El adiós a Lauren Bacall

El adiós a Lauren Bacall

bacall con su hija en la presentación de la colección de yves saint laurent en parís, 1968.

El pasado 12 de agosto, los ojos más recordados de la época dorada de Hollywood se han cerrado para siempre. A los 89 años de edad, en su hogar de Nueva York, falleció la actriz Lauren Bacall, todo un ícono de belleza y estilo. Aquí, un homenaje a su trayectoria.

 

TEXTO. GEORGINA LACUBE.

Nacida en el Bronx, Betty Joan Winstein Perske, tal su verdadero nombre, supo desde chica cuál era su destino en este mundo. A los quince años se inscribió en la Academia de Artes Dramáticas Americanas sin saber que cuatro años más tarde ocurrirían dos hitos clave en su vida: filmar su primera película y conocer a su primer gran amor. Fue en 1944, a los diecinueve años, cuando protagonizó junto a Humphrey Bogart el film “Tener y no tener”. Además de convertirse en un clásico inmediato, se enamoró de aquel hombre, con quien se casaría en 1945, pasaría los siguientes doce años juntos hasta la muerte de Humphrey y tendría dos hijos: Stephen y Leslie. Se dice que su contrato con el director Howard Hawks fue por siete años, a cien dólares por día, y consistía en coprotagonizar varios films con Bogart. Y también que la esposa del director, Nancy Hawks, fue la que le enseñó a Lauren a utilizar voz en tonos bajos y sexies y, dentro del arte de la elegancia, a posar y a vestirse.

Con más de cuarenta películas en su haber, entre las que se destacan “Asesinato en el Orient Express” (1974), “El sueño eterno” (1946), y “Cómo casarse con un millonario” (1953), Lauren Bacall consiguió el mote de diva en la época dorada del cine norteamericano. El cine negro fue el punto de partida de una carrera que no puso freno hasta dos años antes de su muerte, pasando por los más diversos géneros, contando también con participaciones en televisión y teatro. Además de los Premios Tony que ganó como mejor actriz principal en un musical por “Aplausos” (1970) y “La mujer del año” (1981), y el Globo de Oro y el SAG como actriz de reparto por “El espejo tiene dos caras” (1996), fue acreedora de un Óscar honorífico en el 2009, reconocimiento por sus 70 años de trayectoria.

HARPER’S BAZAAR A LOS DIECINUEVE

Tal como se lee. Ya a sus diecinueve años, “por su mirada felina, su melena rubia con ondas sobre el rostro y sus ojos verde azulados”, fue convocada por Diane Veerland, la editora de la prestigiosa revista Harper’s Bazaar para ser tapa (edición marzo 1943). Su carrera como modelo la ayudaba a costear sus estudios. Pero, tanto esta publicación como Vogue, quien también la llamó, lo único que hicieron fue catapultarla aún más al estrellato. Su rostro, uno de los más bellos de Hollywood, fue portada de innumerables revistas de moda, que la consideraban icónica. Tal es así que fue apodada The Look (la mirada) por su increíble seducción y fotogenia. Además participó en publicidades gráficas, como por ejemplo de la marca de gaseosas Royal Crown.

Rodeada de glamour, misterio y talento, fue considerada rápidamente como una femme fatale, lo que la hizo debutar en el cine negro hollywoodense. Algunos de sus rasgos característicos fueron sus manos delicadas con uñas muy afiladas; sus cejas delineadas, que le dieron el marco perfecto a su mirada particular; sus prendas ceñidas a la cintura, convirtiéndose en referente para las mujeres de la época. Su estilo delicado, con su sofisticada mezcla de masculinidad y femeneidad, fue la otra versión de Marilyn Monroe quien se ubicaba en el cenit de la voluptuosidad.

En el estreno de “Cómo casarse con un millonario” se las pudo ver a las dos marcando claramente el estilo de la época, con estolas de piel, guantes largos y escotes pronunciados, a la vez que acentuando la diferencia entre sus personalidades. Los trajes de chaqueta sastre con anchos cinturones y hombreras (inspiradas en una época por demás militarizada), las boinas, las blusas de seda, las camisas, las faldas de tubo y los enormes abrigos fueron su marca de identidad.

A partir de su amistad con el diseñador Yves Saint Laurent, comenzó a utilizar los pantalones masculinos que él impuso. También dejó como legado que hay que ser elegante tanto de día como de noche, que no hay que temerle a los estampados, que los clásicos nunca pasan de moda (se la vio lucir collares de perlas en más de una oportunidad), que el vientre está para lucirlo (basta con ver qué tan bien le quedan los cut out o los recortes laterales en los vestidos de fiesta), que no hay que descuidar los complementos, y que a veces los accesorios (como una diadema en el cabello) puede salvarte de la monotonía. Con respecto al maquillaje, nunca necesitó usar demasiado. Con un labial rojo vibrante fue suficiente para cautivar las miradas y terminar de conformar lo que era un rostro perfecto de nacimiento. “Pienso que tu vida se muestra en tu cara y debes estar orgulloso de ello”, diría Bacall en relación.

LAUREN Y LA ALTA COSTURA

Aquella época dorada del cine Hollywoodense se caracterizó por la conjugación del séptimo arte con la moda. Fue un lugar que los diseñadores encontraron para mostrarse al mundo, aunque muchas veces sus nombres no aparezcan en los créditos. Y fue en ese cruce donde Bacall conoció a muchos de los grandes. Un diseñador muy admirado por Bacall, de quien luego se convirtió en una amiga entrañable, fue Yves Saint Laurent. De ellos se pueden ver infinidad de fotografías juntos. Pero no sólo de este prestigioso francés se vestía la diva. En su guardarropas se podían encontrar diseños también de Christian Dior, Pierre Cardin y Ungaro, entre otros. De Dior se dice que fue buena clienta y que asistía a todos sus desfiles. Como homenaje, la firma realizó en 2010 una campaña con la modelo Karlie Kloss emulando a Bacall. También fue musa de Normal Negell y de Pucci.

Entre sus vestuarios más recordados figuran los de “Mi desconfiada esposa”, una película de 1957 dirigida por Vicente Minnelli y coprotagonizada por Gregory Peck, en la que Bacall interpreta a una diseñadora de moda. El vestuario era de Helen Rose (diseñadora del traje de novia de Grace Kelly), nombre esencial en su carrera al igual que Leah Rhodes, quien realizó el de “El sueño eterno”. En el film “Cómo casarse con un millonario”, fue William Travilla quien la vistió de novia. Pero eso sucedió sólo en la ficción, ya que en su casamiento en la vida real con Humphrey Bogart, ella lució un traje con blazer. Es en ese metraje donde ella impone su diferencia con las demás divas de la época. Protagonizada también por Monroe y por Betty Grable, se puede ver una escena en la cual ellas dos visten shorts bien cortos, mostrando gran parte de sus piernas, mientras que Bacall lleva un vestido largo floreado, demostrando que la sensualidad no es proporcional con la cantidad de piel que se muestre.

Según el diseñador americano Peter Som, “Lauren Bacall realmente personificó la idea de la naturalidad. Pareciera que nunca tuvo que esforzarse demasiado y creo que a veces eso es lo más difícil de lograr”. Otro que opinó sobre ella fue el diseñador (americano también) Isaac Mizrahi, quien dijo que “el intelecto fue lo que ayudó a Bacall a dejar su sello en la moda. Es nuestra referencia de cómo lucir inteligente. Busquen esa palabra en el diccionario y encontrarán una fotografía de ella”.

Quienes visiten Manhattan en noviembre de este año, podrán asistir a una muestra donde se expondrán casi 700 vestidos de la diva, enfocados en su estilo de las décadas del ‘50 y ‘60. Estos fueron donados por ella y se podrán ver en el museo del FIT (Fashion Institute of Technology), cuya directora es Valerie Steele y cuya curaduría fue realizada por graduados del Instituto.

14_LAUREN_BACALL_HARPERS.JPG
14_12-LAUREN-BACALL-STYLE-07.JPG
14_LAUREN BACALL CON VESTIDO CON CUT-OUT.JPG
14_BACALL-IN-JUMPSUIT.JPG

A partir de su amistad con el diseñador Yves Saint Laurent, comenzó a utilizar los pantalones masculinos que él impuso.