mesa de café

Alma de loca

MESADECAFE.tif

Remo Erdosain

Marcial deja el diario sobre la mesa. Su expresión pretende ser indiferente pero no puede disimular su fastidio. Lo miro con asombro, porque no es habitual verlo alterado. José y Abel seguramente piensan lo mismo que yo, porque también hay asombro en sus miradas.

—Está totalmente chiflada -dice como suspirando.

—¿Quién? -pregunta Abel.

—¿Quién puede ser? -pregunta, para después responder—: la Señora, tu Señora -subraya dirigiéndose a José.

—Lo tuyo más que una crítica es una obsesión -acusa José.

—Que yo sea un obsesivo no importa demasiado, porque al final de cuentas yo soy un tipo más que anda caminando por este valle de lágrimas, pero que la presidente de la Nación sea obsesiva, es grave.

—¿Pueden aclarar un poco a qué se refieren? -exige Abel.

—¿No escuchaste o no leíste el discurso de la Señora por cadena nacional? -pregunto.

—Desde hace bastante tiempo no me dedico a esos menesteres; me lo prohibieron mi psicoanalista y mi señora -responde Abel.

—Yo no sé si lo que dijo es un disparate o una vergüenza -se encrespa Marcial.

—A la pregunta yo la plantearía de otro modo -digo- ¿Está enojada o nos está tomando el pelo?

—A ver si bajan un poco el voltaje gorila -exclama José-, estamos librando una lucha contra el imperio y ustedes como siempre en contra de la patria.

—¿Vos creés en serio que estamos librando una lucha contra el imperio? -reacciona Marcial-. José, sos un tipo grande y, hasta donde yo sé, inteligente y sensato, ¿podés creer en los disparates que dije tu jefa? -agrega.

—Siempre estuve a favor de la Nación y en contra del Imperio; desde los tiempos en que el general planteó la consigna “Braden o Perón”.

—Dios mío -suspira Marcial.

—¿Quién es Braden? -la pregunta la hace Quito, el mozo.

—Un embajador norteamericano -explico- que estuvo tres meses en la Argentina, aunque la mitología peronista lo presenta como si hubiera estado tres siglos.

—Braden y Griesa son la antipatria -enfatiza José-, la misma que intentó dominarnos en tiempos de Rosas y la misma que intenta transformarnos en colonia.

—¿No te parece que ese discurso atrasa por lo menos setenta años?

—Eso es lo que ustedes quisieran -contesta José-, convencernos a todos que los enemigos históricos de la Nación no existen y que los vendepatrias tampoco existen.

—Para ser sincero -acota Abel-, debo admitir que el comportamiento de Griesa no me gusta anda.

—Yo pienso lo mismo -adhiero-, pero ésa no es la cuestión principal.

—Griesa es la cara del imperio, su cara vieja y senil, no le den tantas vueltas; y Obama es su mandadero -pontifica José.

—¿Y Ángela Merkel?

—También es una defensora de los buitres, todos los imperialistas se parecen.

—Yo tengo un norma de conducta en mi vida que siempre me ha dado buenos resultados -explico- cuando me peleo con más de una o dos personas empiezo a preguntarme en qué me estoy equivocando, porque la vida me enseñó que si me peleo con todos, seguramente la culpa no la tengan los otros sino yo.

—¿Y eso qué tiene que ver con lo que estamos hablando?

—Que tu Señora, a esta altura del partido, está peleada con todo el mundo: lo está con Obama, con la justicia norteamericana, con Ángela Merkel, con Pepe Mujica, con la comunidad judía en la Argentina, con los empresarios, con los periodistas, con los propietarios rurales... ¿no te parece que ya es mucho?

—Con Maduro y con Fidel Castro no está peleada -apunta Marcial con una sonrisa.

—Eso es lo grave -insisto- esta buena mujer tiene invertido su mundo afectivo.

—Lo grave -agrega Marcial- es que yo creo que esta mujer está del tomate; no podría calificar de otra manera a una persona que cree que el mundo pierde el sueño por ella. Porque, si le vamos a creer, Irán, Israel, el Estado Islámico, los yanquis, los sauditas, los alemanes, los rusos, los chinos, antes de tomar una decisión se preguntan qué va a hacer ella.

—Todo es un poco más grave -señalo-, ahora dicen que la quieren matar.

—Personalidad narcisista y paranoica -sentencia Abel.

—Lo que sucede -reprocha José- es que los gorilas no se aguantan la personalidad política de esta verdadera estadista.

—Vos, a la hora de contar chistes, sos brillante -dispara Marcial.

—De lo que no estoy seguro -dice Abel- es si está rayada o nos está tomando el pelo. Es más, creo que en fondo es una gran farsante.

—Un poco más de respeto con la presidente.

—Que ella empiece por respetarnos a nosotros. Y a no vendernos gato por liebre. Porque resulta que ayer la quería matar el Estado Islámico; ahora los que la quieren matar son los yanquis, mañana lo van acusar a Quito de querer matarla.

—Yo creo que nos está tomando el pelo -digo.

—Puede ser, pero hay que estar medio “tocame un tango” para tomarnos el pelo con esas cosas.

—A ustedes les gusta hablar mucho, pero nunca responden a la pregunta principal.

—¿Y se puede saber cuál es esa pregunta? -se inquieta Abel.

—¿Están con la patria o con los buitres?

—Yo tengo otra pregunta. ¿Pagamos o no pagamos las cuentas que debemos? -plantea Marcial.

—No vamos a pagar una deuda ilegítima e ilegal.

—Hubiéramos empezado por ahí -digo- pero te advierto que eso no es lo que dice tu presidente.

—Con los especuladores no vamos a arreglar.

—Lo hubieran pensado antes -sugiere Marcial.

—Siempre lo dijimos, la deuda externa es inmoral.

—Esa consigna pudo haber tenido algún sentido hace treinta años, pero hoy no es ése el eje de la discusión -sostengo.

—Los ejes fundamentales siguen siendo los mismos: o hay orgullo nacional o hay vasallaje.

—Vos ponete incendiario y retórico que es lo que te gusta -califica Marcial- pero mi abuelo siempre me decía que un buen criollo cumple con la palabra y si se compromete a pagar paga. Y cuando no se cumple con la ley se incurre en desacato.

—El ejemplo no es válido -objeta José- no se puede comparar un ejemplo privado con los negocios públicos.

—Yo te doy otro ejemplo, a ver si te gusta -digo-, para poder tener crédito en los negocios de la ciudad necesitás, en primer lugar, no estar en el fichero de morosos. Lo que acabamos de hacer nosotros es meternos en el fichero justo en el momento que más necesitamos del crédito.

—No comparto -murmura José.