita con una muy buena playa.

Un género de moluscos

“Spondylus” es un género de moluscos de la familia Spondyliade. Es un bivalvo o pelicípodo que se caracteriza por su fuerte concha, sus espinas exteriores y su coloración que va desde el blanco hasta el púrpura intenso.

Se ha planteado una posible ruta comercial de Spondylus por el Océano Pacífico que relacionaba a pueblos desde Michoacán en México, pasando por Centro América, Colombia y Ecuador, hasta llegar a Perú y Bolivia.

Fuente. http://es.wikipedia.org/wiki/Spondylus

Ruta del Spondylus

San Clemente: Otra de las apacibles localidades que se pueden recorrer en Ecuador.

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Los Frailes: El Parque Nacional tiene las mejores playas de la costa y miradores desde los cuales se puede apreciar la belleza natural del lugar.

Agradecimientos

Esta travesía es posible gracias al apoyo de las siguientes firmas e instituciones: Alforjas Ruca Outdoors, Puntada Sin Hilo, ZooVet, El Emporio de la Construcción, El Pájaro Loco, Mutual Regional del Centro Cultural y Deportivo Ramona y la Comuna de Ramona.

“A todos ellos, muchas gracias por acompañarnos en cada pedaleada por la Patria Grande”, dijeron los santafesinos.

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Playa y ciudad: El balneario Murciélago, en Manta.

+ información

Diego Gentinetta y Mariano Peralta: en Facebook: A Santa Fe 18924km; en la web: asantafe18924.blogspot.com.ar.