Tribuna de opinión

La Escuela tiene que premiar el valor del esfuerzo y el trabajo

Mario Barletta

La reforma educativa en la provincia de Buenos Aires es un buen motivo para dar una discusión más profunda sobre la Escuela que queremos y necesitamos, más allá de lo parcial y discutible de las medidas que se anunciaron.

Hace varios años que se está invirtiendo mucho en la Argentina, pero los resultados no se ven. Nuestros chicos están aprendiendo cada vez menos.

Varias generaciones de argentinos izamos la Bandera, cantamos Aurora, entramos al aula con el delantal blanco, encontramos las fechas y los temas en el pizarrón, sacamos nuestros cuadernos y nos dispusimos a aprender de nuestros maestros. Las normas eran las mismas para todos. A la enorme diversidad social se le contraponía la misma escuela. Se apostaba a “igualar para arriba”.

Sin embargo, la escuela ya no es lo que era y ese modelo parece no funcionar más.

Necesitamos construir un nuevo proyecto educativo pensado para la sociedad actual, con una nueva idea de progreso, futuro, ciudadanía y autoridad, como lo pensó Sarmiento para su época.

Hoy sabemos que una misma escuela homogénea para todos “aplasta” la diversidad. Que la anterior verticalidad de acumular las decisiones y responsabilidades en la cúpula se está cambiando por un esquema más horizontal, participativo, que asigna mayores derechos a los protagonistas.

En todos los casos se necesita que los padres, los maestros, los directivos y los funcionarios asuman mayores responsabilidades por esos nuevos derechos que se ganaron. Que cambiemos la escuela que tenemos recuperando la confianza. Y una revolución es un gran cambio. Un cambio de valores.

Tenemos que crear un proyecto educativo que ponga el acento en el saber; en lograr que los docentes se especialicen y estén mejor pagos, que los chicos empiecen desde pequeños en un jardín maternal, se queden más tiempo en la escuela con horarios extendidos para que no estén en la calle y puedan aprender más.

Tenemos que conjugar la libertad en la escuela con el cumplimiento de las normas. No son excluyentes. Los chicos son libres cuando tienen normas claras. Las sociedades son libres cuando existen normas claras.

Tenemos que recuperar el valor del esfuerzo y el trabajo. Porque un chico se educa realmente cuando trabajó y logró resultados, y no cuando se le perdona todo, no se lo evalúa y se lo deja pasar de cualquier manera. La idea del trabajo y del esfuerzo tiene que volver a ser un valor central de la escuela. Y también de la sociedad.

Tenemos que recuperar la idea de que en la escuela hay saberes que son imprescindibles. Sin un chico maneja o no el último programa de computadora, no le cambia la vida porque lo va a aprender en la calle. Pero no se puede ir de la escuela sin saber leer, sin comprender un texto, sin entender una situación matemática y resolverla. El lugar en el que todo esto se aprende es la escuela.

Finalmente, tenemos que recuperar la ejemplaridad. Los maestros, los padres, los gobernantes, construyen día a día escuelas de vida. Son las referencias que los chicos miran todo el tiempo, y cada acción es un mensaje, es un ejemplo. Y estos modelos se adoptan porque es mentira que todo les da lo mismo.

Lo que nos ha pasado en estos últimos años, sólo lo podremos superar si logramos recuperar los valores. No es invertir más plata en lo mismo, no es sólo construir mejores edificios. Es recuperar la idea del prestigio, el respeto, la autoridad, el esfuerzo, el trabajo, la creatividad y la solidaridad. Y eso se puede empezar desde arriba en una provincia, desde el gobernador. Pero también se puede empezar desde abajo. Las cuestiones técnicas se pueden corregir, pero si estas cosas básicas no se cambian es difícil que mejore un sistema educativo.

Allí está la llave del cambio. Ésta es la revolución educativa que necesitamos y a la que los convoco para que todos juntos seamos protagonistas.

Tenemos que conjugar la libertad en la escuela con el cumplimiento de las normas. No son excluyentes. Los chicos son libres cuando tienen normas claras.