“La educación de la Virgen” en todo su esplendor

18-1-EDUCACNIVERSITY.jpg

“La educación de la Virgen”, de Diego Velázquez.

 

por Mila Trenas

(EFE).

Con la exhibición por primera vez tras tres años de restauración del cuadro “La educación de la Virgen” culmina un proceso que se inició en un sótano de la Universidad de Yale, en Estados Unidos, en el que se descubrió en 2010 esta obra temprana de Velázquez.

España podrá disfrutar de esta obra de Velázquez antes de su regreso a Estados Unidos, de donde con toda probabilidad no volverá a salir.

El cuadro data de alrededor de 1617 y es una de las primeras obras de Velázquez tras salir del obrador de su maestro Francisco Pacheco. Las inundaciones que sufrió la ciudad de Sevilla en 1626 y la mala conservación que durante años sufrió la pintura hicieron necesario un lento e intenso proceso de restauración del cuadro, que llegó a Yale en 1925 como donación de los hermanos Henry Hotchkiss Townshend y Raynham Townshend, cuya familia lo tuvo en propiedad durante 40 años.

A su llegada a la Universidad, en un estado bastante deteriorado, la obra fue atribuida a un artista sevillano desconocido, hasta que John Marciari, comisario de pintura italiana y española del Museo de Arte de San Diego, reivindicó la autoría de Velázquez.

“Me dije que estaba loco por pensar que había hallado un Velázquez”, afirmaba Marciari, al relatar cómo una mudanza en el Museo de Arte de la Universidad de Yale en 2003 le llevó hasta un cuadro grande, dañado, de autor desconocido, cuya gran calidad le azuzó la curiosidad y se percató de que debía ser un Velázquez, uno de los pocos cuadros de la época sevillana del genio español.

Tras encontrar el cuadro e iniciar las investigaciones sobre él, envió una foto del mismo al investigador Salvador Salort, especializado en Velázquez, pidiéndole que adivinara el autor de la obra. La respuesta fue: “Estoy temblando, ¿dónde lo encontraste?”.

Los hermanos Townshend heredaron una gran casa neogótica de su abuelo, en la que probablemente colgaba el cuadro, con un marco del siglo XIX con columnas a los lados, un entorno que lo hacía completamente fuera de lugar.

Pensaron que probablemente era una pintura que su padre había traído de España y decidieron deshacerse de ella, así que se la dieron a los estudiantes de Yale para que la estudiaran, según el relato de Marciari.

En su opinión, se trata de un encargo para el Convento Carmelita de Santa Ana en Sevilla, donde fue parte del altar hasta una inundación en 1626, en la que el cuadro sufrió algunos de los graves daños que presentaba antes de su restauración.

En lugar de pintar a la Virgen en un trono, coronada y rodeada de estrellas, como hacía su maestro sevillano Francisco Pacheco, Velázquez muestra a una familia humilde en un lugar humilde, con una Virgen que aprende las primeras letras. “Representa el principio del naturalismo español, que abre toda una escuela de pintura”, a juicio de Marciari.

Tras el hallazgo de la obra, se alzaron diferentes voces, unas apoyando la autoría de Velázquez y otras poniéndola en duda, como en el caso de Jonathan Brown.

El hispanista y catedrático de Historia del Arte estadounidense afirmó entonces con rotundidad que la pintura “no es un Velázquez”, defendiendo que se trataba de “un seguidor de Velázquez que ha hecho un pastiche de un motivo sacado del cuadro de Juan de Roelas”.

Por el contrario, otros expertos, como Benito Navarrete -director del Centro Velázquez de Sevilla, profesor de la Universidad madrileña de Alcalá de Henares y discípulo del historiador Alfonso Pérez Sánchez- y Enrique Valdivieso, uno de los máximos especialistas de pintura barroca española, respaldaron este hallazgo y subrayaron su importancia.