editorial

La Argentina, ombligo del mundo

  • Para Cristina Fernández, los problemas argentinos se deben a una suerte de complot internacional para llevar al país al infierno.

Para Cristina Fernández, la Argentina es lo más parecido al ombligo del mundo. Sólo así puede entenderse que la presidente insista en hablar de constantes y truculentas conspiraciones internacionales -con mano de obra local, claro- para explicar los problemas que aquejan al país.

En otras palabras, si no fuese porque siempre existen crueles e inhumanos intereses ciertamente obsesionados por hundir a la Argentina en el peor de los infiernos, el país sería lo más parecido a un paraíso en la Tierra.

Como en tantas otras oportunidades, la mandataria eligió esta semana la red social Twitter para desahogarse y explicar los motivos por los que la cotización del dólar paralelo llegó a superar los 15 pesos.

Según ella, representantes de los tristemente famosos “fondos buitres” decidieron atacar a la Argentina de manera coordinada y por distintos frentes: la Embajada de los Estados Unidos en Buenos Aires, American Airlines, el juez neoyorquino Thomas Griesa y medios periodísticos locales, representarían partes de una estrategia global destinada a generar una suerte de movimiento de pinzas sobre el país.

Cristina Fernández dijo que el oscuro plan consta de cinco puntos, tendientes a “esmerilar y desgastar la figura de la presidencia” y “propiciar una ola de rumores para generar inestabilidad económica”. Suena poco probable -por no decir infantil y descabellado- pensar que los enemigos de la Argentina hayan sido tan descuidados como para dejar rastros escritos de esta supuesta estrategia internacional.

“Que no le queden dudas a nadie de cómo intentan generar, a través de mentiras, malas expectativas y ataques especulativos sobre la propia moneda de todos los argentinos”, dijo la mandataria en otro de sus twits.

Seguramente para los holdouts, la Argentina y sus gobernantes no integran la lista de buenos amigos, por lo que estarán dispuestos a utilizar todas las herramientas de presión a su alcance para cobrar el dinero que pretenden. También es verdad que, dentro del país, existen sectores abiertamente enfrentados con el kirchnerismo.

Sin embargo, el hecho de apelar a constantes teorías conspirativas sólo contribuye a incrementar la paranoia y a negar los problemas internos que el país atraviesa y que la administración de Cristina Fernández viene profundizando con sus errores en los últimos años.

Si para 2014 no se esperara una inflación del 35 al 40%, los argentinos no tendrían interés alguno en cambiar sus pesos por dólares norteamericanos. De hecho, antes de que esta escalada inflacionaria se iniciara, el Banco Central debía salir a comprar dólares para sostener la paridad cambiaria y evitar que el país perdiera competitividad internacional.

Lejos de adoptar medidas para frenar la inflación, desde 2007 el kirchnerismo se encargó de recalentar la escalada de precios y de debilitar el valor del peso a través del incremento constante del gasto público y de la descontrolada emisión monetaria.

¿Acaso fueron los “fondos buitres” los responsables en la instauración en la Argentina del cepo cambiario en noviembre de 2011?

Aquélla fue una medida desesperada que el gobierno debió tomar hace ya tres años para frenar la creciente sangría de divisas del Banco Central, generada por millones de argentinos que buscaban refugiarse en el dólar ante la depreciación de la moneda local.

Lejos está la Argentina de ser el ombligo del mundo. Y mientras sus gobernantes continúen negando sus propios errores, difícilmente logre convertirse alguna vez en un paraíso.

Si para 2014 no se esperara una inflación del 35 al 40%, los argentinos no tendrían interés alguno en cambiar sus pesos por dólares.